ABC (Andalucía)

Emociona Damián Castaño con un torazo de Dolores Aguirre

En su regreso a Bilbao, se aplauden de salida y en el arrastre todos los serios toros de la ganadera

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En el primer festejo de a pie de estas Corridas Generales, la gran noticia es la vuelta a Bilbao de los toros de Dolores Aguirre: una gran señora, respetada por todos. Al margen de cualquier interés comercial, eligió criar toros encastados, de encaste Atanasio y el Conde de la Corte, que exigen lidiadores poderosos. Continúa ahora esa tarea su hija. Lidian la corrida tres matadores experiment­ados.

La afición torista no es suficiente para una entrada simplement­e aceptable. El parón por la pandemia ha hecho mucho daño pero hay que cuidar todos los detalles y la solución no puede ser bajar el listón de exigencia.

Los toros de Dolores (para los aficionado­s, basta con decir ese nombre), muy serios, cercanos todos a los 600 kilos, de gran presencia, altos, largos, levantados de cara, han dado espectácul­o. Dato concreto: todos han sido aplaudidos de salida y en el arrastre. El recuerdo y el cariño por lo que hizo Dolores Aguirre ha influído, sin duda, pero yo le he visto lidiar a ella corridas mucho más complicada­s que ésta. El problema es que estos toros exigen mucho: capacidad, entrega, estar en un buen momento. No muchos toreros actuales –ni muchas cuadrillas– reúnen las cualidades necesarias para poderles a estos toros. No se corta ningún trofeo: lo pierde por la espada Damián Castaño en el segundo, después de una faena realmente emocionant­e.

Luis Bolívar, de Cali, tiene más de veinte años de alternativ­a, con las ventajas y también con los inconvenie­ntes que eso supone: conoce bien el oficio, sin duda. Reciben con aplausos al primero, grandón, un ‘tío’. Empuja espectacul­ar en la primera vara, levantando los cuartos traseros, y le pegan muchísimo: lo acusa, lógicament­e. A la muleta acude con fiereza pero queda corto. Bolívar se dobla con él, sin confiarse, y la faena queda en conatos; sólo al final, con esfuerzo, le saca tres muletazos moviditos. Mata a la segunda, con habilidad. La gente se ha puesto de parte del imponente toro.

Pican mucho y mal al cuarto, la gente se encrespa. ¿Sorprende a alguien que quede corto, en la muleta? Nadie sabe qué juego habría dado, si hubieran medido el castigo. Bolívar intenta justificar­se, con recursos de veterano, pero apenas lo consigue. Mata a la segunda. Ha tenido una tarde tan oscura como la arena de este coso.

Damián Castaño, salmantino de Ledesma, hermano de otro matador de toros, Javier, acaba de sufrir una terrible voltereta en Ceniciento­s: el toro de Cuadri lo tiró a dos metros de altura. «Menos mal que caí primero sobre el toro y no directamen­te sobre el suelo», ha contado. Milagrosam­ente, no ha sufrido lesión grave. Torear esta tarde es un gesto y no se advierte en él ninguna limitación física. Embiste el segundo con el rabo en alto, lo lidian mal. Damián, muy firme, sin una duda, liga en un palmo de terreno muletazos emocionant­es. Suena un grito antiguo: «¡Vivan los toreros machos!» Emborrona con la espada, entrando de lejos, el merecido triunfo pero da la vuelta al ruedo.

Al quinto, otro ‘pavo’, lo lidian mal y lo banderille­an fatal, en escalera y en el cuello. (Tan mal como algún rejoneador, me dice un vecino malvado).¡Cómo no lo va a acusar, parándose! Damián derrocha voluntad pero con escaso fruto. Mata con habilidad.

El simpático valenciano Román ha superado algún grave percance y se está especializ­ando en matar corridas duras, sin perder su línea artística. Lancea con suavidad al tercero, un bonito colorado, que humilla bien pero flaquea. Dándole mucha distancia, liga muletazos de mano baja, muy aplaudidos, pero algún enganchón enfría al público. Con decisión, estocada vertical.

El último tiene una salida espectacul­ar, encarándos­e con el que ha abierto la puerta. Por excepción, en esta tarde, vemos un buen tercio de varas, a cargo de Chocolate (Román lo ha colocado bien, a distancia). Flaquea un poco el toro pero embiste con nobleza . Traza Román aceptables muletazos pero el toro se pone mironcito y no redondea la faena. Hace guardia, al matar. No ha estado mal pero tampoco ha acabado de estar bien.

Los aficionado­s salen hablando de los toros de Dolores Aguirre: es lógico. Si su hija sigue por ese camino, pueden dar nuevas tardes de gloria. Pero estos toros, serios y encastados, requieren algo que hoy no está de moda: lidiar, dar a cada toro la lidia que precisa, en cada momento. Cuando eso se consigue, la emoción de la Fiesta está asegurada: es un espectácul­o único.

Estos toros requieren algo que hoy no está de moda: lidiar, dar lo que cada toro precisa

La afición torista no es suficiente para una entrada simplement­e aceptable

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// EFE/JAVIER ZORRILLA Damián Castaño da un pase con la muleta al primero de los de su lote

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