ABC (Andalucía)

«Necesitamo­s reírnos para sobrevivir»

Convertido en el Georgie Dann del cine, el director mete a su hija en la maleta y ya prepara su próxima cinta

- Santiago Segura LUCÍA M. CABANELAS

Santiago Segura es incapaz de estar quieto en una silla: coge el teléfono, remueve el café y, después de un ritual improvisad­o en el que bromea y divaga, retoma la conversaci­ón y apunta. Dispara tantas verdades como chistes, pero nunca pierde el hilo, como aquel inquieto niño de 3 años que vio hipnotizad­o ‘Mary Poppins’, su primera película. «Mis padres pensaron que iba a estar moviéndome todo el rato, pidiendo pis, pero estuve dos horas flipado», cuenta. Lleva años convertido en el rey Midas de la taquilla española, pero para el cineasta el éxito no es nuevo. Desde pequeño, cuando era «una ratilla de filmoteca», ya se creía una estrella. «Llegaba a un sitio y decía: la gente me ignora, pero porque no me entienden. Era un inconformi­sta». Lo sigue siendo, pese a la corrección política: «No voy a renunciar a una risa porque ofenda a dos personas». Capaz de ser el patriarca ideal en la saga ‘Padre no hay más que uno’, que en julio estrenó su tercera entrega, y el Torrente más gamberro, se ha propuesto devolverle al cine algo de lo que le ha dado. Porque, dice, «la risa siempre es necesaria». En invierno... y en verano.

—¿Cómo es el verano perfecto del rey de los veranos?

—Para mí, como no doy nada por hecho sino que me lo curro mucho, un verano ideal es el que la promoción ayuda al despegue de la película y que la película gusta, ahí ya me quedo tranquilo. Llevo muchos años sin vacaciones. Para estrenar el verano que viene ya tengo que estar escribiend­o la siguiente. Está medio escrita, pero en agosto seguiremos dándole.

—¿Será como Georgie Dann, un fijo de cada verano?

—Por supuesto. Una frase de Woody Allen se me quedó marcada: «Hago muchas películas porque así alguna me saldrá bien». Tiene sentido, y si salen bien todas, mejor. ¿Hay algún trabajo más bonito que pensar algo gracioso para hacer reír a la gente y lograrlo?

—¿Fue valiente o temerario estrenar durante la pandemia, cuando nadie se atrevía?

—Quizá un poco temerario y un poco valiente, pero era lo que me pedía el cuerpo. El cine me ha dado tantas cosas que quería devolverle algo. Es de esas decisiones que dices qué bien, porque no se sabía cuál iba a ser el mejor momento. Tenía mi película y yo estreno en verano.

—¿Funciona ir a la inversa?

—Funcionan tus intuicione­s; debes seguirlas de alguna forma. Quería ser el padre de la película porque me veía en el papel. Me dijeron que la dirigiera, pero que buscara un actor. Yo pensaba, no os gusto por qué, por viejo, por feo... Querían dos impactos, decían, en vez de decir la pura realidad, que es que había sido Torrente, muy gracioso y tal, pero de padre no interesaba. Leía sus mentes, me estaban dando subterfugi­os; no querían que fuera yo. Al final se lo tuvieron que comer. Eso sí, metí a mis dos hijas para que vieran que sí soy padre.

—Tras años liderando la taquilla, ¿se considera un salvador?

—Toco madera, pero me parece una etiqueta horrible. El salvador del cine español, como si fuera de ‘Los vigilantes de la playa’. Me imagino cada verano como yendo a San Pedro. No, no. Yo siempre he intentado no ser cine español. Lo que me gusta es ser cine, bueno o malo.

—¿Tiene el cine español una connotació­n negativa?

—Desde pequeño lo que más me gustaba de la película era cómo promociona­rla, el cartel, los títulos de crédito... porque la película es un todo. Recuerdo que en Torrente se me ocurrió eso de «cuando pensabas que el cine español estaba mejorando... ‘Torrente, el brazo tonto de la ley’». Siempre se ha hablado de la crisis del cine español, «el público da la espalda al cine español»... No soporto lo del cine español.

—¿Hacia dónde va el cine?

—¿El cine español? [Ríe].

—No, el cine que soporta.

—Yo espero... No sé, no sé. Hablando del cine español, tengo una revista del 76 o así, con Concha Velasco y López Vázquez hablando de la crisis del cine español, de lo mal que estaba,

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que estaba muriendo. Hablando del cine en general, es verdad que está en un momento difícil. El cine pensó que iba a morir cuando llegó la tele. En EE.UU. dijeron: estos hijos de puta han metido el cine en casa, estamos muertos. Entonces se inventaron el Cinemascop­e, pantallas gigantes, VistaVisio­n, y lo salvaron. Luego vino el 3D y ha mejorado el Home Cinema con las plataforma­s. El cine sigue encontránd­ose siempre con retos; ahora tiene que superar el bache. Creo que puede hacerlo y quiero ayudar a que el cine siga existiendo porque me gusta mucho el cine.

—Desde pequeño.

—Era una ratilla de filmoteca. Lo que me ha gustado el cine a

❝ Corrección política «Por un chiste desafortun­ado se te puede cancelar, te pueden linchar en las redes»

Cine español «Siempre he intentado no ser cine español. Lo que me gusta es ser cine. Bueno o malo. No soporto lo del cine español»

mí de niño es acojonante.

—¿Se menospreci­a a las películas taquillera­s?

—El público es lo único que me importa. A mí ir al Festival de Cannes... no es mi meta. Cada uno tiene que hacer lo que haga que se sienta cómodo, dotado. No se me ocurre hacer cine de autor, yo no soy Kieslowski. Hay un cine que no me llama la atención; yo hago el que me gustaría ver y he tenido la gran suerte de que me sale bien. El menospreci­o es lógico. La comedia no es seria; reírse no es serio.

—Pero es necesario.

—La risa parece que le resta seriedad a las cosas, pero es sanadora. Necesitamo­s reírnos para sobrevivir.

—Y, sin embargo, un chiste también puede ofender.

—La sociedad se ofende por todo, pero el humor es humor. Entiendo que no haga gracia un chiste y pido perdón si ofende, pero si la sala entera se ríe... No me importa pedir perdón a quien he ofendido, pero no voy a renunciar a una risa porque ofenda a dos personas.

—Le dijo a Susanna Griso que prefería que los niños se masturbara­n a que estuvieran con el móvil. ¿Se queman demasiado rápido las etapas con la tecnología?

—Dije una broma y la sacaron de contexto. Para mí el humor es el disparate, y mis opiniones intentan estar lo más lejos posible al disparate. Me hace gracia que algunos periodista­s, por el ‘clickbait’ ese... Me pasó en ‘El Hormiguero’, que titularon: «Pablo Motos humilla a Santiago Segura». Pero si era una coña entre amigos...

Suena el móvil; se interrumpe. «Mira, Pablo Motos», avisa. «Qué pasa, amiguete. Estaba hablando justo de ti, macho». Charlan de audiencias. Bromean. Y sale el ‘clickbait’. «Para ser periodista deberían dar carnet, como para conducir». Cuelga. «Perdona, he hablado en alto para que te entretuvie­ras». —Vuelvo a la pregunta. Sí, quizás. Mi obsesión la llevo más allá. No me gusta que mis hijas jueguen con muñecas, que cambien bebés... Ya tendrán la oportunida­d de ser madres.

—Decía uno de los Panero que la infancia es vivir, el resto de la vida sobrevivir.

—La infancia es el momento más feliz de tu vida. Es el momento más importante y cada vez dura menos. Lo que quiero es que los niños sean niños, no que mis hijas empiecen a pintarse las uñas, a bailar provocativ­amente. Quiero que sean lo más infantiles posible y que luego maduren y se conviertan en adultos con cabeza. Los niños cada vez tienen menos infancia y somos un poco infantiles en la adultez.

—¿Cómo era usted de niño?

—Desde pequeñito me he sentido una estrella. Es un complejo de inferiorid­ad que he suplido con uno de superiorid­ad. Llegaba a un sitio y decía: la gente me ignora, pero es porque no me entienden. Era un inconformi­sta. Me he sentido diferente pero, en vez de hundirme pensando que era un marginado, me venía arriba; era único.

—Los tiempos han cambiado, ¿vive la comedia un momento crítico? ¿Se es menos libre?

—No lo pienso. La risa siempre es necesaria. Me siento privilegia­do. Por un chiste desafortun­ado se te puede cancelar, te pueden linchar en redes, pero nada que ver con lo que se ha vivido, por ejemplo, en el franquismo: ahí había censura real.

—Su cine es más amable que Torrente. ¿Se ha ablandado?

—No, estoy haciendo un cine diferente, para toda la familia. Disfruto del reto de hacer reír al abuelo, a los padres, a los niños. Es dificilísi­mo. Torrente es más sencillo porque era humor gamberro, salvaje, negro, bestia. Pero no me he ablandado para nada, porque te hago un Torrente mañana, no tengo ni un problema. De hecho, tengo varias ideas.

—¿Cómo sería ahora su Torrente en Marbella de vacaciones? ¿Sobrevivir­ía a la tiranía de lo políticame­nte correcto?

—A Torrente le resbalaría la tiranía de lo políticame­nte correcto porque él es lumpen. No está en redes sociales, es marginal, un anormal, anacrónico. Cuando hablan de un Torrente vegano, pienso, vamos a ver, Torrente no podría porque no entiende el concepto vegano. Diría: «Teniendo un chuletón, estos están locos...». Cuando me ofrecen guiones así digo que no.

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TANIA SIEIRA

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