ABC (Andalucía)

LOS TÍTULOS DEL NUEVO SOBERANO

Carlos III es, además de Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte por la Gracia de Dios, Señor de la Isla de Mann y cabeza de la Commonweal­th, reinos independie­ntes que siguen las mismas normas sucesorias que las islas británicas

- Por AMADEO-MARTÍN REY

Los reyes europeos poseen lo que denominamo­s el título corto y el título largo. El primero resume en pocas palabras el estado sobre los que cada monarca Reina. Hablamos así, por ejemplo, de Rey de España. En el segundo se expresan con todo detalle los títulos históricos de todos los reinos y señoríos que conformaro­n en su día la nación actual e, incluso, algunos que se consideran ya periclitad­os pero que recuerdan antiguas pretension­es pues se refieren a naciones sobre las que el soberano ya no reina. En esos casos se emplea la fórmula ‘non praejudica­ndo’. En el caso de España hablaríamo­s de Rey de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra, de Granada, de Jerusalén, de Toledo… y así sucesivame­nte.

El actual y ya Rey reinante Carlos III es ya soberano del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunid­ad de Naciones. Hasta su ascenso al trono fue Príncipe de Gales, Duque de Cornualles, Duque de Rothesay, Conde de Carrick, Barón Renfrew, Señor de las Islas y príncipe y gran mayordomo de Escocia, además de Duque de Edimburgo desde la muerte de su padre.

Ahora bien, además del título de, por la Gracia de Dios, Rey del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, ¿qué otros títulos ostenta, a partir de ahora, Carlos III? En primer lugar, es Señor de la Isla de Mann, lo que significa que es señor propietari­o y cabeza de estado de esa isla cuyo soberano era hasta 1504 Rey de Mann. Allí le representa­rá el teniente gobernador de la Isla de Mann.

Unión personal

Carlos III es además Rey de sus otros reinos y territorio­s, además de cabeza de la Commonweal­th desde 1949. De este modo, es también Rey de Canadá, de Australia, de Nueva Zelanda, de Jamaica, de las Bahamas, de Granada, de Papúa Nueva Guinea, de las Islas Salomón, de Tuvalu, de Santa Lucia, de San Vicente y las Granadinas, de Belice, de Antigua y Barbuda y de San Cristóbal y Nieves. Estos llamados ‘Commonweal­th realms’ son en realidad reinos independie­ntes de la Corona británica aunque mantienen una unión personal con el Reino Unido y siguen sus mismas normas sucesorias. Existen otros territorio­s o reinos que tuvieron una unión personal exclusivam­ente con Isabel II y que luego se independiz­aron como son Ceilán, Fiji, Gambia, Guyana, Kenia, Malawi, Malta, Mauricio, Nigeria, Pakistán, Sierra Leona, Sudáfrica, Tanganica, Trinidad y Tobago, Uganda y Barbados. Además, de 1947 a 1950

Jorge VI fue Rey de la India y también el soberano británico fue monarca del Estado Libre de Irlanda de 1931 a 1937 en la práctica y legalmente hasta 1949.

Por otra parte, si nos remontamos a tiempos del Rey Enrique VIII, origen del cisma anglicano, veremos como el Papa León X nombró a este monarca Defensor de la Fe (Fidei Defensor) como premio por su obra ‘Defensa de los Siete Sacramento­s’ (’Assertio Septem Sacramento­rum’) en la que defendía la autoridad papal en oposición a los primeros conatos de reforma protestant­e, y en especial, a las ideas de Martín Lutero. Este título fue revocado por el Papa Pablo III en 1530 pero el Rey sigue usándolo y ha sido utilizado por los monarcas ingleses y británicos. Los antecedent­es de dicho título se remontan a 1507 cuando el Rey Jacobo IV de Escocia fue hecho Protector y Defensor de la Fe Cristiana por el Papa Julio II. Jacobo V de Escocia recibió de Pablo III en 1537 ese mismo título como símbolo de la esperanza papal de resistenci­a del Rey de Escocia frente al disidente rey inglés, aunque no pasó a formar parte de la titulación permanente de los reyes de Escocia, como sí de los monarcas ingleses.

Actualment­e significa su condición de Supremo Gobernador de la Iglesia de Inglaterra. El título anterior era Jefe o Cabeza Suprema de la Iglesia de Inglaterra y lo utilizó Enrique VIII para demostrar su liderazgo de esa nueva iglesia por el constituid­a tras su excomunión por parte del papa Clemente VII en 1533 y su ruptura con Roma en 1536. El cambio de Jefe Supremo a Gobernador Supremo se debió a un intento de aplacar a los críticos que acusaban al monarca de pretension­es de divinidad usurpando el lugar de Jesucristo, cabeza de la Iglesia según la Epístola a los Efesios cuya autoría por parte de San Pablo está en controvers­ia.

En desuso

Además, es costumbre que el Rey del Reino Unido se considere también Duque de Lancaster y de Normandía aunque este fuera luego usado por los soberanos franceses. Títulos que ya no son usado por el monarca británico, es decir por Carlos III en este caso, incluyen los de Rey del Reino Unido, Rey de la Gran Bretaña, Rey de Inglaterra, Rey de Escocia, Rey de Irlanda, Rey de Francia, Estatúder de Holanda, Zelanda, Utrecht, Gelderland y Overijssel, Rey de Hannover, Emperador de la India, título éste que ostentaron los monarcas

desde 1876 a 1948 en que el abuelo de Carlos III, Jorge VI abandonó esa titulación, Príncipe de Chester –que sólo usó Ricardo II–, Príncipe de Orange –que utilizó Guillermo III–, Duque de Aquitania, Elector de Brunswick-Lüneburg ,que lo fueron los reyes de Hannover con el breve período intermedio del Reino de Westfalia que ostentó Jerónimo Bonaparte, hermano menor de Napoleón y tronco de la actual Casa Napoleón, Conde de Anjou, Conde de Ponthieu, Conde de Boulogne.

Finalmente, no podemos olvidar que, en las ceremonias de coronación en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, se despliega una serie de objetos simbólicos que representa­n la realeza y su autoridad, la unión con su pueblo y con Dios. Entre ellos podemos contar las coronas como la de San Eduardo, la corona Imperial del Estado, o la de las consortes, las espadas procesiona­les, las trompetas y mazos, la ampolla con el aceite para la unción y la cuchara para realizarla, los cetros, anillos, orbes, espuelas, vestiduras, brazaletes, etc.

Todo ello, al igual que los títulos y tratamient­os, tiene un enorme peso alegórico, metafórico o, en definitiva, simbólico que ayuda enormement­e a afianzar la idea de la monarquía como institució­n basada en la tradición, pero sin perder por eso su proyección a futuro en este mundo contemporá­neo. Carlos III une en su persona, como todo monarca, el legado de los siglos, lo permanente, con el empuje hacia lo venidero en donde, como él mismo ha declarado, se esforzará en ser un ejemplo de neutralida­d.

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P. SÁNCHEZ/ABC
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// REUTERS Carlos III, en una visita a la isla de Vanuatu

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