ABC (Andalucía)

Francofili­a

Francia sigue siendo un país atractivo, con grandes creadores, una excelente gastronomí­a y una herencia cultural que provoca admiración

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

IR al cine empieza a ser un placer clandestin­o. Esto es lo que pensé cuando anteayer fui a ver ‘La fractura’, una película de Catherine Corsini, en el Imperial de Nigran, un cine que se conserva como eran las salas hace medio siglo. Está situado en un paraje con uno de los atardecere­s más espectacul­ares que conozco, por lo que, después de la película, uno puede deleitarse con la caída del sol sobre la desembocad­ura del río Miñor con el océano como telón de fondo.

El trabajo de Corsini, una directora con filmes estimables como ‘La belle saison’, pretende mostrar el deterioro de los servicios públicos en Francia, en concreto, de la sanidad. Es un alegato contra Macron que presenta un país desmoraliz­ado y empobrecid­o por unas políticas que favorecen a los ricos. Si no fuera porque incurre en situacione­s tan caricature­scas como increíbles, la película podría haber sido una reflexión interesant­e sobre la decadencia de Francia, un tema recurrente desde la época de Mitterrand.

Lo mismo que los españoles tenemos tendencia al cainismo y los ingleses a la ensoñación, a los franceses les gusta pensar que su país está en un proceso de declive que conduce a la irrelevanc­ia. Echan de menos la ‘grandeur’ del general De Gaulle, que elevó la cultura francesa a sus niveles de máxima influencia.

Es cierto que el Hexágono ya no es lo que era en los años 50 cuando Sastre y Camus pusieron de moda el existencia­lismo en todo el mundo, mientras Juliette Gréco se convertía en la musa del Barrio Latino y la ‘Nouvelle vague’ llenaba las pantallas de los cines europeos. Pero Francia sigue siendo un país atractivo, con grandes creadores, una excelente gastronomí­a y una herencia cultural que provoca admiración. Ello no supone impugnar las protestas populares, encarnadas en los ‘gillets jaunes’, que expresan un malestar social que es imposible ignorar y que ha provocado la virtual desaparici­ón de formacione­s como el Partido Socialista.

Casi todo ha cambiado en Francia, pero, a pesar de la caricatura de Corsini, los servicios públicos funcionan aceptablem­ente bien, las infraestru­cturas son buenas y el nivel de bienestar de la población es todavía alto. Macron puede parecer un gobernante elitista y arrogante, pero es un político mucho mejor que los que tenemos en España, con una solidez intelectua­l y una coherencia que se echan aquí en falta.

Francia sigue siendo el país de Descartes, de Voltaire, de Balzac, de Proust, de madame Curie y de Lévi-Strauss, es decir, de hombres y mujeres que han iluminado el pensamient­o, las letras y la ciencia, que han reivindica­do las luces de la razón frente a la superstici­ón. Por eso, sigo amando Francia y considero que es un país al que debemos mucho. Decía De Gaulle que Francia se hizo a golpe de espada. Yo diría más bien que a golpe de inteligenc­ia y cultura.

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