ABC (Andalucía)

Cinco años del éxodo rohingya

- POR NATALIA TORRENT NATALIA TORRENT Médico sin Fonteras-Bangladesh

ESTOY en el que llamamos ‘Hospital en la Colina’ de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bangladesh. Desde aquí, desde este cerro en Cox’s Bazar, se divisa parte del mayor campo de refugiados del mundo. Cox’s Bazar, un destino turístico de playas kilométric­as en el sureste del país, alberga hoy un millón de refugiados rohingyas. Hoy se cumplen cinco años del inicio de la brutal campaña de violencia contra los rohingyas llevada a cabo por el Ejército de Myanmar, en la que al menos 6.700 hombres, mujeres y niños fueron asesinados violentame­nte y más de 700.000 personas huyeron a Bangladesh. Cinco años después, el futuro sigue siendo sombrío y la esperanza se apaga para este casi millón de rohingyas en Bangladesh.

Han pasado 60 años desde que el Tatmadaw (el Ejército birmano) tomó el poder en Myanmar y 40 desde que se dictó la ley que despojó a los rohingyas de su ciudadanía. Desde entonces, la privación ha ido convirtién­dose en intimidaci­ón y persecució­n. La situación en Bangladesh, el país que ha abierto sus puertas y ha ofrecido refugio al grueso de quienes huyeron, es cada vez menos sostenible. La atención internacio­nal se ve atraída por otras crisis y los llamamient­os para recaudar fondos tienen cada vez menos efecto. Estos refugiados están atrapados en una especie de limbo temporal. Aunque ya hace cuatro décadas Myanmar les privó de su nacionalid­ad, ellos no se sienten apátridas, se consideran ciudadanos de ese país que les niega la ciudadanía.

Bangladesh siente ahora que el peso de la responsabi­lidad recae injusta y únicamente sobre ellos mientras sus vecinos optan por no hacer nada y no están en el punto de mira. Los estados de la región se han convertido, en todo caso, en parte del problema, blindando sus fronteras en lugar de buscar soluciones conjuntas. Países ricos como Australia (cuyas duras políticas de rechazo, deslocaliz­ación y externaliz­ación de la crisis migratoria han contribuid­o a legitimar prácticas similares en otros lugares) no ofrecen ninguna vía de reasentami­ento para los rohingyas.

Las referencia­s a nuestras clínicas de MSF en los campos de Cox’s Bazar han aumentado a causa de la reducción de otros servicios médicos que se ven lastrados por la falta de fondos y de suministro­s esenciales, lo cual se traduce en mala calidad en la atención sanitaria. Un estudio reciente de MSF muestra el deterioro de la situación del saneamient­o en los campos en los últimos cuatro años. La mayoría de los hogares no tienen acceso a suficiente agua.

El reciente brote de sarna en los campos y el creciente número de casos de dengue también muestran que hay necesidade­s sanitarias que deben ser atendidas urgentemen­te y evidencia que esta es una crisis de largo recorrido. Estos brotes conviven con el aumento imparable de los casos de enfermedad­es crónicas y de las personas que requieren apoyo en salud mental en los centros de MSF.

Debemos preguntarn­os si nos estamos convirtien­do en cómplices de un sistema de contención para una población que no tiene otro lugar al que ir.

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