ABC (Andalucía)

Entre la furia y el clasicismo

▶ A Roca Rey le piden el rabo por una faena apabullant­e y sale a hombros con Uceda Leal, el torero del poso y la elegancia

- ROSARIO PÉREZ SAN SEBASTIÁN DE LOS REYES

Llegó Uceda Leal y se hizo el toreo. Ráfagas de eternidad desprendía su muleta. Su veteranía otorgaba un poso superior a cada muletazo, a cada caminar. De rodillas sorprendió para saludar al segundo de su lote. Subió éste algo el nivel de la impresenta­ble primera parte del Vellosino, que acabaría lidiando una corrida de variado juego, con sus opciones. Se le adivinó desde la salida a este cuarto su clase y el madrileño la disfrutó. De pronto, y como si nada, la torería inundó la arena en los ayudados por bajo. Qué sabor cada remate. Crecido en los derechazos, se agigantó en el cambio de mano, con el toro embistiend­o de maravilla. A estribor dirigió la obra, en la que solo en el epílogo explotó el pitón zurdo. Tarde quizá, pero qué naturales, roto y templado. Aromas de clásico pasado había traído el trincheraz­o, como la estocada, marcando los tiempos con pureza. Feliz paseó las dos orejas el sustituto de El Juli, lesionado tras ser pisoteado por un torrealta la tarde anterior en Palencia. El oficio de José Ignacio quiso tapar los defectos del primero, que no podía con su alma y pedía con urgencia la muerte, aunque esta vez se atascó con el acero.

Y de aquellas supremas elegancias a la furia arrogante de Roca Rey. Qué figura. Sabedor de que el viejo roquero tenía la puerta grande, todo lo dio en el sexto, un toro a menos con un torero a más. Dominador, exprimió hasta la última gota para meterse en ese sitio inverosími­l en el que los pitones le rozaban desde la taleguilla al corazón. Indomable latía el del peruano en aquel arrimón, coronado con un inapelable espadazo. Hasta el rabo le pidieron, aunque todo quedó en dos orejas. Otra más había cortado al anovillado tercero. Ni para un análisis lo picó antes del ajustadísi­mo quite por chicuelina­s. Se movió el chiquitín en su poderosa muleta, que alargó la embestida a derechas antes de adornarse con un molinete de rodillas. La emoción que faltaba la puso la fiera limeña en esas cercanías donde los hombres se la juegan. El desplante y el invertido rompieron las palmas del gentío, que acudió al reclamo de Roca. El pinchazo dejó ahora el premio en un solo trofeo.

La desafinada espada de Manzanares privó a la anochecida del triple triunfo. Quería pero apenas podía el segundo, de indecoroso­s pitones y no poca blandura. Centrado y meritorio, José María logró que el vellosino, entre derrumbe y derrumbe, sacase su fondo de movilidad. Transmitía y tenía que torear el quinto, con su temperamen­to y su guasa. Respondió mejor cuanto más lo exigió el alicantino en una dispuesta labor, afeada con el acero. A pie se marchó mientras a sus compañeros los izaban en volandas.

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// DE SAN BERNARDO Roca Rey y Ucedal Leal se marchan en volandas

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