ABC (Andalucía)

El protocolo perfecto

Isabel II ha sido un ejemplo para todas las monarquías

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

Un ejemplo de una perfección está siendo el protocolo perfectame­nte marcado y reglado con motivo de la muerte de la Reina de Inglaterra. La presencia de todos los miembros de la Familia Real, la comunicaci­ón de su fallecimie­nto, la bajada de las banderas para dejarlas a media asta, la intervenci­ón de la primera ministra con su frase final de ‘Dios salve al Rey’, que se coronará en su día con el nombre de Carlos III.

Todo perfectame­nte organizado, planeado y aprobado por la propia Isabel II en vida. Esa gran señora que encarnó la representa­ción de lo que debe de ser una Reina, una líder, que imprimió prestigio, peso, categoría, autoridad con su vida intachable, con un imponente sentido de entrega a sus súbditos y una dignidad que no parecían cosa normal en las diferentes circunstan­cias de su reinado. Institucio­nalmente nunca defraudó, porque tuvo una admirable adaptación a las diferentes etapas de su vida. Ha sido un gran ejemplo para el mundo entero y para las actuales monarquias. Se ha ido un personaje fascinante, que no ha dejado a nadie indiferent­e a lo largo de los 70 años de reinado.

Supo sobreponer­se a los problemas que le proporcion­aron miembros de su familia. No hay que olvidar que llegó al mismo, después del fallecimie­nto de su padre, al que accedió por el divorcio de su hermano, loco de amor por

Wallis Simpson. Luego llegarían los devaneos amorosos por Peter Townsend de su única y querida hermana la

Princesa Margarita, y de su boda y divorcio con el fotógrafo Tony Armstrong-Jones. Por si esto fuera poco para la época, le tocó lidiar con su hijo

Carlos y Lady Diana Spencer, Principes de Gales, además de la respectiva novia de él y novios de ella, con el consiguien­te divorcio de ambos. A esto se le suma la extraña muerte de Lady Di y de cómo tuvo que afrontar esa muerte por la presión popular, teniendo que hacerle un homenaje a las puertas de Buckingham, después de trasladars­e a Londres desde Balmoral por exigencias de su pueblo. Ese fue uno de los peores momentos de su reinado.

Y por si esto no fuera poco, llegó el divorcio de los Duques de York y el de su hija la Princesa Ana, admitiendo una segunda boda de ella. También tuvo que asumir un escándalo de índole sexual de su hijo el Príncipe Andrés y hacerse cargo del pago de una indemnizac­ión, casi al mismo tiempo de la caprichosa decisión de su nieto Harry de salir de la Familia Real e irse con su manipulado­ra esposa Meghan

Markle, una actriz mediocre, a vivir a los Estados Unidos, donde se han convertido en una comparsa de la industria del espectácul­o.

La muerte del Duque de

Edimburgo, su marido, fue para ella un duro golpe. Las tensiones de los Sussex queriendo asistir a sus funerales, la oposición del Príncipe Carlos para que su hermano el Duque de York no estuviese presente o al menos no tuviese protagonis­mo, fueron acallados por la Reina, cuando se hizo acompañar del brazo del propio Príncipe Andrés.

Unos meses antes de su muerte dijo abiertamen­te que le sucedería su hijo Carlos y que recomendar­ía al mismo que su mujer, Camila ParkerBowl­es, fuera Reina, cosa que no ocurrió con su marido, al que no se le consideró más que como Duque de Edimburgo y consorte de la Reina.

Es de esperar que los índices de popularida­d del nuevo Rey y de la Reina Camila sean más altos que ahora. Guillermo y Catalina, Duques de Cambridge, serán ahora también Duques de Cornualles. Ellos sí gozan de una gran popularida­d.

La presión popular por la extraña muerte de Lady Di fue uno de los peores momentos de su reinado

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