Atentado lleno de agujeros
Lo indudable es que el lance ha dado a Cristina Fernández un plus de popularidad y martirio
Lo único seguro en el bizarro acaecimiento ocurrido en Buenos Aires es que Iberoamérica se está yendo por la cañería toda ella, de norte a sur, de este a oeste, sin que se salven grandes ni pequeños, ricos ni pobres. Atentar contra la vicepresidenta puede no aceptarse, pero no extraña en uno de esos países carcomidos por la corrupción y las drogas, pero no en uno culto y rico como Argentina. Aunque asombra todavía más que el autor del atentado sea brasileño, famosos por su jovialidad. Stefan Zweig llamó a Brasil, donde se refugió huyendo de Hitler, ‘país del futuro’. Hoy se ve acosado por la radicalización, y el empobrecimiento. Sin que se le vea fin.
El episodio está tan lleno de agujeros que, aparte de condenarlo, nada seguro puede decirse de él. El detenido tiene la nacionalidad argentina y un historial anodino sin constar que estuviera relacionado con grupos peronistas ni antiperonistas. Misteriosa es la pistola con la que apuntó a Cristina Fernández sin que ella se diera cuenta. Pero, ¿pero por qué no disparó si, al parecer, apretó el gatillo? ¿Se encasquilló o en aquel momento no había una bala en la recámara? Para complicar las cosas, llevaba un revólver sin balas. Hasta que no lo aclaremos, todas son especulaciones y él se niega a hablar, la Policía no suelta palabra y puede que sea por no saberlo o por saber demasiado.
Lo indudable es que el lance ha dado a Cristina Fernández de Kirschner un plus de popularidad y martirio entre una población que busca desde hace década una nueva Evita en un momento en que más lo necesitaba ya que un fiscal había pedido doce años de cárcel para ella por prácticas ilícitas a lo largo de su larga vida política. Condenarla hoy por ello será peligroso. Absolverla, ilegal. Lo que significa que el caso se prolongará como un culebrón televisivo sin que lleguemos a saber lo ocurrido. Pero como no es un culebrón, Argentina se verá azotada por la polarización y radicalización que sufre hoy todo el continente, incluido el gigante del Norte. Puede ser un consuelo aunque, como el mal de muchos, triste.