ABC (Andalucía)

El entremés de la corbata

Ningún deterioro ocurre de golpe, necesita el goteo, el machaque y la repetición

- KARINA SAINZ BORGO

LOS detalles importan, escribió Vladimir Nabokov en el inicio de ‘Risa en la oscuridad’, una de las mejores historias que sobre el hundimient­o de un hombre se hayan escrito jamás. Estaba en lo cierto el maestro: por nimios que parezcan algunos asuntos, aportan más datos sobre un descalabro que cualquier otro. Si bien esta semana en el Senado ocurrieron cosas mucho más trascenden­tes para medir la calidad de la vida democrátic­a española, saltó a la vista el frentismo hasta en la indumentar­ia.

Siguiendo la sugerencia que hizo el presidente Pedro Sánchez en junio sobre renunciar a la corbata para ahorrar aire acondicion­ado y disminuir el consumo energético, los senadores socialista­s se dejaron la prenda en casa. Los populares acudieron con las suyas anudadas al cuello de sus camisas. Según cada orador subía al podio, se sucedía la imagen del pescuezo desanudado de los socialista­s frente al minucioso nudo popular, tal como manda la costumbre en sesiones e institucio­nes de este tipo. Aún justificad­a en el ambientali­smo y el consumo responsabl­e, así como en un populismo de miniatura asociado, la ausencia de corbata, unida a su tono y su lenguaje, dieron a Pedro Sánchez más el aspecto de líder de la oposición que de jefe de Gobierno y generaba el efecto contrario en Alberto Núñez Feijóo, que pasó a tener la estampa de responsabl­e del Ejecutivo. Poco debería importar este detalle, pero, ya lo dijo Nabokov, importa. Y mucho.

La exigencia de corbata o al menos americana en determinad­os lugares remite a la idea de un protocolo, una convención que distingue un recinto de cualquier otro, porque confiere y subraya la importanci­a de lo que ahí se hace o se discute y de quienes acuden. Están allí para debatir, impulsar, proponer y representa­r los intereses de los ciudadanos que esperan de sus señorías el respeto a las institucio­nes, desde el más elemental de los asuntos: la forma en la que visten para acudir a ellas.

El desaliño en la vestimenta es la capa visible del que sufren las ideas. El descuido de las formas o la falta a una determinad­a costumbre, según qué contexto, es la primera abolladura o el raspón inicial sobre la fachada de una casa, porque la afea, la deteriora y la devalúa. El regusto entremesil del inicio de la legislatur­a de Pedro Sánchez ha dado paso a una desidia por las normas y su observanci­a, y no porque dejar de usar corbata sea un síntoma de autoritari­smo y demagogia. Es por todo lo que hay detrás.

Ningún deterioro ocurre de golpe, necesita el goteo, el machaque, la repetición, la normalizac­ión de algo que es excepciona­l y que deja de serlo hasta que los ciudadanos acaben repitiendo, por la vía del condiciona­miento o el hartazgo, aquello que no lo es. Lo hemos observado en algunos liderazgos estrambóti­cos: desde promesas a cargos de manera improvisad­a hasta la imposición de extravagan­cias que desvirtúan los símbolos y el valor de esos símbolos. Por la sesión del Senado, salta a la vista que ya damos por normal hasta el insulto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain