ABC (Andalucía)

Es de Justicia

Sería bueno que los marrullero­s, los corruptos y sus encubridor­es más avanzados dejen de politizar la Justicia

- JUAN CARLOS GIRAUTA

EL CGPJ ejerce sus funciones con el fin de garantizar la independen­cia de los jueces. Esa es la teoría y, más a menudo de lo que reconoce o sabe la opinión pública, también la práctica. Si el órgano estuviera compuesto solo por jueces designados por otros jueces, el sentido del Consejo sería más claro, sobre todo en su dimensión teleológic­a.

Se ha puesto de moda predicar la impunidad bajo la bonita fórmula «desjudicia­lización de la política». La adoptan con parejo entusiasmo los sediciosos, los zurupetos, los corruptos, sus amigos y cien eruditos a la violeta. Pero es forzoso dar vuelta al calcetín. Se trata de lo contrario: despolitiz­ar la Justicia, esto es, invocar un principio tan necesario en lo simbólico como ínsito al trabajo diario de los millares de jueces españoles que cumplen con su papel. Devolverle al Poder Judicial la reputación perdida por culpa de aquel felipismo tan reacio a la división de poderes, de los habituales tembleques del TC y de la desgracia del bipartidis­mo, incapaz de reformar en casi cuarenta años el sistema de elección del CGPJ con una ley orgánica. Mucho menos la naturaleza y composició­n del órgano.

Se equivoca quien crea que lo simbólico tiene menos importanci­a que el desempeño efectivo. Siendo cierto que la mayoría de los asuntos que los jueces dirimen no guardan la menor relación con la política, ocurren varias cosas. A saber: lo simbólico forma parte de la realidad; lo simbólico determina la interpreta­ción de la realidad; una pequeña parte de la judicatura ocupa los titulares; esa parte sí se ocupa de asuntos políticos porque está en la Audiencia Nacional o en el Tribunal Supremo; esa parte es vista por la opinión pública como el todo; cualquier juez que no pertenezca a tales instancias puede verse ‘politizado’ a su pesar por resolucion­es que contraríen la agenda de los poseedores de la hegemonía cultural; es un hecho que el gobierno de los jueces está conformado por vocales que la infografía etiqueta con el logo de un partido u otro.

Así pues, aunque los jueces sean en su inmensa mayoría independie­ntes, cuando se ocupan de ciertos asuntos van a parecer dependient­es por mucho esfuerzo que apliquen en seguir cumpliendo con su deber sin interferen­cias. El CGPJ no solo debe ser elegido por jueces y nada más que jueces, sin pactos partidario­s en las Cortes que siempre mancharán la reputación de la Justicia; de hecho, y de cara a una futura reforma constituci­onal, el CGPJ no tiene siquiera por qué existir, como ha sostenido con razones de difícil refutación el profesor Sosa Wagner. Con que el presidente del Tribunal Supremo, quizá con uno o dos asistentes, decida sobre promocione­s, sanciones, traslados (y poco más) de acuerdo con criterios preestable­cidos y públicos, asunto resuelto. Mientras tanto, sería bueno que los marrullero­s, los corruptos y sus encubridor­es más avanzados dejen de politizar la Justicia.

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