Educación progre: salvar a los ricos
La jornada continua es perjudicial para los pobres
CONTAREMOS un secreto a voces: cuanto peor sea el nivel de exigencia en la educación pública, mejor les irá a los hijos de los ricos. Ricos no tiene por qué referirse al dinero en la cuenta corriente, puede definir a los que acumulan capital cultural, familias de tradiciones: libros en las estanterías, conversaciones interesantes en las comidas, con prohibición de teles encendidas y cierta pretensión de buscar la belleza o cultivar el buen gusto. Cultivar cultura. Es este un debate muy de ‘vuelta al cole’ en el año del ‘consu-mismo’, como dice el chiste: volveremos con el mismo estuche, el mismo uniforme, la misma mochila, que no está la inflación como para no reciclar o heredar. Y, eso es lo preocupante para las familias más humildes, con las mismas extraescolares y el pico de dinero que suponen: para el inglés, las mates, el debate, el baloncesto y la guitarra.
En el curso pasado, el ‘think tank’ que dirige en Esade Toni Roldán lo explicaba clarito: la jornada continua, esa que suelta a los niños a las dos de la tarde, es perjudicial para los pobres. Ese horario abunda mucho más en la pública que en la concertada o privada. Mientras en las casas de los que más pueden empieza el tour de extraescolares, hay otras donde esperan la tele y la consola a modo canguro, además de unos abuelos a veces agotados. Todos los políticos hablan de la caída de la natalidad y de la conciliación, pero nadie se acuerda de que nuestros padres octogenarios salían del colegio a las siete de la tarde, con la mayoría de nuestras abuelas dedicadas a las tareas del hogar. Nadie quiere decir que, conforme la enseñanza se ha ido feminizando –más del 80% de las maestras de infantil son mujeres–, los horarios escolares se han ido acortando.
Quién querría gastar una pasta si en la jornada escolar se pudiera dominar bien la oratoria, si todos los colegios tuvieran clases de refuerzo, si se pudieran practicar varios deportes en instalaciones infrautilizadas, si se enseñara inglés como para decir que se puede hablar en condiciones al acabar la ESO.
En el informe de Esade se explicaba cómo el gasto en estas actividades se había triplicado desde 2006. El documento se titulaba ‘Educación en la Sombra’ y hablaba de clases particulares como bien de primera necesidad. No siempre es porque los niños se queden atrás, hay padres que pagan para que aprendan matemáticas al ritmo que les permite su potencial y que no se aprovecha en clase. O sea, familias que pagan por deberes extra, mientras otros padres, no hace tanto, incitaban a una huelga de tareas. Quizás la solución sea extender al menos los horarios escolares a los que teníamos en los 80, porque lo de nuestros padres parece ya casi un atentado contra la infancia. El informe se podría haber llamado Educación a la Luz: cómo las políticas educativas abanderadas por la izquierda están fallando a los pobres y beneficiando a los ricos. Pero no toca. La vuelta al cole nos pilla debatiendo sobre cómo cortar la luz y quedarnos todavía más a oscuras. En la sombra. De todo.