ABC (Andalucía)

Enrique Blanco, el héroe que huyó del mundo

‘Barcelona Tahití’, de Martí Crespo, desvela los misterios del profesor famoso en 1930 por su viaje de Boston a Barcelona

- SERGI DORIA

El 5 de octubre de 1930, Enrique Blanco Alberich atraca en el puerto de Barcelona, procedente de Boston. Le acompañan Mary Rader, su esposa norteameri­cana, y su hija de 7 años, Evaline Lucy, Evalú. Culmina la gesta con una pequeña embarcació­n a vela de 37 pies de eslora y 6 de calado. Cuarenta mil personas vitorean al ‘Colón del siglo XX’; Alfonso XIII le felicita por telegrama. Blanco compró el balandro con los ahorros que reunió como profesor de español en las universida­des de Wisconsin, Ohio e Iowa, y lo bautizó con el nombre de la pequeña Evalú. La familia zarpó de Boston el 12 de julio para una travesía de 85 días.

El periodista de La Vanguardia José Escofet estrecha la mano del aventurero. «Tipo norteameri­cano, con el pelo gris y la cara joven, donde lo moreno de la tez es el único indicio de un origen apagado por la adaptación...». Blanco necesitará algo más que promesas y homenajes: «Él desea quedarse... Pues bien: ya estamos en el terreno práctico, adonde querían traernos aquellos que todo lo miran a través de la utilidad material. A los deportista­s correspond­e la iniciativa...».

«Ni gentil ni eficaz»

El editor del semanario La Rambla, Sunyol i Garriga, manifiesta la misma opinión: «Hay un aplauso mayor, otra cordialida­d que Blanco agradecerá tanto o más... y es el de conservarl­o entre nosotros. No sería gentil, ni eficaz que tuvieramos que reunirnos otro día en el puerto para despedir al Evalú y su tripulació­n, en busca de otros cielos porque la vida no fue posible bajo los cielos de Cataluña. Como catalanes nos sentíriamo­s avergonzad­os. Como hombres, humillados».

Blanco cuenta su aventura en ‘La gesta del Evalú’, que el semanario La Rambla vierte en catalán con el título de ‘Boston-Barcelona’. Una mañana de invierno de 1999 descubrí un ejemplar de ‘Boston-Barcelona’, con portada de Hélios Gómez, en una parada de viejo. Al abrir el libro vi que estaba autografia­do por Blanco. La tinta, del color de la mar, no se había desleído; como si el autor pidiera, desde el Más Allá, ser recordado. Blanco encarna al ‘self made man’. El pillete de 13 años de la Barcelonet­a que escapó de polizón en un mercante retorna victorioso a su ciudad tras cuatro décadas en Estados Unidos. ¿Sería profeta en su tierra? El recibimien­to fue tan estruendos­o como efímero. Las buenas palabras quedaron en nada. Blanco volvió a partir, de forma cuasi clandestin­a en marzo de 1931. Le seguí la pista en las hemeroteca­s. Cronología cada vez más escueta y confusa, hasta disolverse en un olvido oceánico. ¿Quién fue realmente Blanco? ¿Héroe? ¿Inconformi­sta? ¿Ególatra? En las memorias que reedité en 2006 en La Campana, con una investigac­ión sobre su estancia barcelones­a, el capitán evoca sus orígenes humildes, el descubrimi­ento del mar como grumete, los hedores a sudor y los tragos de ‘schnapps’... Su llegada a Estados Unidos, los tres años de soldado y su americaniz­ación hasta estabiliza­r su vida como profesor universita­rio.

Pese a la construcci­ón mediática del héroe, Blanco aspiraba a ser un antihéroe: prefiere la soledad deseada de la travesía marinera que el zumbido urbanita. En los silencios del Atlántico, mientras afronta los peligros de su embarcació­n precaria, el profesor devenido en capitán desvela las aristas de su personalid­ad y la culpabilid­ad por haber empujado a su mujer y su hija a lo que llama «heroismo en familia». Entre calmas desesperan­tes y temporales culmina la ruta del hombre que combate su inadaptaci­ón social en los océanos.

Crisis nerviosa

Recién llegada a Barcelona, su esposa Mary padece una crisis nerviosa. La travesía ha pasado factura. El 13 de octubre de 1930 ingresa en la clínica del doctor Emili Mira, a quien Blanco conoció en la universida­d norteameri­cana. Ante la vacuidad de las promesas, el héroe que no quiere serlo constata su incapacida­d para echar raíces; ha llegado la hora de poner océanos de por medio y dar la vuelta al mundo: «Soy fatalista. Creo que tengo alguna cosa del estoicismo árabe. Lo que ha de pasar, pasará; y pasará haga lo que haga. Creo que si mi destino es morir en un día determinad­o, moriré ese día, tanto si estoy en alta mar, a bordo de mi balandro, como si estoy en el lugar más cómodo del mundo».

«Blanco se va», titula La Rambla: «Dentro de unas semanas –no muchas– volverá a embarcarse con el mismo balandro, el ‘Evalú’, para emprender una nueva aventura, otra gesta: la ‘volta al món’, acompañado de su hijita y de una tercera persona cuyo nombre no conocemos todavía». El 24 de marzo de 1931, el periodista Emilio Pellicer constata en La Vanguardia el olvido del héroe: «Ninguna clase de empleo –nos ha dicho el profesor Blanco- que me permita vivir a mí y a los míos, me ha sido ofrecido en mi propia tierra, a pesar de haberlo solicitado con interés y cariño. Continúo viviendo de limosna, gracias a la Diputación Provincial de Barcelona, cuya corporació­n me prolongó últimament­e la pensión en la Residencia de Estudiante­s. Pero el tiempo vuela y el nuevo plazo está terminado, y yo continúo sin un céntimo para hacer frente a la vida, en una ciudad como esta, donde, además, tengo a mi esposa enferma y recluida en una clínica frenopátic­a».

Blanco zarpa hacia Santa Cruz de Tenerife con su hija Evalú y un grumete llamado Morató, al que echará del bar

co en el puerto de Tenerife por su inexperien­cia marinera.

En ‘Barcelona Tahití’ (Vibop), Martí Crespo reconstruy­e aquella última travesía. De Boston a Barcelona y de Barcelona a la Polinesia. El remozado balandro navega por Venezuela, el canal de Panamá, las islas Marquesas con Tahití como destino.

En Papeete, Blanco alterna la docencia en el colegio religioso La Mennais con su trabajo de guía turístico. Evalú prosigue sus estudios en Nueva Caledonia, cuartel general de la flota estadounid­ense del Pacífico. Poco antes del ataque japonés a Pearl Harbour, y como ciudadana americana, es repatriada a Cleveland, donde reside su madre, vía San Francisco.

Blanco, que tiene casa en la rue Perrotte de Papeete, no volverá: «Me encanta América, y admiro y me gusta profundame­nte el pueblo americano, pero nada me puede convencer para volver a esa carrera de locos», contesta por carta a unos colegas de la universida­d de Wisconsin. Evalú seguirá también su camino: estudia Biblioteco­nomía en México, donde conoce a su marido, y se jubilará como biblioteca­ria. Hasta su muerte, en 2014, recuerda con agradecimi­ento la vida aventurera que le brindó su padre y se implica en la asociación de navegantes solitarios SOS (Solteros en Veleros), explica Crespo.

El químico catalán Albert Folch, propietari­o de las pinturas Titanlux, también conoció a Blanco en un viaje a la Polinesia con el escultor Eudald Serra. «En Moorea nos acompañó el que llamamos profesor Blanco… Es uno de estos españoles, hoy naturaliza­do americano, que se ve por esos mundos, verdaderos aventurero­s», escribe el 10 de mayo de 1962.

En 1963 un lector de Blanco y Negro, Alfonso Candela, elogia la gesta de Blanco de Boston a Barcelona en 1930: «Siempre me sorprendió que en España no se supiera nada de esto, cuando tantos navegantes solitarios americanos y franceses se han disputado la amistad de este español célebre que conoció a todos los grandes navegantes de Pacífico (incluido Alain Gerbault), y que sigue viviendo en la Polinesia propagando el castellano en las escuelas francesas».

Candela, que conoció a Blanco en el Colegio de los Hermanos Católicos de Papeete, le propuso escribir sobre aquella segunda travesía: «Me contestó con gran sencillez que él no quería darse a conocer a menos que se lo pidieran».

Ya no hubo tiempo. Enrique Blanco Alberich murió el 30 de julio de 1964. Una tumba blanca en el cementerio de la Uranie de Papeete es el último refugio del hombre que quiso huir del mundo moderno. «Priez pour lui» («Ora por él»), reza la lápida. Su peripecia vital tuvo final feliz. Hallar su lugar en el mundo.

Blanco murió el 30 de julio de 1964. Una tumba blanca en el cementerio de la Uranie de Papeete es su último refugio

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La familia de Blanco, antes de embarcar. Debajo, Evaline Lucy en la Residencia de Estudiante­s de Barcelona
// ABC HAZAÑA La familia de Blanco, antes de embarcar. Debajo, Evaline Lucy en la Residencia de Estudiante­s de Barcelona
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 ?? ?? DESTINO TAHITÍ A la izquierda, Blanco junto a su mujer, Mary Rader, y su hija, Evaline Lucy, a bordo del Evalú, Debajo, el aventurero en la isla de Tahití
DESTINO TAHITÍ A la izquierda, Blanco junto a su mujer, Mary Rader, y su hija, Evaline Lucy, a bordo del Evalú, Debajo, el aventurero en la isla de Tahití
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La llegada del Evalú a Barcelona en octubre de 1930, después de tres meses de navegación, resultó todo un acontecimi­ento.
// ABC LLEGADA TRIUNFAL La llegada del Evalú a Barcelona en octubre de 1930, después de tres meses de navegación, resultó todo un acontecimi­ento.
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