Tras los restos de la batalla de las Navas de Tolosa
Un equipo multidisciplinar de expertos investiga de forma novedosa los escenarios del épico combate de 1212 que se saldó con la victoria cristiana sobre los almohades
Su objetivo es delimitar tanto el campo de batalla como los lugares donde acamparon los ejércitos y las rutas que siguieron
Era lunes aquel 16 de julio de 1212. Amanecía en el actual Parque Nacional de Despeñaperros y dos formidables ejércitos se disponían a librar una batalla épica. Hacía días que las tropas almohades del califa Al-Nasir, llegadas desde Sevilla, habían acampado en las proximidades del actual pueblo jienense de Santa Elena, a la espera de la gran expedición cristiana que había partido desde Toledo. El ejército almohade había fracasado en su intento de eludir el choque frontal, tratando de bloquear su paso en Sierra Morena. Con la ayuda de un pastor que conocía bien la zona, el ‘ejército del Señor’ que formaban los hombres de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII el Fuerte de Navarra, reforzados con cruzados llegados de otros reinos europeos como Francia, Inglaterra, Italia y Alemania, había logrado atravesar los pasos y se había instalado frente a sus enemigos en el cerro conocido como la Mesa del Rey. Aunque algunas fuentes medievales llegan a hablar de hasta un millón de efectivos de una y otra parte, estudios más serios apuntan a que el ejército cristiano estaría formado por unos 12.000 hombres y en el almohade participarían entre 22.000 y 30.000. Ese 16 de julio medirían sus fuerzas, con el resultado por todos conocido del contundente triunfo cristiano.
Sobre esta histórica batalla de las Navas de Tolosa, que las fuentes árabes denominaron ‘de la Cuesta’, se han escrito ríos de tinta. En el Centro de Interpretación situado en el lugar se explica quiénes fueron sus protagonistas y cómo se cree que transcurrió el enfrentamiento. Por la zona se han encontrado puntas de flecha y restos materiales, que por desgracia han sido objeto de expolio durante décadas. Pero hasta ahora no se había llevado a cabo un estudio arqueológico tan ambicioso como el que ha emprendido este año un equipo multidisciplinar de unos veinte investigadores de la Universidad de Jaén, la Complutense de Madrid y Patrimonio Nacional, entre los que figuran prestigiosos expertos en armamento antiguo como Álvaro Soler del Campo, conservador de la Real Armería; los profesores Juan Carlos Castillo, Manuel Retuerce y Miguel Ángel Lechuga, y el biólogo José Ambrosio González, director del Parque Natural de Despeñaperros.
Nuevos métodos
En este proyecto coral, financiado por la Junta de Andalucía y la Unión Europea a través de los fondos Feder y que cuenta con la colaboración de la Diputación de Jaén y del Ayuntamiento de Santa Elena, se está aplicando la metodología de prospección arqueológica que ha empleado con notable éxito el Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica para investigar los escenarios de la Segunda Guerra Púnica en Baecula e Iliturgi. «Llevada esta metodología al campo de la batalla de las Navas, que se trata de un hecho histórico sin precedentes puesto que fue la primera y la única cruzada internacional en territorio europeo, estamos convencidos de que puede dar los mismos resultados espectaculares», explica Irene Montilla, profesora de Historia Medieval de la Universidad de Jaén e investigadora principal del proyecto.
Tomando como base las fuentes históricas, los expertos están realizando una prospección sistemática de todo el área del campo de batalla y sus proximidades, cuadriculando el terreno y recorriéndolo después con detectores de metales. Cada punta de flecha, cada clavo de herradura o cada adorno de indumentaria que encuentran se georreferencia. De esta manera, según relata Montilla, podrán «delimitar tanto el campo de batalla como los campamentos e incluso dentro de éstos, dónde se encontraban los reyes y los caballeros, dónde se preparaban los alimentos o dónde se ponían las herraduras a los caballos».
«Eran ejércitos muy heterogéneos y eso nos ofrece la oportunidad única de poder fechar con una cronología absoluta, en el preciso mes de julio de 1212, toda una serie de materiales, sobre todo de armamento e indumentaria, que pueden proceder de sitios muy diversos», añade la investigadora.
Rutas y refriegas
En la primera campaña realizada en junio, los investigadores se han centrado en la zona de Castro Ferral, una fortificación almohade que fue tomada por el ejército cristiano en una de sus primeras acciones y después reconquistada por los musulmanes. Los investigadores quieren estudiar cómo se desarrollaron esas primeras escaramuzas. «Entre el 13 y el 16 de julio los dos ejércitos no entran en batalla abierta, pero sí mantienen pequeñas refriegas y queremos precisar espacialmente dónde se produjeron porque eso nos va a dar idea de cuáles fueron los caminos que siguieron cada uno de los ejércitos y qué tácticas se emplearon antes de la batalla campal», señala Montilla. En particular, pretenden precisar el recorrido que siguió el ejército cruzado hasta asentarse en la Mesa del Rey.
Ciencia para el entorno
Los investigadores han prospectado la zona de Castro Ferral y este septiembre limpiarán la estructura defensiva y realizarán un estudio arqueológico de sus muros con vistas a su posterior recuperación. «El proyecto no se limita a estudiar el campo de batalla, objetivo de por sí ambicioso –explica Montilla–. Queremos que tenga una proyección social porque estamos muy concienciados con la responsabilidad que tenemos como científicos de transferir nuestro conocimiento y que pueda servir a estos lugares para incentivar su cultura y el turismo».
También han comenzado las prospecciones en Mesa del Rey, donde pretenden delimitar con más detalle los espacios gracias a su metodología y extraer nuevas conclusiones.
Hasta el momento han encontrado varios cientos de piezas, entre las que figuran gran variedad de puntas de flecha, elementos de indumentaria de caballeros y caballerías, así como numerosos clavos de herradura que, si bien son objetos menores en cuanto a su musealización, aportan valiosa información al estudio arqueológico de la batalla, ya que indican dónde se situaban los distintos lugares funcionales del campamento. «En la zona donde hemos encontrado concentraciones de clavos de herradura evidentemente no estaban las tiendas de reyes y caballeros cristianos», comenta la historiadora.
En un espacio tan enorme como el escenario de la batalla de las Navas de Tolosa y sus alrededores, con una superficie de unos 50 kilómetros cuadrados, los dos años previstos para esta investigación se antojan escasos, pero Montilla explica que su intención es sentar las bases para futuros proyectos que continúen su labor. Les gustaría además que su estudio sirviera para frenar el expolio que ha sufrido la zona de forma sistemática por detectoristas de metales clandestinos y lograr una protección para este lugar histórico del Parque Natural de Despeñaperros como Bien de Interés Cultural.