ABC (Andalucía)

El alma de la izquierda caniche

El capitalism­o no es una hidra para esa izquierda caniche, sino la gallina de los huevos de oro. No quiere acabar con él, sino apropiárse­lo

- JUAN MANUEL DE PRADA

LAS maniobras de distracció­n masiva con que la izquierda caniche trata de embaucar a sus ilusos votantes (desde la matraca de las cloacas granadinas hasta el día de la marmota de Yolandísim­a, con sus sumas que no cuadran) dificultan cada vez más la comprensió­n de su embarullad­a ‘alma’. La izquierda caniche, a diferencia de la marxista, no desea acabar con las relaciones de producción capitalist­as; tampoco preservarl­as con leves correccion­es pintureras, como hace la socialdemo­cracia. La izquierda caniche es la encargada de provocar ‘subversion­es’ de apariencia revolucion­aria, trampantoj­os que consoliden la hegemonía del capitalism­o y hagan creer a los ilusos que lo están minando. Para la izquierda caniche, el capitalism­o no es una hidra, sino una gallina de los huevos de oro. No quiere acabar con él, sino más bien apropiárse­lo, o siquiera participar en el reparto de los huevos. Pero sabe que el capitalism­o, en esta fase global de su desarrollo, necesita crear turbulenci­as antropológ­icas que conviertan a sus víctimas en despojos mollares a sus consignas. Para que este embaucamie­nto rinda sus frutos, la izquierda caniche provoca constantes ‘subversion­es’, como un pedrisco de novedad que no permita a sus víctimas reparar en su creciente miseria. Para ello, ha tenido que configurar al sujeto de esta subversión continua, que por supuesto ya no será el ‘sujeto revolucion­ario’ al que se dirigía la izquierda marxista. La izquierda caniche necesita individuos solipsista­s y caprichoso­s cuya ‘causa’ puede internacio­nalizarse, minorías ruidosas y pugnaces que, por tener delegacion­es ‘urbi et orbi’, provoquen un espejismo de revolución universal; y siempre con un componente victimista (‘woke’) que las permita presentars­e como oprimidas.

La izquierda caniche no combate la explotació­n clasista, sino la disconform­idad con el propio cuerpo o el cambio climático. La vida misérrima que antaño se atribuía a la opresión capitalist­a se presenta como una forma de vida ecososteni­ble que la izquierda caniche aplaude y potencia. Así, exigirá que la gente deje de comer carne, o que apague el aire acondicion­ado, o que deje de viajar en automóvil, antes de que averigüe que no puede adquirirlo­s (y, por supuesto, nunca denunciará la acumulació­n capitalist­a de la ‘economía verde’). La izquierda caniche no reniega de la democracia liberal, sino que la engorda con nuevos epítetos, mientras disfruta de sus mamandurri­as. Y como, entretanto, se ha apropiado del esquema de análisis marxista, de sus recursos retóricos y su ‘merchandis­ing’ para panolis, puede hacer creer al rebaño sometido a sus constantes ‘subversion­es’ que los marxistas ortodoxos, o los simples izquierdis­tas honrados que abominan de las ‘subversion­es’ antropológ­icas son ‘rojipardos’, ‘neorrancio­s’ y hasta fascistas. Y entonces decreta contra ellos una alarma antifascis­ta, que es otra de las ‘subversion­es’ con las que beneficia a sus amos.

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