PP: MARCAR AGENDA Y DISTANCIA
Solo en el mundo virtual de Sánchez y sus estrategas de cámara puede suceder que los pactos con Arnaldo Otegi y con Gabriel Rufián no tengan consecuencias electorales
LA vuelta del verano significa para los socialistas encarar un año preelectoral, con una primera cita en las elecciones autonómicas y municipales de mayo; y una segunda, con las generales de diciembre, siempre que Pedro Sánchez no altere el calendario para ajustarlo a sus necesidades políticas. La decisión de la cúpula del PSOE ha consistido en planificar una campaña de actos públicos, hasta treinta, de aquí a final de año, para que Pedro Sánchez, a rebufo del cuarenta aniversario de la victoria de Felipe González, explique a los españoles lo bien que está gobernando. Los políticos que caen en las encuestas, pierden elecciones y reciben la desconfianza de los ciudadanos tienen dos opciones. La primera es reconocer que estos resultados se deben a una mala gestión de los problemas cotidianos, hacer autocrítica y tomar medidas para cambiar de rumbo. La segunda es aferrarse a la vieja e inútil idea de que lo que sucede es que no se explican bien. Lo dijo Yolanda Díaz con aquella frase histórica de las «cosas chulísimas» y la secundó a su manera la defenestrada Adriana Lastra, cuando quiso esquivar el revolcón electoral que el PP dio a los socialistas en Andalucía. El presidente del Gobierno se ha abonado también al argumento de que el problema es lo mal que explican lo bien que gobiernan.
Realmente es una cuenta atrás hasta llegar a lo que las encuestas pronostican como un cambio de ciclo político, con una victoria holgada del PP y un Parlamento dominado por el centro-derecha y la derecha, quizá parecido a la mayoría aplastante que se da en la Asamblea andaluza. Los dirigentes socialistas vuelven a engañarse si creen que gallegos, madrileños, castellanoleoneses y andaluces han dado su apoyo al PP por no comprender los logros del Gobierno. La explicación es la contraria: todos ellos han dado sus gobiernos autonómicos al PP precisamente porque le han tomado la medida al Gobierno de coalición del PSOE con los comunistas de Unidas Podemos. Solo en el mundo virtual de Sánchez y sus estrategas de cámara puede suceder que los pactos con Arnaldo Otegi y con Gabriel Rufián no tengan consecuencias electorales. O que la ‘gente’ (que antes era el banderín de enganche de votos de Podemos) a la que se dirige la campaña socialista no se dé cuenta de que las decisiones del Ejecutivo agravan las crisis y empeoran sus expectativas.
El PSOE no ha aprendido de sus derrotas electorales en Madrid y Andalucía, y su reacción no ha sido la moderación sino la radicalización, reforzando sus vínculos con los proetarras de Bildu y los golpistas de Esquerra Republicana, redoblando sus insultos contra Núñez Feijóo y consintiendo ataques continuos a las instituciones –el poder judicial, la Corona– por parte de sus socios de Unidas Podemos y demás grupos extremistas.
El Partido Popular tiene en esta campaña ‘in extremis’ del PSOE una oportunidad para reafirmar el mensaje de moderación que está apuntalando Núñez Feijóo y para mostrar las debilidades políticas de Pedro Sánchez, compatibles con sus mayorías en el Congreso de los Diputados, porque son sus debilidades y ambiciones las que propician sus acuerdos con EH Bildu y ERC. Volados desde La Moncloa los puentes de la colaboración política con el PP, el riesgo para los populares es que, por un exceso de confianza, dejen que el PSOE marque la agenda del debate público con medidas populistas y propaganda sectaria. Los aliados del PP no son las compañías de demoscopia, sino los ciudadanos que aspiran a un cambio de ciclo.