Tonto contra listo
La sucesión de Boris Johnson recuerda uno de los peores errores en política: subestimar al rival
Han sido siete semanas para olvidar. Mientras Gran Bretaña encara un futuro todavía más complicado que el de sus antiguos socios continentales, la sucesión de Boris Johnson se ha convertido en un preocupante ejercicio de banalidad. Los aspirantes Liz Truss y Rishi Sunak se han dedicado con gusto a los juegos de la guerra cultural (estatuas, pronombres, valores e historia) mientras el Reino Unido retrocedía a sexta economía del mundo, al verse superada según el FMI ni más ni menos que por la India.
La gravedad de la situación del país del G–7 con mayor inflación y menor crecimiento económico no se ha visto reflejada en un trivial debate político en el que solo les ha faltado discutir de escaparates, corbatas y espaditas. A falta de la seriedad requerida por una coyuntura agravada por el desastre del Brexit, el pulso entre Truss y Sunak ha degenerado en la familiar dinámica de «tonta» contra «listo». Una saga en la que el candidato mejor cualificado, el que ofrece propuestas responsables y detalladas, el más cosmopolita termina despeñado mientras la «tonta» corona la cima.
Al convertirse en la tercera mujer primera ministra del Reino Unido (todas conservadoras), Liz Truss ha recordado que uno de los peores errores en política sigue siendo subestimar al rival. Por muy ‘fake’ que pueda resultar la sucesora de Boris, no hay lugar para complejos de superioridad cuando las facturas de energía de los hogares británicos se han disparado un 80%; Goldman Sachs advierte que la inflación podría alcanzar el 22% a principios del año que viene; y el Banco de Inglaterra anticipa una larga recesión.
Después de Rishi Sunak, el tecnócrata que ya se creía primer ministro, ahora toca a los laboristas tropezar en la misma piedra de subestimar a Liz Truss de cara a las elecciones previstas para enero de 2025. Pensar que se trata de una estúpida bocazas, una una parodia andante, una Thatcher de marca blanca y un objetivo fácil es no entender la política populista del siglo XXI.