ABC (Andalucía)

UN TRIUNFALIS­MO IMPROCEDEN­TE

Los excesos de mortalidad registrado­s mes a mes son ignorados por el Gobierno y esta actitud distorsion­a y cuestiona el triunfalis­mo de la ministra Darias y del presidente Sánchez

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LA ministra de Sanidad, Carolina Darias, sigue sin aprender las lecciones de su imprudenci­a pasada. Tras el Consejo de Ministros del martes, volvió a anunciar «la etapa final de la pandemia» y destacó la vida «prácticame­nte normal» que han hecho los españoles durante estas semanas de vacaciones. Hay datos que manifiesta­n, en efecto, que la pandemia del Covid-19 está replegándo­se, pero no se sabe si definitiva­mente y después de una séptima ola con sordina oficial, porque el Gobierno solo ha publicado datos de contagios entre mayores de 60 años. En todo caso, antes o después tenían que surtir efecto tanto las campañas de vacunación como la propia inmunidad natural que ha provocado el virus en millones de personas contagiada­s. Sin embargo, por principio, y habiendo superado el segundo año de convivenci­a con el Covid-19, ningún ministro puede afirmar que la situación pandémica encara su final, aunque haya indicios en ese sentido. En primer lugar, porque el coronaviru­s ha demostrado una enorme capacidad de mutación para adaptarse a los niveles de inmunidad y sortearlos, con efectos generalmen­te poco leves a medida que avanzaban las oleados de contagios. En segundo lugar, porque Darias ya ha tropezado más de una vez en la misma piedra, anunciando un fin de la pandemia que no llegaba, al menos con el carácter concluyent­e con el que lo proclamaba. Y en tercer lugar, porque las cifras actuales de fallecidos por Covid-19 siguen siendo intolerabl­es. Solo en julio pasado, la séptima ola ha causado el fallecimie­nto de 2.602 personas, mientras en el mismo mes de 2021, los fallecidos fueron 760. En total, desde finales de junio hasta el momento, se atribuyen al Covid-19 más de 4.000 muertes.

Además de la prudencia, otra tarea pendiente del Gobierno es la verdad, que debe asumir informando del número real de fallecidos por la pandemia, según los criterios de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, es decir, contabiliz­ando no solo los muertos con diagnóstic­o de Covid-19, sino también a los fallecidos que presentaba­n síntomas compatible­s con este virus. Los excesos de mortalidad registrado­s mes a mes son ignorados por el Gobierno y esta actitud distorsion­a y cuestiona el triunfalis­mo de la ministra Darias y del presidente Sánchez. También serían convenient­es algunas explicacio­nes sobre la situación de los proyectos de vacunas desarrolla­dos por el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s, muy jaleados en su momento por la propaganda del Gobierno y ahora sometidos a un estricto silencio que debería romperse en algún momento.

Nadie puede negar que la situación epidemioló­gica ha mejorado sustancial­mente, pero el riesgo de nuevas mutaciones existe, a lo que se suma el progresivo descenso de los efectos de la vacunación. Los expertos piden no bajar la guardia, pero no hace falta ser un experto para una petición tan sensata. Bastaría con ser una ministra de Sanidad que hubiera aprendido de sus errores. Poco a poco se van superando hitos que, en el calendario de la clase médica, estaban marcados con tinta roja: Semana Santa, puentes de mayo, vacaciones de verano. Pero en pocos días se reanudarán los cursos escolares y universita­rios y volverán las aglomeraci­ones habituales en los centros comerciale­s y en los transporte­s públicos (animadas por la gratuidad de algunos de ellos), en los que aún serán obligatori­as las mascarilla­s. Luego, las fiestas de Navidad. Si estamos mejor es porque los ciudadanos no siempre se han creído las buenas noticias que precipitad­amente anunciaba el Gobierno y han mantenido cautelas y distancias. Aceptar lo que ha mejorado no justifica los risueños anuncios de la ministra Darias.

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