Descubren el enigma púrpura de las yeserías de la Alhambra
Científicas de Granada lo atribuyen a procesos naturales electro químicos
La Alhambra, aún después de más de 700 años desde su construcción, sigue teniendo secretos. Incluso para los más expertos en la materia aún hay incógnitas por despejar después de toda una de estudio. Una de ellas fue siempre el porqué del color púrpura en las yeserías tanto del Patio de los Arrayanes como del Patio de los Leones. Quedan muchas otras en la lista, pero esta por fin se ha despejado. La razón: una curiosa combinación de procesos electroquímicos que, durante siglos, han operado de manera natural en el dorado de las yeserías semiexpuestas a la intemperie. Es decir, que el púrpura no siempre fue púrpura. Tal y como explican las investigadoras Carolina Cardell, del departamento de Mineralogía y Petrología, e Isabel Guerra, del Centro de Instrumentación Científica (CIC), ambas de la Universidad de Granada y autoras del estudio, el origen se debe a la presencia de nanopartículas de oro que se han formado de forma natural en las superficie de las yeserías. Una lamina de oro muy fina sobre una hoja más gruesa de estaño. La atmósfera de Granada, rica en aerosoles marinos, hizo el resto. En ese sentido, señala las investigadoras, se trata de un descubrimiento importante, no solo por revelar el secreto alhambreño, sino por el uso de este material en general.
Desde la Edad Media se sabe que el oro puede disolverse en agua regia (una de las pocas mezclas capaces de disolver el oro, el platino y el resto de los metales), y que esta se empleaba para crear el pigmento Púrpura de Cassio. Pero tal y como señala su investigación, que se publicó ayer en la prestigiosa revista Science Advances, se demuestra, gracias a la aplicación de un conjunto de técnicas analíticas microscópicas de alta resolución asociadas con microanálisis químico y molecular, que ha ocurrido un proceso similar al descrito aunque de forma espontánea. En ambiente natural y sin ese agua regia.
El oro no es irresistible
El hecho, apuntan las investigadores, da pie a tumbar el mito: a pesar de la fama del oro como el metal noble más resistente a la corrosión, el oro no es irresistible. La clave está en una capa blanca de yeso aplicada sobre el dorado durante una restauración acometida en el siglo XIX y que ha actuado como ‘papel revelador’ del color púrpura y la alteración del oro, que pocas veces ocurre fuera de un laboratorio y en las condiciones en que se encuentra.
«Pero este proceso no es el responsable directo de la disolución del oro y su posterior precipitación», explica Isabel Guerra. La causa es la formación de una capa de compuestos fruto de la corrosión del estaño que, a modo de «suciedad», cubre parcialmente la lámina de oro. En las zonas donde el oro está cubierto por la «suciedad», la concentración de oxígeno es menor, lo que promueve la creación de micro-células de corrosión por aireación diferencial, posibilitando la disolución del oro. A continuación, el oro disuelto, altamente oxidante, precipita rápidamente en el ambiente rico en iones de estaño, como ocurre en la síntesis del Púrpura de Cassio, en forma de nanoesferas de tamaño predominante de 70 nanómetros.