Recordando mis veraneos por España
Padrino de un acto de Francisco da Silva de Calheiros
Sánchez se ríe con enorme satisfacción en el momento en que le anuncian, ante el presidente Petro de Colombia, como presidente del Gobierno de la República de España. El Congreso vota telemáticamente el real decreto sobre el plan de ahorro energético. La Princesa de Asturias vuelve a Escocia para empezar su segundo y último curso en el colegio donde ha estado. Alberto Núñez Feijóo inicia un tramo del Camino de Santiago. La ministra
Ribera hace unas declaraciones sorprendentes, aunque a mí no me sorprende nada, en una «ofensiva de trabajo», dando por finalizado el verano. Todo calculado y ordenado.
Yo, de momento, sigo veraneando. No como aquellos años de mi juventud, con tres meses, sin mayores preocupaciones, donde me daba tiempo a todo, incluidas estancias en el extranjero con el pretexto de ampliar conocimientos.
Luego llegaron los veraneos en el Gran Hotel de La Toja, tiempos de pandilla, días de playa y piscina de agua salada y noches de discoteca que derivaron después en cenas y fiestas gloriosas con excursiones en barco hasta las pequeñas islas de las rías gallegas.
Más tarde amplié mis veraneos con estancias en Marbella e Ibiza, donde entre barcos y noches fascinantes pasé años de diversión a tope, sin alcohol ni drogas. Después se me pasó la edad de Ibiza y recalé en Mallorca, una isla maravillosa, donde he disfrutado al máximo de su mar inigualable y de amigos extraordinarios. Por diferentes razones no he estado allí estos últimos tres años, pero, como dice la canción, volveré.
Este verano ha sido atípico, en cuanto al clima del sur gallego, cálido en exceso, muy seco y con la temperatura del agua más soportable. Mi amigo Francisco da Silva de Calheiros e Menezes, conde de Calheiros, ofreció un almuerzo en su importante Palacio, Paço de Calheiros, en Ponte de Lima, denominación que en Portugal se da cuando han pernoctado en ellos algún monarca, para celebrar la introducción de una talla de Santiago Apóstol en la capilla, donde están los restos de sus antepasados, que fue bendecida por don Francisco Javier Porro, párroco de la Real Basílica de Santa María la Mayor de Pontevedra. Un grupo de gaiteros interpretó diferentes composiciones.
Después de un aperitivo, servido en los jardines, los sesenta invitados pasamos a uno de los comedores, donde se celebró la comida, sentados en una enorme mesa, maravillosamente adornada con centros de erizos de castaño, presidida por el propio conde y por Corina Porro. En los postres, apareció un grupo folclórico que animó a los invitados con bailes y cánticos de la región.
Más tarde, el conde de Calheiros, seguido de todos los invitados y precedidos del grupo de músicos, descendimos entre espectaculares viñedos, hacia la torre vigía de la propiedad, donde se procedió a la inauguración de la fiel reconstrucción, que data del siglo XII, donde luce el estandarte de la familia. Se procedió a la ceremonia de cortar la cinta, con los colores blanco y azul, de la monarquía portuguesa, que me correspondió a mí el honor de hacerlo como padrino del acto, cosa que agradecí con unas palabras ante tal generosidad.
La fiesta se prolongó hasta primeras horas de la noche.
«Amplié mis veranos con estancias en Marbella e Ibiza, donde pasé noches de diversión, sin alcohol ni drogas»