Ni prevenir ni curar
En los últimos años las implicaciones de los incendios masivos han cobrado un triste protagonismo a finales del verano en los foros cinegéticos, antes incluso que la media veda o los pronósticos sobre la berrea del ciervo.
Las sequías (siempre pertinaces) y el calentamiento global son las cabezas de turco, aunque si ha cambiado algo es la política de gestión del monte, a mi juicio verdadera causa de tanta pérdida. Hoy los políticos tienen más en cuenta los desvaríos de los gurús del ecologismo, ambos con dudosas acreditaciones académicas, que a los profesionales, como los ingenieros forestales. Y así nos luce el pelo. Cualquier tipo de aprovechamiento forestal se encuentra en tela de juicio y las actividades con las que se obtiene un rédito de la naturaleza -caza, ganadería o agricultura- están cada día peor vistas por la sociedad (urbana en su mayor parte). Lo políticamente correcto es la cero intervención en el entorno natural, apartar al hombre de la naturaleza, lo que ha sido la semilla de la España vacía. Hace no mucho tiempo se daban facilidades para que, en invierno, los agricultores quemaran los rastrojos y los ganaderos las praderas para renovar el pasto o hacer cortafuegos y desbroces. Y la gente cogía piñas y leña para chimeneas o estufas, potencial energético que ahora se pierde mientras pagamos gas, electricidad o gasoil a precio de oro.
Este mes nuestra Ruta Cinegética es en la sierra de la Culebra, que justo ha sufrido uno de los mayores incendios de España, con casi 25.000 hectáreas de este paraje único arrasadas, en plena cría de los animales (menos mal que los lobos estaban ya protegidos), y, lo más grave, tres muertes.
Pero tranquilos, Doña Teresa Ribera, «ha aprobado de emergenciaun paquete de actuaciones para revertir la situación».