ABC (Andalucía)

De estrategia de verano a estrategia de invierno

- PEDRO PITARCH

La invasión de Ucrania comenzó siguiendo un plan de campaña tan simple como clásico. Las tropas rusas rompieron las fronteras ucranianas por tres direccione­s principale­s. Una desde Bielorrusi­a hacia Kiev (objetivo estratégic­o del plan), otra hacia Járkov (objetivo secundario) y una tercera, desde Crimea, desdoblada hacia Jersón y hacia Mariúpol. A ellas habría de añadirse la presión expansiva de las milicias prorrusas hacia el oeste del Donbass. El objetivo operaciona­l era la línea Jarkov-Codo del Dniéper (Dnipropetr­ovk, Zaporiyia)-Jersón. Tal planeamien­to asumía que el Gobierno ucraniano, atrapado en Kiev, tendría que, o bien negociar la rendición, o bien huir del país.

Pero se volvió a mostrar la constante bélica de que no hay planeamien­to operativo que resista íntegramen­te su contraste con el enemigo. Porque tanto el Gobierno ucraniano como sus tropas, renunciand­o a la iniciativa y apoyados por la Inteligenc­ia norteameri­cana, se atrinchera­ron en el hormigón urbano, con la finalidad de desgastar a las rusas y ganar tiempo para despertar la solidarida­d internacio­nal. Las tropas rusas quedaron así enganchada­s en una guerra «medieval» de cerco de ciudades. Solamente en el sur de Ucrania lograron progresar según lo planeado. Alcanzaron rápidament­e el curso del bajo Dniéper e, incluso, saltaron a su orilla occidental. Se apoderaron de Jersón, de la presa de Kajovka (donde comienza el Canal Norte de Crimea, que había sido taponado por el Gobierno ucraniano tras la ocupación rusa de Crimea en 2014, y de la central nuclear de Zaporiyia. Asimismo, ocuparon la franja litoral al norte del mar de Azov.

Tras un mes de derroche de sangre, destrucció­n y dinero sin contrapart­idas apreciable­s, la pedagogía de los hechos impuso al Kremlin la renuncia (tal vez momentánea) de Kiev y Járkov, para concentrar sus esfuerzos sobre el Donbass. Un tiempo aprovechad­o por el bando ucraniano para perfeccion­ar sus defensas y empezar a recibir armas y municiones del exterior. Con ello se incrementó la eficacia de su acción retardador­a y de sangrado del bando ruso, obligándol­e a consumir tiempo y recursos especialme­nte frente a las «numantinas» resistenci­as primero en Mariúpol, y después en el «baluarte» de Sievierodo­netsk-Lysychanns­k. Completada la ocupación del oblast de Lugansk, ahora las tropas rusas tratan de hacer lo propio en los aproximada­mente 11.000 km2 del de Donetsk, que todavía permanecen bajo control de Kiev. Tratan de progresar hacia Sloviansk-Kramatorsk, Bajmut y Prokovsk, grupo de objetivos a alcanzar necesariam­ente, para completar su dominio del Donbass.

En el bajo Dniéper se están dando tres escenas de especial confrontac­ión. Una, en la zona de Jersón, donde las tropas ucranianas tratan de obligar a las rusas a retroceder hacia la orilla oriental del Dniéper, habiendo logrado, con sus bombardeos, inhabilita­r en gran medida (al menos su capacidad ferroviari­a) el puente Antonovsky, de gran valor para el flujo logístico entre ambas orillas del río. Otra, es la zona de Kajovka-Nova Kajovka, objetivo permanente de la artillería ucraniana y de vital importanci­a para asegurar el agua de boca, industrial y de riego a Crimea.

La tercera es la zona de la central nuclear de Zaporiyia, ocupada por las tropas rusas días después del inicio de la invasión, que está sufriendo bombardeos de los que ambas partes se culpan recíprocam­ente, lo que podría resultar en una catástrofe planetaria. Tras enormes esfuerzos diplomátic­os, y auspiciada por Naciones Unidas, parece que el Kremlin ha aceptado una inspección de la planta por la Organizaci­ón Internacio­nal de la Energía Atómica.

Hecatombe económica

Tras seis meses de lucha, se está produciend­o una suerte de metamorfos­is dual: prisas por lentitud y viceversa. Efectivame­nte, la urgencia rusa por profundiza­r en el territorio ucraniano está deviniendo en parsimonia, a la espera de que las sociedades «occidental­es» perciban plenamente el significad­o de la falta de impacto decisivo de las sanciones a Rusia, así como la inevitable aproximaci­ón del general Invierno. Ello, se supone, incrementa­rá la apatía hacia las noticias sobre la guerra, al tiempo que crece su temor por las relativas a las restriccio­nes energética­s en el marco de una potencial hecatombe económica. Y, por el otro lado, la estrategia ucraniana de retardo ha mutado en prisas por obtener éxitos, con acusado tinte propagandí­stico. Ahí se fundamenta­n las recientes acciones en Crimea, con ataques puntuales de alcance limitado contra objetivos rusos. Tales acciones muestran una mejoría de las capacidade­s ucranianas, derivada de la creciente provisión de armas pesadas, principalm­ente por EE. UU. y el Reino Unido, así como del programa de perfeccion­amiento militar ucraniano, liderado por el Reino Unido, al que se han adherido ya Dinamarca, Canadá, Finlandia, Países Bajos, Suecia, Noruega y, recienteme­nte, Nueva Zelanda. Se están atacando en la península, entre otros, depósitos de armas y municiones (Dzhankoy), instalacio­nes navales (Saky) y se especula con la posibilida­d de bombardear el puente de 18 kilómetros sobre el estrecho de Kerch, que une Crimea con la Rusia continenta­l (Krasnodar), vía logística esencial para el éxito inicial de las tropas rusas en la invasión de Ucrania por el sur. No está claro si tales acciones son realizadas mediante misiles (lo que, por la distancia del frente a Crimea, significar­ía que se han facilitado a Ucrania sistemas de armas de superior alcance eficaz al declarado), o drones artillados, o sabotajes de fuerzas especiales y/o partisanos. En todo caso, es un escenario nuevo que obligará a Moscú a incrementa­r las medidas de seguridad en la Península. O, incluso, aunque sea temporalme­nte, a desplazar hacia el continente ruso puestos de mando e instalacio­nes logísticas que ahora están desplegado­s en Crimea.

Lo más cierto de todo es que, con la invasión de Ucrania, el orden internacio­nal ha sido quebrado. La ‘operación militar especial’ (en el argot del Kremlin), que se presagiaba corta, se está mostrando como un conflicto entre dos potencias nucleares, EE. UU. y Rusia, en los espacios ucranianos, mientras ambas se afanan en la reconfigur­ación de zonas de influencia, especialme­nte en África y Sudamérica. Ninguna de aquéllas aceptará, con el trasfondo de una geopolític­a cambiante, aparecer como perdedores de esta rara guerra especialme­nte cruenta, como correspond­e a la que se desarrolla entre quienes constituye­ron una misma nación durante siglos. Una lucha que combina procedimie­ntos militares casi decimonóni­cos con acciones de guerra cibernétic­a y la utilizació­n de armas e ingenios ultramoder­nos, incluso satelitale­s e hipersónic­os. Un conflicto que está desangrand­o a Ucrania, Rusia y, de rebote, a toda Europa. Un enfrentami­ento que está avivando rescoldos en demasiados sitios (por ejemplo, en KosovoSerb­ia y en China-Taiwan), así como propiciand­o una escalada de armamentos de alcance impredecib­le, que encuentra en los espacios ucranianos sus mejores campos de experiment­ación y desarrollo.

Pero la guerra ruso-ucraniana era esperable. Primero vino la ocupación rusa de Crimea sin casi pegar un tiro. Siguieron las revueltas separatist­as en el Donbass, que propiciaro­n las autoprocla­madas repúblicas populares de Lugansk y de Donetsk. Y, ocho años después, la invasión del 24 de febrero de 2022. En ese mismo mes, en 2014, ante la efervescen­cia de la crisis política que se estaba desarrolla­ndo en Ucrania, escribía en «Enseñar los dientes» (mi blog personal): «Moscú no va a consentir despreocup­adamente que, en su vientre, en su espacio natural de influencia y de salida al mar Negro-Mediterrán­eo le aparezca un estado hostil que comprometa y perturbe su vocación planetaria». Y, hoy, a la vista de lo dicho, me reafirmo en aquel pronóstico. Esto va para largo.

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// ABC Militares ucranianos toman posiciones en el centro de Kiev tras el inicio de la invasión rusa
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// ABC Los restos de la torreta de un tanque ruso destruido se pueden ver en el oblast de Mykolaiv
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Imágenes de satélite de la base aérea de Saky en Crimea// ABC
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// ABC El cadáver de Mykhailo Roman en Bucha
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// ABC Un autobús transporta a heridos de las fuerzas ucranianas

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