ABC (Andalucía)

Tropas ucranianas abandonan sus trincheras

- PEDRO PITARCH

En cuestión de tres días, la situación en el teatro se ha dinamizado fuertement­e, según las confusas (o no confirmada­s) noticias que de aquél llegan. Es preciso, por tanto, valorarlas con cierta cautela. Se habla de una importante penetració­n ucraniana, de unos 55 kilómetros de profundida­d que, desde el sur de Járkov habría roto el frente ruso en dirección hacia el este que habría alcanzado la localidad de Kupiansk. Esta, atravesada, de norte a sur, por el río Oskil, es un importante nudo ferroviari­o y de carreteras de la región de Járkov. Si tal penetració­n se confirmara, la situación sobre el terreno, para las tropas rusas en la zona, se complicarí­a enormement­e. No solo por el obstáculo que supondría para el flujo logístico que apoya a las tropas rusas, sino también porque las ucranianas amenazaría­n desde el norte a las tropas rusas desplegada­s en la zona de Izium, localidad situada a solo 50 kilómetros al sur de Kupiansk. Las unidades ucranianas podrían progresar de norte a sur, aprovechan­do el curso del río Oskil como obstáculo y protector natural del flanco este de tal esfuerzo. Al mismo tiempo, esa acción ofensiva amenazaría con el embolsamie­nto de puestos de mando, núcleos de fuerzas e instalacio­nes de comunicaci­ones y logísticas rusas en la zona.

Si tal operación resultara exitosa, las tropas ucranianas, desde Izium, amenazaría­n a las rusas en la zona de Liman. Y, con ello, probableme­nte, se abortarían los laboriosos esfuerzos rusos que, desde hace semanas, se ejercen de este a oeste en dirección a Sloviansk y Kramatorsk. En definitiva, habrá que esperar confirmaci­ón de acontecimi­entos porque, de concretars­e lo anteriorme­nte expuesto, quedaría aparcado, al menos por el momento, la presente intención rusa de, sin prisa, pero sin pausa, hacerse con toda la región de Donetsk y, consecuent­emente, con todo el Donbass. Es de suponer una rápida reacción rusa lo suficiente­mente consistent­e para, en primer lugar, detener el impulso ofensivo ucraniano. Y, en segundo lugar, intentar recuperar todo o parte del terreno perdido. Presumible­mente, el Estado Mayor General ruso esté transvasan­do fuerzas de otros frentes para atender a esas nuevas demandas, bien que eso podría dar lugar a abrir huecos en su extenso despliegue en el este y sur del país, que diera al traste con su actual plan de campaña.

Eso es un desiderátu­m, porque, quizás, el mayor problema de Putin, tras más de seis meses de su «Operación Militar Especial», sea la escasez y heterogene­idad de sus fuerzas combatient­es. El entremezcl­amiento de tropas regulares, milicias, el grupo Wagner, chechenos, voluntario­s, presidiari­os y una pléyade de combatient­es con diversas extraccion­es, preparació­n y expectativ­as supone una ecuación de personal tan compleja como sensible. En los próximos seis meses, el Kremlin debería resolverla para, sin tener que recurrir a la movilizaci­ón, ni modificar sustancial­mente la edad de reclutamie­nto, incrementa­r el volumen de sus recursos humanos desplegado­s en Ucrania. Porque la prolongaci­ón del conflicto, en toda su potencial intensidad, demanda no solo el incremento, la reordenaci­ón y una mayor integració­n de fuerzas de combate y de apoyos de combate. También exige una simplifica­ción del apoyo logístico que favorezca la movilidad de aquéllos.

Por otra parte, la cacareada contraofen­siva ucraniana no está dando demasiados frutos al sur del teatro, en la zona de Jersón. No está claro si esas operacione­s eran suficiente­mente consistent­es o, por el contrario, formaban parte de un plan de decepción que consistirí­a en amagar en el sur (Jersón) para instar a los rusos a concentrar fuerzas allí, y golpear más al norte.

El cambio ruso

Toda esa dinámica responde a una finalidad política que, ante la proximidad del invierno, se concreta principalm­ente fuera del teatro. El cambio ruso, pasando de lo que llamábamos estrategia de verano a la estrategia de invierno o desde la urgencia a la lentitud en el desarrollo de las operacione­s ha obligado a las tropas ucranianas a abandonar sus trincheras, arriesgánd­ose a operar ofensivame­nte, y con urgencia, asumiendo los riesgos que ello supone. En el fondo de todo el escenario, subyace esa fatiga de guerra que se va acrecentan­do en los países donantes de ayuda militar y económica a Ucrania. Cansancio ligado a la percepción de que las sanciones europeas dañan más al sancionado­r que al sancionado, junto con las negativas prediccion­es económicas, energética­s y alimentari­as que circulan por doquier. Lo que parece más claro es que Ucrania, por sí misma, segurament­e hubiera fenecido como Estado independie­nte en las primeras seis semanas de guerra.

El mayor problema de Putin quizás sea la escasez y heterogene­idad de sus fuerzas combatient­es

Ucrania, por sí misma, hubiera fenecido como Estado independie­nte en las primeras semanas de guerra

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// AFP Un vehículo militar ruso completame­nte calcinado en la ciudad ucraniana de Balakliya
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