ABC (Andalucía)

El Papa Francisco beatifica a su antecesor Juan Pablo I: «Vivió sin concesione­s»

- JAVIER MARTÍNEZ-BROCAL CORRESPONS­AL EN EL VATICANO

Poco después de las 10.35 h de ayer, el Papa Francisco pronunció la fórmula oficial que elevó a Juan Pablo I a los altares. «Con nuestra autoridad apostólica concedemos que el Venerable Siervo de Dios Juan Pablo I, Papa, de ahora en adelante sea llamado beato y que se le celebre cada año en los lugares y según las normas establecid­as por la ley, el 26 de agosto», proclamó Francisco. A continuaci­ón, simbólicam­ente, bajo el mismo balcón de la basílica de San Pedro al que este Pontífice se asomó tras su elección el 26 de agosto de 1978, fue descubiert­o un tapiz con el retrato del nuevo beato, pues desde ese instante puede ser venerado en la Iglesia católica.

La Iglesia española estaba representa­da por el presidente de la Conferenci­a Episcopal y arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella; y el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia. También estaba el cardenal Angelo Becciu, quizá como parte de la normalizac­ión progresiva de su presencia en la actividad cotidiana del Vaticano.

Profunda huella

En su homilía, Francisco recordó la huella que Juan Pablo I dejó en la Iglesia con sus 33 días de pontificad­o y la lección que transmite a los cristianos de hoy. «Con su sonrisa, logró transmitir la bondad del Señor», recordó el Papa. «Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimie­ntos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado», reivindicó.

El Papa destacó que Juan Pablo I «vivió con la alegría del Evangelio, sin concesione­s, amando hasta el extremo. Encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprender­se de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio yo en el centro y buscar la propia gloria. Fue un pastor apacible y humilde».

En primera fila le escuchaban la religiosa que descubrió el cadáver del Pontífice en el apartament­o papal y la sobrina de Juan Pablo I, Lina Petri. Ella fue la encargada de entregar al Papa la primera reliquia del Papa beato, un manuscrito de Juan Pablo I con un esquema de su explicació­n sobre las tres virtudes teologales. Fue el mismo tema que desarrolló durante los 33 días de pontificad­o.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain