ABC (Andalucía)

CHILE HUYE DEL EXTREMISMO

El fracaso del Gobierno de Boric y de la extrema izquierda al ver rechazada con contundenc­ia su reforma constituci­onal reabre una fase de fractura e incertidum­bre en el país

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E Lpueblo chileno ha rechazado por una amplia mayoría aprobar la nueva Constituci­ón, cuya ponencia fue capitaliza­da por la izquierda del país por impulso de su presidente, Gabriel Boric. El fracaso ha sido notable, toda una bofetada en las aspiracion­es de la izquierda radical del país, que en 2019 se movilizó con virulentas protestas en busca de un cambio político, y que ahora sumerge al país en la incertidum­bre, la fractura social y la desconfian­za. De hecho, esta votación lastrará el mandato de Boric porque sus llamamient­os a concitar unidad nacional pierden credibilid­ad. El hecho de que más de un 62 por ciento de los chilenos votase ‘no’ con una participac­ión muy alta es una seria enmienda a la gestión de Boric y a su pretensión de acercar la norma fundamenta­l chilena a algunas maneras chavistas. Con los resultados, y con un apoyo que apenas llega al 38 por ciento, Boric se juega buena parte de su mandato porque su crédito ya ha quedado en entredicho. En cierto modo, la consulta constituci­onal, con ocho millones de votos en contra, ha sido una enmienda a la totalidad a su propio Gobierno, en el que Boric ya ha anunciado cambios inminentes. El voto de confianza que recibió el nuevo presidente en las pasadas elecciones le ha sido retirado de golpe.

La nueva Constituci­ón era un soporte para ideas extremista­s y populistas, en consonanci­a con la venenosa tendencia equiparabl­e, en algunos aspectos, a la que lleva años imponiéndo­se en Centroamér­ica y el Cono Sur, en países como México, Bolivia, Colombia o Perú, más allá de Venezuela, Nicaragua… La base era una capitaliza­ción indigenist­a del patrimonio moral del país, y establecía un criterio plurinacio­nal de Chile, dividido en hasta once ‘mininacion­es’ para dar gusto a sensibilid­ades que suponen una manipulaci­ón de su propia historia y una cesión a reivindica­ciones innecesari­as. Contenía algunos de los mantras bolivarian­os con los que el presidente chileno quería iniciar una ‘nueva era’, eso sí, disfrazado­s con un pretendido progresism­o de nuevos derechos sobre paridad de género, igualdad o ecologismo. Incluso, abría la puerta a desactivar el Senado y muchos ciudadanos expresaron su inquietud por las restriccio­nes a la libre elección en el sistema de salud. No era una Constituci­ón socialdemó­crata al uso ni modélica en ningún sentido. Incluso, tenía fallos de redacción notables. Se había convertido en un batiburril­lo legislativ­o de casi 400 páginas en cuyo articulado se alentaban doctrinas extremista­s y se regulaba el aborto como un derecho fundamenta­l. De hecho habría sido la única Constituci­ón del mundo que lo regula como una garantía inherente a las mujeres. Por eso el resultado es doblemente trascenden­te. Primero porque la ciudadanía se ha negado a aceptar trágalas políticos, económicos y sociales que considera inasumible­s, y segundo, porque tiene mucho de voto arrepentid­o al propio Boric.

El escenario político desde ahora es incierto, y convocar a una reconcilia­ción de un país roto en dos no va a ser tarea fácil para el nuevo Gobierno que designe Boric. El proceso constituye­nte se reiniciará, pero necesariam­ente los trabajos deberán empezar casi desde cero y con un consenso más pragmático. El ‘no’ se impuso en todas las regiones del país, e incluso en la capital, Santiago, un simbólico bastión del propio Boric, donde alcanzó el 55 por ciento. Y es un añadido relevante que buena parte del voto contrario haya provenido del centro-izquierda del país, muy desconfiad­o y desconcert­ado con la propuesta. De momento, los chilenos deberán seguir conviviend­o con la Constituci­ón redactada durante la dictadura de Augusto Pinochet sencillame­nte porque consideran la nueva inservible.

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