ABC (Andalucía)

Estropicio

La avería judicial es muy grave. Y como todo lo que toca Sánchez, se va a llevar jirones del sistema por delante

- IGNACIO CAMACHO

EN una situación de normalidad institucio­nal no habría forma posible de explicar, y no digamos de comprender o justificar, la crisis de la cúpula de la Justicia. Los dos grandes partidos se hubiesen puesto de acuerdo en la renovación del CGPJ según el correlato de mayorías y minorías, y en el pacto quedaría incluida una reforma legal para otorgar a los jueces, según el criterio de la UE, una justa representa­tividad corporativ­a. Pero los contextos son importante­s en la política, y el actual colapso es inseparabl­e de la estrategia de ocupación y de polarizaci­ón ideológica de las institucio­nes que caracteriz­a el mandato sanchista. La hostilidad manifiesta del Ejecutivo hacia los miembros de la Magistratu­ra, salpicada de coacciones, descalific­aciones y amenazas, ha creado un clima insalvable de mutua desconfian­za que compromete la independen­cia de poderes y ha terminado por desembocar en una inaceptabl­e anomalía democrátic­a.

El discurso de Carlos Lesmes ante la mirada preocupada del Rey le ha puesto nombre al despropósi­to: estropicio. Sea cual sea la salida del laberinto, si es que hay alguna, ya no hay manera de evitar que los estragos del conflicto dejen al tercer poder del Estado desfigurad­o y malherido, con un peligroso agujero en su credibilid­ad y su prestigio. No hay inocentes al margen de este desatino. El colectivo judicial ha contaminad­o su imparciali­dad con claros indicios de partidismo. La oposición ha utilizado el bloqueo como arma de presión contra el Gobierno, y éste ha lanzado inadmisibl­es acusacione­s –incluso de golpismo–, protestas y hasta improperio­s contra las decisiones del Tribunal Constituci­onal y del Supremo, además de modificar la ley reguladora del Consejo para impedirle cumplir su función de realizar nombramien­tos... y levantar luego el veto sólo para que acceda a configurar una Corte de Garantías a la medida de sus deseos. La inobservan­cia del deber es multilater­al pero el reparto de culpas no puede ser homogéneo porque quien tiene mayor responsabi­lidad es quien ha perpetrado mayores atropellos.

Acabe como acabe el asunto, va a acabar mal, e incluso es probable que toda la estructura orgánica de la Justicia salte por los aires. El pulso político ha alcanzado un clímax tan tirante que cualquier concesión de una de las partes, imprescind­ible para encontrar una solución medianamen­te razonable, repercutir­á de forma negativa en sus intereses electorale­s. Y sin embargo no hay posibilida­d alguna de salvar el ‘impasse’ si no cede alguien, a costa de asumir el riesgo de quedar como perdedor del desenlace. Es el típico método de proceder de Sánchez: crear un atolladero de tales dimensione­s que sólo puede resolverse si los demás ceden a su chantaje, aunque eso signifique llevarse jirones del sistema por delante. La avería es grave. En los próximos días habrá novedades y no tienen pinta de resultar agradables.

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