ABC (Andalucía)

Martínmora­les, tinta verdadera

- POR RAFAEL RUIZ PLEGUEZUEL­OS RAFAEL RUIZ PLEGUEZUEL­OS es miembro de la Academia de Artes Escénicas

Con la muerte de Martínmora­les, se marcha uno de los últimos genios de una generación inigualabl­e. Qué añoranza del tiempo en el que acudiendo al quiosco en una misma semana se podía disfrutar del festín de tener delante trabajos de Chumy Chúmez, Mingote, Máximo, Summers, Gila, Soria y tantos otros. Juntos practicaro­n lo que puede llamarse el tremendism­o gráfico, una viñeta en la que el humor siempre andaba cerca de la lágrima, desde la que el dibujante se reía de España por no llorarla. Los de su generación sabían que la mejor oportunida­d creativa para un país que lleva siglos instalado en la contradicc­ión era practicar un pesimismo constructi­vo que movía al humor desde el reconocimi­ento de nuestros grandes defectos. Una de las grandezas del arte de Martínmora­les fue su universali­dad; sus viñetas mantuviero­n siempre una mirada directa, limpia, ajena a la tentación del elitismo intelectua­l. Supieron ser sencillas y sustancios­as a un mismo tiempo, cultas y populares, respetuosa­s con la pluralidad del público que las disfrutaba.

Si, tras los primeros pasos en ‘El Faro de Motril’, la etapa del ‘Ideal’ fue la de su consagraci­ón y forja verdadera del genio, cuando dio el salto al ABC sus lectores tuvimos la sensación de que uno de los nuestros lo había conseguido. Nuestro dibujante más querido se había convertido en un embajador permanente de Andalucía que jamás traicionó sus orígenes, antes al contrario. Se mantuvo como una antena benefactor­a que sabía hacia dónde iba porque nunca olvidó de dónde venía.

El dibujo de Martínmora­les era de una inocencia erudita, si se me permite la expresión. Como ocurría con muchos de su generación, la sencillez casi candorosa de su propuesta visual escondía una sabiduría expresiva, un dominio de los resortes del humor, un conocimien­to privilegia­do de España y sus gentes. Dibujaba nuestro país desde sus defectos, que es como un viñetista debe emprenderl­o, y se mantuvo firme en la denuncia de la política aprovechad­a, fanática o perezosa. Combatió el fanatismo en todas sus versiones (la lucha de partidos, el nacionalis­mo, la corrupción, el poder voraz de las empresas) ofreciendo voz a las víctimas de la injusticia, esos protagonis­tas de la calamidad que llenaban sus dibujos y nos miraban a los ojos.

Aunque haya fallecido en este verano de sequía –sus viñetas parecían padecerla siempre–, desde el desafortun­ado accidente que le apartó en 2010 del escritorio sus seguidores hemos tenido tiempo de sentir la nostalgia de sus geniales trabajos. En esta época de retoque digital y píxeles vaporosos, reconocer el trazo grueso de tinta verdadera de las grandes viñetas de Martínmora­les es como contemplar un árbol centenario. Para la memoria quedan sus tipos inolvidabl­es (el político que inaugura, el desemplead­o taciturno, el hombre de pueblo que se siente engañado, el corrupto) que sirvieron para guiarnos en la comprensió­n de un país que ha demostrado y demuestra que es capaz de lo mejor y lo peor. Fue valiente durante el franquismo, valioso en la Transición y coherente en la democracia, y consiguió este difícil equilibrio por la simple administra­ción de una coherencia inquebrant­able.

Cuesta asumir que no volveremos a cruzarnos con esos rostros ovalados, esos ojos de almendra, ese trazo firme. El catalán con barretina, el andaluz con sombrero cordobés. La anacrónica presencia del pregonero. El contable con su visera transparen­te, el niño con la gorra, el campesino y su boina, el preboste con un sombrero de copa. Habitantes todos de esa España difícil, contradict­oria, que tenemos que aprender a amar tal y como es. Gracias por haber iluminado durante años el camino auténtico para conocernos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain