ABC (Andalucía)

Isabel II en Balmoral

La Reina de Inglaterra se refugia en este palacio escocés que considera su verdadero hogar, donde gusta pasear y conversar con sus invitados, entre los que figuran sus primeros ministros

- PEDRO GARCÍA

Fue un regalo del Príncipe Alberto a la Reina Victoria, esposa y madre de sus hijos. Desde su adquisició­n por 30.000 libras en 1852, el palacio y la enorme finca de Balmoral en Escocia han sido residencia estival de la Familia Real. Isabel II ha pasado allí todos los veranos de su vida con excepción de los cinco durante la II Guerra Mundial que estuvo en Windsor por decisión de Jorge VI, su padre, que quería transmitir el mensaje de que la monarquía era solidaria con el pueblo y que no huía de los ataques de la Luftwaffe.

Como ella misma ha dicho a sus seres más cercanos, el lugar donde ha sido más feliz es Balmoral, una mansión situada en una extensa finca de 20.000 hectáreas en la que hay bosques, explotacio­nes agrarias y caminos por los que perderse. El pasatiempo favorito de la monarca, ataviada con botas, una falda escocesa y un bastón, es perderse por los senderos de la propiedad con sus perros. Por allí ha paseado con todos los primeros ministros desde su coronación en 1952, cuando Winston Churchill presidía el Gabinete. Isabel II es particular­mente aficionada al montañismo, a la caza, a los pícnics familiares y las excursione­s por los alrededore­s. En abril de 2021, se refugió en Balmoral tras la muerte de su esposo Felipe de Edimburgo, con el que acostumbra­ba a pasar cada verano siete u ocho semanas en su posesión escocesa.

Este año la Reina permanecer­á hasta primeros de septiembre junto a sus hijos y sus nietos. Ha invitado a Harry y Megham Markle en un gesto para superar la crisis familiar.

El castillo-palacio fue construido en 1390 por un noble escocés llamado William Drummond y luego utilizado por el Rey Roberto II de Escocia, que solía acudir a cazar a la finca. Luego pasó por sucesivos propietari­os hasta que el Príncipe Alberto compró la posesión y la amplió. Varios centenares de arrendatar­ios explotaban los bosques, criaban ganado y cultivaban los campos.

La bandera real ondea en el edificio cuando Isabel se encuentra en Balmoral, que está abierto al público con excepción de los tres meses de verano. Los visitantes pueden admirar las salas, cuyas paredes están cubiertas de cuadros con escenas de caza y sus muebles, abigarrado­s de trofeos y regalos. No se muestran las dependenci­as personales de la Familia Real.

Diana y Carlos

Allí se hallaba Isabel en el verano de 1997 cuando Diana de Gales, la esposa del Príncipe Carlos, falleció en un accidente en París. Fue uno de los peores momentos de su reinado, ya que fue criticada por su indiferenc­ia ante esta muerte. Diana y Carlos acudían todos los veranos al palacio, donde hay imágenes en los que se les ve paseando de la mano. Allí nació también en 1887 Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de Victoria y esposa de Alfonso XIII, que pasó parte de su adolescenc­ia y juventud en aquel paraje de las Highlands. Balmoral no es la residencia oficial de los monarcas británicos, puesto que se trata de una propiedad privada que se financia con los ingresos que genera el patrimonio de la dinastía. El lugar donde se celebran los actos oficiales es el palacio de Holyrood en Edimburgo, la sede de la Reina en Escocia.

La vida de Isabel en Balmoral obedece a una serie de rutinas invariable­s. Va a misa los domingos a una parroquia de Aberdeensh­ire, la localidad donde se halla Balmoral, preside los tradiciona­les juegos de Braemar Gathering a principios de septiembre, e inaugura el baile de Ghillies en el palacio, tal y como hacía Victoria, muy aficionada a este ritual y a las tradicione­s escocesas.

Estrechar lazos

Las actividade­s de la Reina son privadas y sólo hay testimonio­s indirectos de sus quehaceres. Pero todos los primeros ministros desde Churchill han sido invitados a pasar algún fin de semana en Balmoral, ya que Isabel aprovecha estas ocasiones para conocer mejor a los líderes políticos británicos.

Quizás el primer ministro con el que tuvo más sintonía fue con Harold Wilson en los años 60. El dirigente laborista acudía con su esposa a Balmoral y allí mantenía largas charlas con la monarca, que sentía un gran aprecio por él. Wilson contó tras su retirada que le gustaba mucho sentarse en el campo con la Reina para compartir las barbacoas que preparaba Felipe de Edimburgo. En una ocasión, llegaron a jugar al escondite por los jardines.

La relación con Margaret Thatcher fue mucho más difícil. No congeniaba­n ni intercambi­aban confidenci­as. La ex primer ministro aseguraba que ir a Balmoral era «un purgatorio». Salía corriendo con cualquier pretexto a las pocas horas de convivenci­a con la Reina.

Tony Blair contaba que le sorprendió que la habitación en la que se hospedó junto a su mujer carecía de baño y que tenía que recorrer un largo pasillo de noche para encontrarl­o. También expresaba su sorpresa cuando vio a Isabel apilar los platos de una comida en el campo e ir a fregarlos con esmero. Era su esposo el que asaba las salchichas y la carne en una parrilla y luego acercaba la comida a sus invitados.

Con John Major tuvo también una muy buena relación, de suerte que se convirtió en su consejero y confidente en una etapa muy complicada por los escándalos que afectaban a su hijo Carlos y su familia. Hoy la Reina sigue apegada a Balmoral, el lugar que considera su casa y el escenario de sus mejores recuerdos.

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// ABC La Familia Real británica, durante unas vacaciones en Balmoral
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