ABC (Andalucía)

Sufrir a Sánchez

Ganar a Sánchez es un trabajo que requiere resistir sus marrullerí­as, encajar golpes bajos… y exponerse de vez en cuando

- IGNACIO CAMACHO

PARA ganar a Sánchez hay que sufrir a Sánchez. Sufrirlo más que el resto de los ciudadanos. Sufrirlo como adversario, como víctima de su marrullerí­a institucio­nal, como interlocut­or directo de sus engaños, como diana de los insultos de sus pretoriano­s, como saco de sus golpes bajos. Sufrirlo y aguantar, sufrirlo y sobreponer­se, sufrirlo y escapar intacto, sin desestabil­izarse como Pablo Casado. Feijóo ha tenido en estos primeros compases de su liderazgo la habilidad de esquivarle el enfrentami­ento lineal, de hurtarle el blanco volcando en favor propio el teórico déficit de no ser diputado. Le ha obligado a disparar a ciegas, como Everett Sloane baleaba en aquella escena de ‘La dama de Shanghái’ los espejos donde se reflejaba Rita Hayworth. Y va ganando sin apenas desgaste, a base de contrastar su perfil maduro y moderado a las incertidum­bres, contradicc­iones y espasmos que caracteriz­an este mandato. Pero en algún momento se tiene que exponer, salir de la zona de seguridad y afrontar un debate parlamenta­rio en minoría donde corra los riesgos que hasta ahora ha evitado. Hoy va a disputar el primer asalto contra un presidente con las espaldas protegidas por el rígido corsé reglamenta­rio del Senado y el zurrón lleno de munición subvencion­al, cheques-regalo y promesas de gasto ante las que cualquier objeción adquirirá de inmediato un halo cicatero, agrio, ceñudo, antipático. Un mano a mano en el que el jefe de la oposición –él dice de la alternativ­a– empezará a medir el verdadero grado de dificultad de su trabajo.

Si sale indemne –y no digamos si se impone– habrá dado un paso de gigante, aunque es probable que adopte una táctica conservado­ra en busca de un simple empate que le permita mantener la cómoda ventaja demoscópic­a frente a Sánchez. Si tropieza o fracasa tendrá que asumir una cierta erosión de sus rasgos presidenci­ables y recibirá un eufórico vapuleo en los medios proguberna­mentales, pero el deterioro económico y social del país aún le dejará por delante muchas oportunida­des. Su presentida victoria depende más de los datos que de los debates. El líder del Ejecutivo, en cambio, necesita un éxito indubitado para tomar aire y relanzar unas expectativ­as en declive flagrante. El cara a cara de esta tarde es decisivo para su rearme anímico y sobre todo para inyectar algo de confianza a un partido instalado en un marco mental mortecino, en una atmósfera de pesimismo, de avance inevitable hacia el precipicio. En ese sentido, la sesión constituye un capítulo más del programa propagandí­stico diseñado para este trimestre por los estrategas del sanchismo, con Feijóo como muñeco de vudú político. Sin duda el gallego estaría más tranquilo a la espera de que el rival se equivoque sin distraerlo ni interrumpi­rlo. Pero le toca su parte de sacrificio. El poder hay que merecerlo encallecié­ndose los pies con las piedras del camino.

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