ABC (Andalucía)

El Juli gobierna en el día grande

▶ Su maestría se inventa una salida a hombros con el lote más insulso de Montalvo, y Rufo se queda en el umbral

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Ay, si El Juli coge el lote de Manzanares, revienta la tarde. Pero no, allí no reventó nada de verdad con una corrida de Montalvo que se dejó y en la que hubo de todo, desde la nobleza y la sosería, hasta los rebrincado­s por su contado poder y toros de más emotividad. Para Julián López fue el dúo más insulso. Y, curiosamen­te, fue el que más gobernó en el día grande hasta inventarse por enésima vez un triunfo. Solo una mente privilegia­da como la suya es capaz de lograr que los pañuelos afloren en el tendido y en la presidenci­a para no marcharse a pie.

Su desmedida afición trató con paciencia a los que cayeron en su bolita, a los que sacó hasta lo que no tenían. Y era mucho lo que les faltaba. En todos los sentidos... Qué pena criar un toro con esa categoría, musculado y con sus guapas hechuras, para que luego aparezca en la plaza con unos cuernos tan indignos. ¿Nadie se sonroja? Nada más salir el primero, se escobilló el pitón izquierdo, si es que a eso se le podía llamar pitón. Que aquí nadie quiere ciervos ni mucho menos puntas de bisturí, pero hay presencias, o ‘despresenc­ias’, que claman al cielo. A su agradable cabeza se sumó su ausencia de casta. De corto viaje y de corta fortaleza –había muchas cosas cortas en Zocatín–, atendió con obediencia a la perfecta técnica de El Juli, que principió con listeza por alto y logró sostenerlo en una templadísi­ma faena. Con el animal completame­nte desfondado, la alegría de unos molinetes y la eficaz estocada le entregaron una oreja.

Otra más logró del cuarto. Genuflexo y con un guiño al tendido imantó desde el inicio la embestida a sus telas. Qué máquina. El torero, no el manejable toro. A favor de Melonito lo hizo todo. Y así, sin atosigarlo, a media altura, lo condujo a derechas. Poco a poco, lo apretó, con el toque exacto y empapándol­o de muleta. Medio viaje lucía por el izquierdo, sin entregarse, por lo que se centró en la mano de la cuchara. Un redondo interminab­le capturaron los focos. A media altura casi todo, con cierres en los que barría el lomo en el de pecho y la arena en la trincheril­la.

En el umbral de la puerta grande conquistad­a por El Juli se quedó Tomás Rufo en el último. Un soberbio Fernando Sánchez se desmonteró con los palos en este sexto, en el que también debió descubrirs­e Carretero, maestro de plata. Buscó el toledano deseoso la gloria, desde el saludo al quite por chicuelina­s. Y en los medios se plantó tras el brindis para conducir la embestida de Ocultado. Aunque los molinetes fueron lo más jaleado, hubo unos naturales de mucho pulso y otra serie más roto con un montalvo que hincó los pitones de su cómoda testa en la arena. A medias tenía el depósito de la casta, tónica del sexteto. Aun así, aguantó con su calidad un sinfín de muletazos del dispuesto Rufo, que se entregó al entrar a matar. Un seco pitonazo le costó el espadazo, que ya de por sí contenía premio. Dos orejas le pidieron, pero el palco, a veces tan dadivoso, ahora se puso serio y solo otorgó una. El acero le privó de tocar pelo en el anterior tras una templada labor a un toro con sus cositas buenas, pero que decía menos que el mudo de los hermanos Marx.

Para Manzanares fue el lote de más transmisió­n: un tercero con exigencias y un estupendo quinto, como se adivinaba por sus hechuras. Entre dos aguas, sin alcanzar el ritmo, se vivió su paso por Palencia, gobernada en su festivo día por El Juli.

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// EMILIO MÉNDEZ El Juli, en el inicio de faena al cuarto toro de Montalvo

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