El último opositor ruso detenido por el Kremlin
Yevgeny Roizman (Ekaterimburgo, 1962) ha sido el último opositor ruso en ser detenido. Su ‘delito’: «desacreditar al Ejército ruso», según las agencias de prensa rusa, por llamar a la guerra en Ucrania como lo hace toda la comunidad internacional: «Invasión rusa». Algo no permitido por el régimen de Vladímir Putin, y por ello se enfrenta ahora a cinco años de prisión si es declarado culpable.
Ayer, mientras la Policía sacaba a Yevgeny Roizman de su apartamento, un periodista que esperaba le preguntó por qué lo acusaban. «Solo por una frase», dijo Roizman, «la invasión de Ucrania» y apostilló: «Lo he dicho en todas partes y lo diré ahora». Los agentes que lo sacaban de su casa, encapuchados, realizaron registros en el piso del político y también de su oficina.
Roizman sabía que, al igual que su compañero de batalla y amigo, Alekséi Navalni (condenado a nueve años de cárcel por el Kremlin), podía ser detenido en cualquier momento, y así lo dijo a la agencia de noticias Afp hace unos meses. En varias ocasiones el año pasado fue detenido y encarcelado durante un par de días por organizar manifestaciones en defensa de Navalni.
Ahora, en su defensa y a través de la red social Telegram salió Dmitri Gudkov, ex miembro de la oposición de la Duma de Rusia, quien escribió que el arresto de Roizman fue «una venganza por decir la verdad sobre una guerra que ya lleva medio año».
Este político, de aspecto atlético, fue durante cinco años, –entre el 2013 y 2018,– alcalde de su pueblo natal, Ekaterimburgo, la cuarta ciudad rusa con mayor población, situada en los Urales. En 2018, renunció como alcalde después de que las autoridades rusas decidieran anular las elecciones a la alcaldía de la ciudad. Roizman es un ‘rara avis’ entre las figuras de la oposición rusa. En sus intervenciones públicas es habitual verlo vestido con vaqueros y camisetas.
Logró ocupar una de las principales alcaldías rusas a pesar de sus mensajes contrarios a las políticas de Moscú. Esta fue una de una serie de victorias de la oposición que capitalizó el descontento con el regreso de Vladímir Putin como presidente en 2012.
Fijo en la política local durante dos décadas, se dio a conocer como activista antidrogas y centró su campaña en denunciar a la policía corrupta, los vendedores de drogas ilegales y los centros de rehabilitación.
La popularidad le llegó cuando en 1999 fundó una organización ‘Ciudad sin drogas’ que contaba con una red de centros de rehabilitación y su objetivo era luchar contra la drogadicción, muy extendida en la región. En los últimos años con la deriva autoritaria de Rusia y sobre todo, desde que hace seis meses comenzara la guerra en Ucrania, muchos opositores al Kremlin abandonaron el país, por miedo a ser encarcelados.
Sin embargo, en todas sus alocuciones públicas ha dejado claro que nunca abandonaría, por su propia voluntad, Rusia. «Tengo casi 60 años, viví toda mi vida en Rusia, ¿a dónde diablos voy a ir?», aseguró en una entrevista para ‘The Guardian’ hace unos meses.
«Muchas personas me ven como un ejemplo, se quedan porque ven que no me he ido», aseguró. «Mi presencia les da la seguridad de que todo será normal algún día. Y sé que no estoy solo en el país, todavía queda mucha gente normal».