Una gran amante del suspense
La Reina Isabel II, el rostro más público del Reino Unido, era en el fondo una mujer muy privada y modesta. Se sentía mucho más feliz al aire libre que rodeada de la decoración dorada de los palacios, pero nunca dejó de desempeñar el papel que se le exigía. Representaba el sentido del deber de la generación de los tiempos de guerra, ya que nunca olvidó la insistencia de sus padres en que la familia permaneciera junta en el Palacio de Buckingham mientras Londres era bombardeada por la Luftwaffe, para así compartir los peligros con el resto de la población. Cuando una bomba alemana impactó en el palacio, su madre declaró con satisfacción: «Bueno, por fin podemos mirar a la cara al East End de Londres», porque esa era la zona de la ciudad que había sufrido los peores daños. Poco después, la joven Princesa Isabel se enroló en el Servicio Territorial Auxiliar (ATS por sus siglas en inglés), la rama femenina del Ejército británico, como mecánica y conductora.
La Reina Isabel II nunca pretendió ser lo que no era. Le encantaban los caballos; montaba ella misma y se interesaba muy profesionalmente por su cuadra de caballos de carreras. No se daba ínfulas intelectuales. Ciertamente, no fui el único escritor al que recibió con el comentario: «Bueno, no he leído ninguno de sus libros».
De hecho, su autor favorito era Dick Francis, que escribía novelas de suspense sobre el mundillo de las carreras de caballos. Sin embargo, era una mujer muy astuta y sabia, con un excelente criterio y un conocimiento realmente impresionante de los asuntos mundiales, adquirido gracias a la experiencia de 70 años tratando con primeros ministros británicos y estadistas extranjeros. También poseía un maravilloso sentido del humor y era una brillante imitadora. Sus bromas sutiles y secas, a menudo dirigidas contra sí misma, las hacía a veces de forma totalmente inexpresiva para provocar a su público, de modo que no se supiera con certeza si uno podía reírse o no. Por encima de todo, se la añorará por la calma y la tranquila confianza que dio a la nación en tiempos de crisis y tragedia, así como por su profundo sentido de la abnegación en una época de egoísmo y celebridad ostentosa.
Murió en Balmoral, el hogar escocés que amaba por encima de todos los demás, y aunque era escrupulosa a la hora de evitar la controversia política, la idea de que Reino Unido pudiera romperse algún día por la campaña del Partido Nacional Escocés a favor de la independencia debió de dolerle profundamente. No cabe duda de que el año 2022 será visto no solo como un punto de inflexión geopolítico tras la invasión rusa de Ucrania, sino que para los británicos señalará el final de una era extraordinaria que la gran mayoría ha conocido durante toda su vida.
El Rey Carlos III sabe muy bien hasta qué punto deberá estar a la altura en un momento tan difícil para toda Europa, y especialmente para Gran Bretaña. No le resultará fácil, pero al menos cuenta con el gran apoyo de Camilla, como Reina consorte, que comparte muchos de los gustos y cualidades de la Reina Isabel.
Abnegación SE LA AÑORARÁ POR LA CALMA Y LA TRANQUILA CONFIANZA QUE DIO EN TIEMPOS DE CRISIS