ABC (Andalucía)

El Atlético se vuelve loco

▶ Tres goles en el alargue llevan de un lado a otro el marcador en un debut infartante. Griezmann anota el decisivo

- JOSÉ MIGUÉLEZ

El Noventa minutos para nada y diez de prolongaci­ón para todo. La locura indescifra­ble del Atlético, que se subió a una montaña rusa a última rusa que llevó a su hinchada por todos los estados de ánimo. La euforia, la desesperac­ión y el orgasmo. Hasta por los actores pareció una broma. La obra de un cachondo. Mario Hermoso, el hombre que se quiso pegar con la grada, marcó el 1-0 (remate afortunado que envenenó un defensa) y concedió con un penalti el 11. Y Griezmann, el suplente por obligación, anotó el 2-1 en la agonía. Minuto 90, 96 y 100. Tres puntos para arrancar la Champions sin ninguna explicació­n.

Oblak llegó a tiempo de subirse al once de Gil Marín. En Europa también Simeone obedece con una suplencia, la de Griezmann (merecida por rendimient­o, recomendab­le por tesosería), de la que se desmarca Cerezo, que preside pero no pone la plata. El guardameta, al que lesionó Reinildo el sábado en San Sebastián, se presentó aparenteme­nte sano en un partido envenenado, como son siempre para el Atlético los insistente­s cruces con el Oporto, pero también enfadado.

O eso dieron a entender sus gritos a compañeros cada vez que dejaban rematar a un rival desde la frontal, lo que ocurrió a menudo. Dio igual que los tiros no tuvieran puntería, la bronca se la llevaban. Y también se presentó Oblak seguro, lo suficiente para cerrar su puerta cuando la aproximaci­ón portuguesa le sorprendía desde cerca.

El Atlético vivió la contienda más aculado que abierto. Es lo que le gusta. Una renuncia al talento que acumula y una invitación a un bostezo que el hincha se quita de encima con sus cosas. Siempre hay más ambiente en las gradas que sobre el césped en el Metropolit­ano, ya sea para emocionars­e coreando y haciendo llorar a Paulo Futre (uno de los más grandes de ambas institucio­nes), silbando el himno de la Champions (un clásico en esa casa) o cantando un repertorio para el que no necesitan ayuda del apuntador.

El Atlético defiende mucho y bien (Witsel lo hace con elegancia; Nahuel no tanto, se confunde demasiado), pero ataca poco y mal. Jugaba en casa el Oporto, podría deducir cualquiera que se desentendi­era de las tribunas. Así ocurrió desde luego hasta el descanso.

Simeone le dio muchas vueltas a la alineación en la segunda parte. Fuera los laterales, a donde pasaron los medios Llorente y Saúl, y dentro De Paul y Lemar para juntarse con Koke en el centro del campo. Llegada la hora Griezmann, minuto 60, otro salto ofensivo. Sentó a Saúl y pasó a defensa de cuatro, con Reinildo de lateral. Un momento solo. Porque el paso adelante fue un paso atrás. El Oporto fabricó más peligro. Oblak se mantuvo igualmente enorme (ante Eustaquio desde lejos y ante Joao Mario desde cerca) y el Cholo se arrepintió: Hermoso sustituyó a Morata a los cinco minutos, de vuelta a la defensa de cinco y Griezmann arriba. Al técnico le dio tiempo a enojar a su hinchada un rato después al retirar a Joao por Correa. Directo al 0-0, incluso tras la expulsión de Taremi

Pero no. Cuando el partido se marchaba le entró el ataque de locura. El gol de Hermoso, su penalti y el cabezazo milagroso de Griezmann. El desenlace inexplicab­le. El guion más raro del mundo.

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// AFP Llorente y Zaidu corren por el balón

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