El gas, lo último por caer
Tras las fuertes correcciones de los precios que hemos vivido en las últimas semanas con el precio del petróleo, por ejemplo, habiendo caído casi un 30% desde máximos –la CNMC debería pensar en volver de vacaciones porque en la gasolina estamos tardando en verlo–, todo pasa por lo que haga el gas. En los últimos días ha vuelto a máximos porque los países europeos están comprando todo lo que pueden para cumplir con el objetivo de llegar al invierno con los depósitos llenos. Y lo están consiguiendo. La semana pasada conocíamos que algunos países ya estaban por encima del objetivo acordado –entre otros, España– y que el resto iban mejor de lo esperado. Se está avanzando muy rápido.
Llegar con las reservas llenas ayudaría en el caso de que Putin cortara el suministro pero no sería
suficiente para cubrir toda la
demanda de los países del este de Europa. Y lógicamente tendría repercusiones económicas aunque probablemente no tantas como pensamos en un primer momento por la velocidad a la que Alemania fundamentalmente está haciendo las cosas.
Por lo tanto, todo se reduce a la decisión que acabe tomando el sátrapa ruso, lo que desde luego no es algo fácil de anticipar. Si aplicara la lógica económica, no tendríamos duda: en el binomio riesgo-beneficio que mandan en estas decisiones, hacer pasar frío a los alemanes un año para tratar de llevarse alguna baza del avispero ucraniano no compensaría de ninguna manera el menoscabo que supondría para su economía a futuro cortar definitivamente relaciones comerciales con su principal socio.
Sin embargo, como hasta ahora no han imperado, o por lo menos no lo ha hecho del todo estas lógicas, puede que esta vez tampoco lo haga. Pero si no fuera así, y los rusos decidieran que quemar el gas no resulta lo más razonable, nos encontraríamos con que en invierno el gas seguiría fluyendo por los gasoductos con las reservas rebosando. La caída del precio podría ser para enmarcar.