ABC (Andalucía)

Polvo al polvo

El término del verano acrecienta la sensación de cambio, de provisiona­lidad y de final de ciclo que agudiza el vértigo de existir sin certezas

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

AFIRMA Ludwig Feuerbach que lo que diferencia al hombre de los animales es la conciencia de lo infinito. Sostiene en ‘La esencia del cristianis­mo’, un libro que influyó en Marx y en Wagner, que los animales son consciente­s de sí mismos, pero que se trata de una percepción inmediata que sólo atañe a sus necesidade­s. En cambio, los seres humanos carecen de límites a la hora de buscar explicacio­nes. El ejemplo más obvio es la religión. El infinito es un bucle que conduce a la incertidum­bre, puesto que nunca podemos estar seguros de las respuestas a las grandes preguntas sobre el origen de la materia y el sentido de la vida. De ahí los cientos de religiones, filosofías y visiones del mundo que han existido a lo largo de la historia de la humanidad.

Desde el materialis­mo más extremo a las tesis idealistas de Berkeley, que sostenía que las cosas existen porque son percibidas por Dios, hay una enorme variedad de teorías que corroboran la tesis de Feuerbach de que la conciencia tiende al infinito. Pero hay una paradoja en esta concepción que resulta imposible soslayar: el tiempo del hombre es muy pequeño, todos estamos condiciona­dos por nuestra educación y nuestro entorno y también poseemos limitacion­es intelectua­les que no podemos superar. Eso me lleva a pensar que lo infinito es en el fondo una abstracció­n, la forma en la que denominamo­s una vasta esfera de la realidad que no podemos conocer. Tal vez lo que llamamos infinito sea pura ignorancia.

Estas reflexione­s se me ocurrían anteayer mientras contemplab­a un atardecer en Bayona. El sol iluminaba la bahía y los cristales de las casas refulgían con su luz mientras el cielo se volvía rojo. El mar se asemejaba a un gran espejo roto por las velas de los barcos. Me pregunté si había algún artífice de esa belleza, de ese momento perdido en la inmensidad del tiempo en un pequeño rincón del planeta. Esa sensación de fugacidad me pareció un sarcasmo tras haber estado leyendo a Feuerbach y me vino a la cabeza que el concepto de infinito es una entelequia, una ficción a la que recurrimos ante la incapacida­d de asumir que sólo somos polvo que volverá al polvo. Es la propia temporalid­ad de la existencia, la conciencia de la precarieda­d, la que nos empuja a creer en verdades absolutas como la eternidad o el infinito, que sólo son proyeccion­es de nuestra mente.

El término del verano acrecienta esa sensación de cambio, de provisiona­lidad y de final de ciclo que agudiza el vértigo de existir sin certezas y sin saber nada sobre el futuro. Por decirlo con una metáfora, el tiempo se estrecha a finales de agosto cuando los días van acortando y las vacaciones se acaban. Una melancolía irreprimib­le invade el alma. Perdone el lector estos desvaríos tan sinceros como personales.

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