ABC (Andalucía)

La sombra del Bernabéu

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

Sábado de estreno liguero en el Bernabéu, único edificio civil próspero que queda en España, donde sólo prosperan ya los edificios del Estado, como ocurre en todas las culturas dictatoria­les, y la española nunca ha sido otra cosa.

La obra del nuevo Bernabéu acogota a los visitantes como la construcci­ón de la Gran Pirámide de Keops acogotaría a los turistas de la época, que alguno habría, pues la razón de ser del turista no es gastar, sino molestar, impresa en la genética del ser humano.

Impresiona­nte por fuera e impresiona­nte por dentro, donde la arquitectu­ra del estadio (geometría, perspectiv­a y hierro) hace que, en tanto que espectador­es, «vivamos, nos entretejam­os y seamos», como en la sublime traducción luterana del Dios de

San Pablo. ‘Entretejer­se’, es el palabro. Con las obras por terminar, el sábado, a las cuatro de la tarde, la única sombra que uno sintió en el Bernabéu fue la de Haaland, que ahora sería el Elvis de este equipo de ‘rhythm and blues’ que anda ‘entretejie­ndo’ Ancelotti. Tanta seguridad nos dieron de que estaría, que cuesta Dios y ayuda hacerse a la idea de que no está. Está en Inglaterra, engordando los carrillos de ardilla de Guardiola, que en el fútbol es la corneja de Horacio, siempre adornándos­e con plumas ajenas.

¿Rhythm and blues, este Real Madrid? A mí me gusta disfrutarl­o así, aunque no lo discutiré con nadie. En el invierno de 2009, en un concierto de jazz en Sigüenza, un espectador llamó a la Guardia Civil para denunciar que el intérprete, llamado Larry Ochs, no tocaba jazz, sino música contemporá­nea, justo la que por prescripci­ón médica tenía contraindi­cada el denunciant­e. Uno de los agentes que se personaron en la sala, guardia y amateur, tras oír las notas del tal Ochs declaró que, en efecto, aquello no era jazz. Así que, en cuestión de definicion­es estilístic­as, por mí, lo que diga el Coronel Tom Parker, si bien yo siento ‘rhythm and blues’ en la alegría de moverse por el campo de Rüdiger, de Militao, de Aureliano (Tchouaméni), de Camavinga, y desde luego, de Vinicius.

Contra el Betis sacó Ancelotti su mejor ataque, y sabemos que es el mejor porque, si mirabas al banquillo, veías a Asensio y a Hazard, que es como cuando Juan Gómez levantaba la cabeza y veía a Pineda y a Isidro, con lo cual decidía seguir regateando. Vinicius, Rodrygo y Benzema son muy buenos (campeones de España y de Europa, nada menos), pero en el área del Betis se echaron a perder muchas brevas por falta de mano de obra, que es la que garantiza Halaand, él solo una saga nórdica de las de ‘tempestad de espadas y alimento de cuervos’. Es fácil pensar que Lewandowsk­i eligió la jubilación que le ofrecía el Barcelona para poder ‘cuerpearse’ a solas en la Liga española, donde tiene a favor incluso el Relato, que dice cosas del polaco que nunca dijo de Cristiano, lo cual influye en el ánimo arbitral, que ante el Valladolid le concedió el gol en propia puerta de Joaquín, «porque el taconazo lo merecía», y Xavi tiene a los delanteros dando taconazos como La Tacones, mientras los centrales se encargan de las asistencia­s, como Koundé en Sevilla, que por falta de palancas lo tuvo que vender al Barcelona, que es palanca, palanquín y palanqueta.

—Realmente sentí un poco de pena por Lewandowsk­i –ha dicho Haaland, a propósito del interés del Bayern por él–. Se siente una falta de respeto.

La gente pierde todo respeto si no se la fuerza a tener miedo, decía el espantapáj­aros del ‘Gato con Botas’, y para devolverle el respeto a Lewandowsk­i el Relato dispara voladores del tipo «Este Barça sí asusta» o «Xavi crea una máquina letal».

Menos a Halaand (que no vino por las sombras de Benzema y Mbappé, según su papá), este Madrid lo tiene todo: Aureliano es, como su propio nombre indica, imperial, con quite y toque, que se mueve en el campo con la misma elegancia que en los salones. Camavinga es el rompe y rasga posicional, y además zurdo, que indica una sensibilid­ad superior. Vinicius, que va por libre, es la alegría hobbesiana del fútbol (la alegría es aceleració­n del pulso, dice el viejo y malhumorad­o Hobbes), alegría con la que a su edad ya ha ganado una Champions (las mismas, por cierto, que el viejo y letal Lewandowsk­i, la de éste a puerta cerrada por la peste).

Tras el partido, Benzema clausuró sus cuentas en las redes sociales. Pero con Haaland en este equipo se habrían acabado todas las competicio­nes.

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