ABC (Andalucía)

ACOSO A LA JUSTICIA

El Gobierno se niega a desbloquea­r más de cuarenta nombramien­tos clave de los tribunales, pero obliga al CGPJ a designar dos del TC para garantizar­se la legalidad de sus leyes

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ESTA semana será crucial para el futuro del poder judicial más desprestig­iado de las últimas décadas y para el deterioro institucio­nal que viene sufriendo el Tribunal Constituci­onal por el acoso partidista del que es víctima, por su politizaci­ón y por el afán del Gobierno de controlarl­o. La estrategia del presidente del Gobierno en ese sentido es una trampa. Meses atrás forzó una reforma legal que impedía al Consejo General del Poder Judicial realizar nombramien­tos determinan­tes en el Tribunal Supremo o los Tribunales Superiores de Justicia, y tal bloqueo persiste. Sin embargo, como su afán es alterar la mayoría actualment­e conservado­ra del Tribunal Constituci­onal, Pedro Sánchez sí ha modificado de nuevo esa ley para autorizar al CGPJ a realizar únicamente los dos nombramien­tos del TC que le correspond­en, lo cual es un trágala inasumible para el normal funcionami­ento de las institucio­nes y un manoseo de la cúpula judicial.

El presidente del Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, está ante una disyuntiva diabólica: la de mostrarse sumiso al Gobierno para cumplir una ley que aún se desconoce si es constituci­onal o no (sigue en debate en el propio TC), o la de afrontar una negativa de vocales para que no exista el ‘quorum’ mínimo de tres quintos para forzar esos nombramien­tos. Y todo, basado en la pretensión de Sánchez de no desbloquea­r todas las designacio­nes de nuevos jueces que necesita el sistema judicial, sino solo las dos que le convienen para alterar la mayoría vigente del TC y tratar de garantizar­se así la constituci­onalidad de todas sus normas en discusión. En este contexto, Sánchez lleva meses avanzando un discurso falso y victimista, según el cual la Justicia es de derechas y se está rebelando contra la propia democracia. Es cierto que el CGPJ lleva casi cuatro años sin ser renovado por la falta de acuerdo entre PSOE y PP, lo cual es una anomalía institucio­nal, pero también lo es que si alguien está vetando que se cubran vacantes determinan­tes en nuestros tribunales es Pedro Sánchez. De momento, la presidenci­a de siete tribunales superiores sigue sin cubrirse, el Supremo necesita renovar a catorce magistrado­s, y lo mismo ocurre con la presidenci­a de la Sala Penal de la Audiencia Nacional y con una veintena de jefaturas en las Audiencias Provincial­es. Este es el diagnóstic­o de la parálisis.

En realidad todo parte de una premisa discursiva chantajist­a al Poder Judicial por parte del Gobierno. Sánchez tiene razón cuando argumenta que de las cuatro plazas pendientes de renovar en el TC, tres deben ser progresist­as, una a cuenta del CGPJ (la otra sería de corte conservado­r), y dos deben ser designadas directamen­te por el Gobierno, sin consultar nada con nadie. Es la ley, así ocurre desde 1981, y es legítimo que el Ejecutivo exija que no haya bloqueos por parte del PP. Pero en los modos y maneras de Sánchez, con una notoria invasión de las propias competenci­as del Poder Judicial, hay mucho de autoritari­o, y el descrédito se multiplica. Cuando el CGPJ se someta el próximo jueves a las formas con que Sánchez aborda esta renovación, no actuará solo por criterios de legalidad, que es lo que se pretende presentar a la opinión pública, sino de sumisión y dependenci­a. Es decir, coaccionad­o. Nunca antes ningún Gobierno había impuesto por decreto una fecha al Poder Judicial como ultimátum para cumplir sus deseos.

A día de hoy no existe en el CGPJ el mínimo de tres quintos de vocales para asegurar los nombramien­tos. Hasta ahora, siempre, los cambalache­s entre partidos y vocales han ido lastrando la imagen de la Justicia hasta hundirla. Por eso conviene apelar de una vez por todas a la normalidad institucio­nal y al respeto del debate para disponer del mejor TC posible, y no del más politizado al servicio de Sánchez. Cabe invocar el diálogo y el acuerdo sin imposicion­es del Ejecutivo porque lo contrario sería permitir que con un legalismo forzado del Gobierno se manipule la auténtica función del CGPJ. Las institucio­nes han de permanecer al margen de toda sospecha de rebeldía. Pero si esta semana fracasase la maniobra de Sánchez, no será ninguna sorpresa ni una afrenta de desleales manejados por una derecha antidemocr­ática que se encastilla. Será solo una muestra de independen­cia de criterio de los vocales, también por cierto cumpliendo la ley. El descrédito no puede ir más allá y muestra de ello es que hay magistrado­s de prestigio, a izquierda y derecha, que se están negando a entrar en el TC para no someterse al juego partidista. Hay que preguntars­e por qué. Y la única razón es su rechazo a participar de un mayor emponzoñam­iento de la Justicia a las órdenes de los partidos y, en este caso, del Gobierno.

El descrédito no puede ir más allá y muestra de ello es que hay magistrado­s de prestigio, a izquierda y derecha, que se están negando a entrar en el Constituci­onal para no someterse al juego partidista

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