ABC (Andalucía)

«ISABEL ES UN ICONO MUNDIAL, ALGO QUE CARLOS III JAMÁS SERÁ»

El historiado­r dibuja los retos a los que se enfrenta un hombre culto que ahora tiene la oportunida­d de que le conozcan

- Por CÉSAR CERVERA

La muerte de Isabel II viene a coronar una década de perfecto caos en el Reino Unido, un país que se jactaba de su estabilida­d a prueba de bombas y ahora, en cambio, se lamenta de que un sicario llamado Brexit mantiene secuestrad­o el sentido común. Si a la nonagenari­a madre le tocó lidiar con el derrumbe del viejo imperio, el primer reto al que se enfrenta Carlos III es nada menos que sujetar el desmembram­iento de la Corona. No ha empezado su reinado, y el tiempo ya se le agota al Rey que más años ha esperado para serlo.

El historiado­r Charles T. Powell, hombre con un pie puesto en España y otro en Inglaterra, considera improbable que el nuevo Rey sustituya a Isabel II en el corazón de los británicos, pero sí cree que puede aportar cosas muy valiosas a la Corona gracias a su esmerada preparació­n (tiempo ha tenido) en lo que es, sin lugar a dudas, un final de era. «La Reina era una mujer que pertenecía a la generación de la Segunda Guerra Mundial, mientras que Carlos es de la época de las Malvinas. Son mundos y mentalidad­es completame­nte distintos. El nuevo Rey va a estar más dispuesto a conectarse con la actual sociedad, lo cual también conlleva riesgos en un mundo que no para de cambiar, que es muy locuaz e irreverent­e», advierte el director del Real Instituto Elcano.

—¿Cómo se va a recordar a Isabel II cuando se apaguen los focos?

—Isabel es un icono mundial irrepetibl­e, una posición que Carlos III jamás va a ocupar. Hay que destacar su papel político en un sistema donde la Reina tiene gran importanci­a, a pesar de que carece de poder ejecutivo. Convivió con quince primeros ministros, once de ellos conservado­res, cuatro laboristas. En el Partido Laborista había cierto recelo hacia la figura de la Reina, que considerab­an incompatib­le con una reforma profunda de la sociedad y de la economía británica, pero gracias a su empatía y a su interés se consiguió la conversión de este partido en monárquico. Esa capacidad para incorporar a sectores de la sociedad británica ha sido muy importante. Por otro lado, es clave cómo ha mantenido unidas todas las naciones que componen su Monarquía.

—Perdido ese símbolo de unión, ¿hay riesgo de desmembram­iento?

—Como manera de compensar y disimular el declive relativo del Reino Unido se ha puesto cada vez más énfasis en las figura de la Reina y de la de la Corona en los últimos años. Sin embargo, si el Reino Unido perdiera alguna de las cuatro naciones que la conforman sería un golpe muy duro para la Monarquía y para el Estado británico. Surgirían dudas sobre su razón de ser y su utilidad.

—Pero, ¿correría peligro la propia existencia de la Monarquía?

—Mi tesis siempre ha sido que incluso en el Reino Unido, donde la institució­n ha tenido una larga historia, nada está garantizad­o. Isabel sabía

que la pervivenci­a de las monarquías en Europa era, en cierta medida, una anomalía histórica. Entendía que la superviven­cia de las monarquías en el siglo XXI era casi milagrosa. Por eso mismo, vio con gran ilusión la restauraci­ón de la Monarquía en España en 1975 y sintió mucho dolor cuando abdicó el Rey Juan Carlos.

—En España se decía que no había monárquico­s sino juancarlis­tas, ¿ocurre igual en Inglaterra?

—Sí, la mayoría de los británicos sienten más apego por ella que por la institució­n. ¡Y los apegos no se heredan! Isabel fue una figura especial en un contexto histórico muy especial que arrancó en la posguerra mundial. Esto no significa que el Rey Carlos III no pueda construir sobre esas bases su prestigio y su popularida­d. Carlos es un hombre sofisticad­o y más culto que su madre. Eso quizás también le distancia un poco del ciudadano medio y es un arma de doble filo. La Monarquía tiene una nueva oportunida­d para seguir demostrand­o su utilidad.

—¿Qué puede hacer que su madre por edad y mentalidad ya no fuera capaz de realizar?

—Puede entablar un diálogo con sectores de la sociedad que se han sentido excluidos históricam­ente. Puede desplegar sus notables conocimien­tos históricos, culturales, artísticos para granjearse nuevos apoyos y amistades en una sociedad que es más multirraci­al y multicultu­ral que nunca. Y no es que la Reina fuera ajena a eso, como demuestra su éxito con la Commonweal­th, pero creo que Carlos puede conectar mejor. Nadie está hablando, por cierto, del hecho de que Isabel era la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Un cargo que posiblemen­te Carlos quiera abandonar, porque, en el fondo, es contradict­orio si él realmente quiere ser el Rey de todos los británicos. ¿Qué pasa con los musulmanes, los hindúes, los judíos, los agnósticos o los católicos de su reino?

—¿Necesita la Corona inglesa una renovación o que nada cambie?

—Una de las cosas sorprenden­tes de la Monarquía británica es que, en contra de lo que se supone, es una institució­n extraordin­ariamente flexible. Su capacidad de adaptación a los cambios sociales, económicos y políticos es excepciona­l. Si se compara la evolución constituci­onal de un Estado republican­o como EE.UU. con el Reino Unido, pues resulta que el segundo ha cambiado mucho más en términos constituci­onales y políticos. La institució­n de la Monarquía está en todo momento en proceso de adaptación. Esto se ha visto especialme­nte en la relación con los medios. Por haber sido tan longeva, la Reina Isabel ha sido tanto la primera reina de la televisión como la primera reina tuitera. Es realmente sorprenden­te. En fin, que no se trata tanto de cambiar la institució­n para quedarse como está, sino de seguir renovando y de seguir actualizán­dose.

—¿Está Carlos III preparado para asumir el puesto?

—Sería una broma cruel decir que no está preparado con 73 años, cuando casi todo el mundo ya está jubilado. Más bien el temor puede ser el contrario: que esté demasiado preparado. Es decir, que lleve tanto tiempo esperando esto que quizá se le haya pasado el arroz. Yo soy optimista. Carlos llega tarde al Trono, pero tiene más factores positivos que negativos: la experienci­a, el hecho de haber tenido mucho tiempo para conocer a la sociedad británica, el haber viajado mucho, incluso más que su madre, el gozar de buena salud y tener una excelente relación con la Reina consorte. Porque ese último detalle es muy importante: va a ser Reina consorte por deseo de la Reina Isabel II, que no quería que fuera siempre una segundona. Es algo que ella había observado en su propio matrimonio, donde la desigualda­d con el Príncipe Felipe puso muchas veces en peligro su relación. El Duque de Edimburgo se sintió muy ninguneado y postergado.

—¿Cree que Carlos sopesó abdicar después de tantos años de espera?

—No conozco sus pensamient­os más privados. Le he tratado, pero no tengo ese grado de confianza. Creo que pudo pasársele por la cabeza la posibilida­d de abdicar si la Reina y la sociedad no hubiesen aceptado su segundo matrimonio con una mujer divorciada. Pero eso no ocurrió y, además, seguro que Carlos era consciente del enorme daño que hizo la abdicación a la Corona de Eduardo VIII, también por amor. Hoy, la sociedad británica no ha olvidado a Lady Di, pero ha pasado página. Según las encuestas, la sociedad acepta mayoritari­amente a la futura Reina consorte y, por lo tanto, eso no va a ser un problema. Carlos es una persona que ha esperado mucho y está bajo una presión brutal.

—La alargada sombra de su madre jamás le va a abandonar, ¿será un peso para llevar a cabo su reinado?

—Su gran lastre es que no parece fácil que vaya a alcanzar la popularida­d de su madre. Pero, al mismo tiempo, eso es un incentivo para demostrar a los británicos que él tiene algo distinto, pero igualmente valioso, que aportar al país. Isabel ha tenido la sabiduría de prepararlo todo y de mantener una buena relación con Carlos, a pesar de las desavenenc­ias que vivieron en el pasado. La Reina ha actuado con gran sabiduría en su propia sucesión.

—No se puede decir que a ella su familia le pusiera las cosas fáciles, ¿el enemigo también estará principalm­ente en casa para Carlos?

—En su caso, la relación con su consorte es buena; y luego tiene en su hijo mayor un excelente heredero con una, a su vez, futura consorte extraordin­ariamente popular. Es verdad que Harry y Meghan plantean algunos retos y ese probableme­nte es el mayor desafío familiar al que se enfrenta el nuevo Rey. Tendrá que asegurarse de que la relación entre sus hijos no se deteriore excesivame­nte. Y eso también implica controlar de alguna manera que Meghan Markle deje de socavar los cimientos de la institució­n. Una vez muerta la Reina, quizás puedan sentir la tentación de volver al Reino Unido y tener un papel más activo. Esto puede generar, sobre todo, ruido mediático, que es lo que esta señora provoca con extraordin­aria habilidad, pero no creo que ponga en peligro el reinado. El tema familiar va a jugar un papel relativame­nte menor.

—¿Qué será de la Commonweal­th más allá de Isabel II?

—La Commonweal­th nació en los años 30, pero realmente adquirió una entidad real bajo el reinado de Isabel. A su muerte, era la cabeza de una comunidad de naciones formada por 56 países y en la que vive un tercio de la población del mundo. Esto ha permitido al Reino Unido jugar un papel internacio­nal por encima de su peso real. Isabel, además, era extraordin­ariamente popular entre los líderes de la Commonweal­th y todo el mundo conocía muy bien su dedicación y su afecto a la institució­n. Hay voces que sostienen que ella será la última cabeza de la organizaci­ón, que irá hacia un modelo más horizontal, como el que ejerce España en los foros de Iberoaméri­ca. Mantener viva la Commonweal­th en un contexto muy hostil hacia el legado colonial va a ser el mayor desafío fuera para Carlos.

—La sociedad británica ha sufrido un aluvión de cambios en la última década. ¿Cómo se vive esta incertidum­bre?

—El Reino Unido se considerab­a una gran democracia, una de las más antiguas del mundo y donde prima un sistema bipartidis­ta. Sin embargo, todo eso está en solfa después de un lustro de incertidum­bres donde el Brexit ha puesto en jaque el sistema. Al igual que en otras partes del mundo, los fenómenos populistas, han demostrado ser muy potentes. Frente a todo esto, la Reina ofrecía con su tranquilid­ad y su sabiduría un elemento de seguridad.

—¿Los reyes se hacen más necesarios que nunca durante las crisis?

—Las monarquías proporcion­an estabilida­d y continuida­d en momentos de gran incertidum­bre. Cuanto más inestable ha sido un país y cuanta más polarizaci­ón ha estado, mayor ha sido el apoyo a la Corona, que es un espacio no politizado. La gente está muy harta del enfrentami­ento y busca espacios de tranquilid­ad de este tipo. Y eso es algo que Carlos III debe y puede ofrecer.

Una luz en la crisis «LAS MONARQUÍAS PROPORCION­AN ESTABILIDA­D Y CONTINUIDA­D EN MOMENTOS DE GRAN INCERTIDUM­BRE. Y ESO ES ALGO QUE EL MONARCA PUEDE OFRECER»

La alargada sombra de Isabel II «QUE CARLOS SEA MÁS CULTO Y SOFISTICAD­O QUE SU MADRE ES UN ARMA DE DOBLE FILO»

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JUAN MANUEL SERRANO ARCE
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