ABC (Andalucía)

La tragedia de los Griesemann de Zahara

Equipos de rescate buscan en el mar Báltico la aeronave en la que viajaba la familia del dueño de ‘Quick air’ tras sus vacaciones en España. La causa del accidente es un misterio

- LAURA LIÑÁN/ANDRÉS G. LATORRE CÁDIZ/ ZAHARA DE LOS ATUNES

Regresar a casa desde tu lugar de vacaciones en un jet privado es una opción que muy pocos pueden permitirse. Para el empresario alemán KarlPeter Griesemann, de 72 años, propietari­o de ‘Quick Air’, una compañía de vuelos chárter con sede en Colonia, era lo habitual. Las primeras investigac­iones apuntan a que él pilotaba el avión en el que viajaba con su familia –su mujer, Julianne, de 68 años; su hija Lisa, de 27, y el novio de esta–, de regreso a Alemania después de disfrutar un año más de sus vacaciones de verano en España, en un chalé adquirido hace décadas en la urbanizaci­ón Atlanterra de Zahara de los Atunes, junto a la playa de Los Alemanes. Hoy buscan sus cuerpos en algún lugar del mar Báltico.

El avión privado, un Cessna 551 registrado en Austria, partió del aeropuerto de Jerez de la Frontera el domingo por la tarde, girando en París con rumbo a Colonia como tenía marcado el piloto automático. Todo hace pensar que mucho antes algo ocurrió a los tripulante­s de la aeronave y que una vez finalizada la ruta establecid­a el jet continuó el vuelo hacia el Mar Báltico, para caer en espiral al agua frente a la costa de Letonia, cuando agotó todo el combustibl­e.

El servicio de control de tráfico aéreo de España, ENAIRE, perdió el contacto con la aeronave en el espacio aéreo sobre Toledo a las 14:55 hora local, una hora después de que despegara. Alertó a los controlado­res en Francia y se enviaron dos aviones de combate para monitorear el avión. Los pilotos aseguran que no vieron a nadie en el interior del jet. Tampoco los detectaron los pilotos de combate alemanes y daneses que hicieron el seguimient­o al avión en sus espacios aéreos.

Aviones de varios países y un ferry de pasajeros se dirigieron al lugar del accidente el domingo por la noche para ayudar en la operación de rescate en una zona marcada por desechos y una mancha similar al petróleo donde en un primer operativo no se encontraro­n cuerpos, refirió el jefe de búsqueda y rescate, Peteras Subbota, a la televisión letona. Ayer se localizaro­n varios fragmentos del avión, pero la búsqueda de la familia Griesemann continúa sin más noticias en el Báltico. Griesemann es una figura destacada en Colonia, la ciudad más grande del oeste de Alemania, donde era habitual en las celebracio­nes anuales del carnaval de la muy católica ciudad germana. El empresario era presidente honorario del Blue Sparks Carnival Club en Colonia, los ‘Chispas azules’.

En Zahara, la noticia ha acrecentad­o el sabor a despedida que siempre tiene septiembre en la costa. «Qué pena, toda la familia, que tragedia», relata una camarera de acento argentino del chiringuit­o Lode Bibi, que añade una frase que era ayer una constante en la pedanía barbateña: «Me suenan, pero no podría decirte que los conociera».

El boca a boca de lo ocurrido hace que buena parte de los vecinos comparta algún dato sobre ellos. Sorprenden­temente, uno de los más conocidos era dónde vivía la familia, «El hoyo del toro». El chalé es una de las lujosas viviendas que se asoman a la playa de Los Alemanes, uno de los parajes más bellos de la costa gaditana y que alberga algunas de las residencia­s más exclusivas de la costa.

«El alemán»

El desierto de datos de la familia encuentra un oasis en ‘La esquina de Catalina’. El propietari­o, José León Castro, lleva toda la vida atendiendo a clientes en su local. Entre ellos, a KarlPeter Griesemann y su familia. Confiesa que la noticia les afectó mucho porque «eran unos vecinos más del pueblo, Grissemann estaba tan integrado que le llamábamos ‘El alemán’, aquí, con la de alemanes que hay». Castro conoce la actividad empresaria­l de Griesemann y sabía cómo iba y volvía al pueblo. «Por eso, al ver que era una persona que venía en avioneta desde Colonia, pensé blanco y en botella...».

Hemos dicho que Castro sabía que su cliente «muy bonachón y de cerca de dos metros» era un hombre de, no abusemos de la hipérbole, una más que desahogada situación económica. «Pero nunca hizo ostentació­n, quien lo viera podría pensar que no tenía más que una bicicleta; era muy afable y siempre era encantador. Le encantaba el rabo de toro», rememoraba. «Era un hombre extraordin­ario», zanja.

Castro indica que le compró el chalé a otra ciudadana alemana en los años 90 (en el pueblo, varios vecinos nos aseguran que lo heredó de su padre) y que fue del grupo de aristócrat­as y grandes empresario­s alemanes que, aún en el siglo XX, hicieron de Zahara un destino de lujo. «Ahora Zahara la conocen en toda España, pero antes era distinto, ellos con su exigencia y, hay que decirlo, su poder adquisitiv­o contribuye­ron a la calidad de la hostelería aquí».

En «El hoyo del toro de Atlanterra acudía la familia varias veces al año. El lugar, ayer, estaba encerrado en un mutismo absoluto, roto sólo por el piar de los pájaros, el rumor lejano de las horas y algún chapuzón lejano en alguna piscina. El lugar es epítome de discreción. Desde el exterior, apenas se adivinan la mayoría de las viviendas, en las que la vegetación y el escarpado terreno se unen para que los curiosos no sepan qué sucede más allá de las verjas. La propia urbanizaci­ón no tiene aceras, sólo unos anchos arcenes que no invitan al paseo

Una familia que paseaba junto a la residencia de la familia Griesemann. admite que no la conocía «Cuando esta mañana he visto la foto, he hecho memoria, pero nada». La discreción e intimidad es marca de la urbanizaci­ón.

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//FOTOS: QUICK AIR / FESTKOMMIT­EE La familia viajaba en un jet privado que partió del aeropuerto de Jerez de la Frontera
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Todo apunta a que el empresario­s de 72 años pilotaba el avión de vuelta a Colonia
Karl Peter Griesemann Todo apunta a que el empresario­s de 72 años pilotaba el avión de vuelta a Colonia

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