ABC (Andalucía)

El héroe del Málaga en el 6-2 al Real Madrid

Alberto Martín (1955-2022) Criado en la cantera del Athletic, terminó haciendo carrera en el club malacitano, donde aún se le recuerda por su sobresalie­nte actuación en la goleada de 1983 al equipo blanco. Aquella tarde marcó tres goles

- SERGIO CORTÉS

Solo está al alcance de los genios que se les recuerde por una actuación en particular (Messi es otra historia). Pelé en el Mundial del 70, Zidane y su gol en la final de Champions, Maradona en aquel incontenib­le eslalon... Y en nuestro Málaga, el estreno del gran Sebastián Viberti ante el Español, la vaselina de Juanito a Buyo, la prodigiosa actuación de Isco ante el Zenit y, cómo no, aquella batuta de Martín en el campo para dirigir la maravillos­a orquesta de Benítez en el 6-2 al Madrid.

Se ha ido Alberto como a él le gustó pasar por este mundo, de puntillas. En un visto y no visto. Una enfermedad neurológic­a se ha llevado en dos semanas al líder de aquella inolvidabl­e ‘generación perdida’. El azar, que tanto le había sido esquivo en el fútbol (sin su lesión, el Málaga se habría salvado cinco jornadas antes de la ‘tarde del Betis’) y en la vida (una interminab­le carrera de obstáculos que no conocían muchos), le reservó una tarde gloriosa. Siempre que nos veíamos, aquí o en Bilbao, se lo recordaba: «Eres el héroe del 6-2, pero partidos como ese hiciste unos cuantos». Y él, un genio humilde, siempre me reprochaba: «Que no, Sergio, que yo no fui ningún héroe...»

Porque tan difícil es relatar aquella sublime tarde que firmó ante el Madrid (o la noche ante el Atlético, que para mí fue una actuación más brllante del Málaga) como expresar la modestia que siempre demostró. En aquel Málaga que era una familia, aquel vasco de Cruces era el contrapunt­o a Burgueña. Tan apocado Alberto, que aceptaba todas las bromas del mundo de los que luego fueron sus hermanos (empezando por Miguel y Pepe, Popo y Brescia) como ocurrente José Luis. Porque en realidad el desparpajo y la iniciativa se las reservaba Alberto para el campo, donde mejoraba el pase y lucía en el trabajo y en el tiro de media distancia acompañado de la perfección táctica de Recio y de un vendaval de La Palmilla llamado Canillas.

Alberto era de hablar poco, pero de acertar mucho en sus argumentos. Veía el fútbol de lujo y probableme­nte su carácter no lo llevó a tener un trayecto más sólido en los banquillos. Pero, por encima de todo, era la humildad en persona, un amigo leal, la bondad. Miguel, Pepe, nos queda el consuelo de que ‘el Tigre’ Benítez lo ha reclutado pronto para su equipo celestial. Adiós, héroe del 6-2.

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