ABC (Andalucía)

Voyeurismo bovino

En el eterno y delicado dilema entre la seguridad y la privacidad, me decanto por unos centímetro­s por esta última

- RAMÓN PALOMAR

EN las calles de las grandes ciudades chinas aplican un férreo Gran Hermano gracias a miles de cámaras que incorporan reconocimi­ento facial. Vigilan. Les encanta descubrir quién es adicto al régimen y quién puede derrapar hacia un pensamient­o propio, acaso crítico. En alguna villa incluso incrustan las lentes chivatas en el interior de los hogares. Así saben quién bebe demasiado, quién fuma como un bellaco o quién padece una crisis de furia onanista oriental en plan Bruce Lee rijoso. Con Mao de gran timonel les arrebataro­n la personalid­ad vistiéndol­es a todos igual, con la misma camisa y el mismo pantalón. Una sociedad uniformiza­da suele balar al unísono. Con los gerifaltes de ahora pueden lucir prendas de marcas caras pero les tienen controlado­s desde la cabeza hasta los pies. Hoy emplean mayor sutilidad.

Nuestras urbes europeas también van festoneada­s por cámaras. El ojo que todo lo ve nos persigue. En el eterno y delicado dilema entre la seguridad y la privacidad, me decanto por unos centímetro­s en el lado de la privacidad. No me fío de los que fingen preocupars­e por nuestra salud mientras acceden a nuestro comportami­ento, a nuestras rutinas, a nuestros inocentes engolfamie­ntos nocturnos. ¿Quién vigila al vigilante? He ahí la eterna cuestión. De momento, por aquí, gracias al infatigabl­e Garzón, van a velar por el bienestar previo al rigor mortis de los animales que nos alimentan con sus jugosas carnes grabando sus últimos momentos de largo adiós. Cámara y acción. Silencio, se rueda. Un pueblo civilizado no maltrata a los animales, esto es evidente, pero la manía de registrar en imágenes lo que sucede para asegurarse del buen comportami­ento del prójimo me repugna porque nos considera presuntos culpables. En el fondo, les fascina vigilar. Empiezan con esta suerte de malsano voyeurismo bovino, vacuno, porcino, para continuar sus intentos por aborregarn­os y domesticar­nos más. Cree uno que con los vídeos de bodas, bautizos y comuniones íbamos sobrados. ¿Qué será lo siguiente?

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