Suecia vota hoy sin el cordón sanitario contra la ultraderecha
► La oposición conservadora ha transmitido su decisión de abrirse a pactar con el SD
Unos 430.000 jóvenes podrán votar por primera vez hoy en Suecia y una de ellos es Greta Thunberg, pero la protección del clima apenas ha estado presente en la campaña y no juega un papel significativo en los programas electorales. En 2018, se sentó con su pancarta frente al Riksdag y dio inicio al movimiento internacional Fridays for Future que aparentemente arrastró a buena parte de los partidos políticos europeos. Pero la pandemia, los ataques terroristas y, más recientemente, la invasión de Ucrania, han hecho girar la opinión pública hacia problemas como el crimen, la defensa y el suministro de energía, hasta el punto que el Partido Socialdemócrata está gestionando desde el Gobierno la adhesión a la OTAN y el ultraderechista Demócratas de Suecia (SD) le disputa en las encuestas el segundo puesto a los conservadores de centro. Seguramente la principal novedad de estas elecciones es la decisión de la oposición conservadora de abrirse a pactar con SD, lo que podría alterar la dinámica de bloques.
Un viaje en el tranvía número cinco de Gotemburgo ayuda a entender la situación. La línea arranca en los ricos barrios de villas del sureste, continúa a través del bullicioso centro y termina en el imponente puente de la isla de Hisingen. Por el camino cruza barrios de población exclusivamente inmigrante y segregada, como Länsmansgarden, con unos 15.000 habitantes. «Aquí fue asesinado a plena luz del día un chico la semana pasada», dice Salha Abdukadir, estudiante de 25 años de procedencia somalí, a la puerta de una tienda de comestibles, «después del atardecer no salimos, ni vamos a ciertas zonas, pero igualmente todo se ha vuelto peligroso». Cada semana, desde principios de año, al menos una persona ha sido asesinada en Suecia y los perpetradores son a menudo menores de edad. La primera ministra, Magdalena Andersson, ha calificado de «epidemia» los tiroteos y el portavoz de la policía Christer Fuxborg los atribuye a los clanes que compiten por el comercio de la droga, que «ha explotado en los últimos años». En la campaña electoral, todos los partidos han admitido que Suecia tiene un problema de integración que rompe su tradicional paz social y que crece una peligrosa brecha entre la Suecia rica y las áreas con alto desempleo, bajo nivel educativo y una sociedad paralela. El electorado simpatiza con la política dura que propone Jimmie Åkesson , que ha logrado dotar de un rostro burgués aun partido populista, el mismo que en los años noventa vestía botas militares y cabezas rapadas, pero que desde 2005 ha evolucionado hasta convertirse en una alternativa real. «El cortafuegos contra SD ya no existe. En las elecciones de 2010 seguían por debajo del 6% y en las últimas obtuvieron el 17%», confirma el politólogo Sven Jochem, de la
Universidad de Konstanz, que añade como factor determinante en estas elecciones la materialización de la amenaza bélica rusa.
Un invierno en guerra
«Nos enfrentamos a un invierno en guerra», ha declarado Magdalena Andersson en el debate final de la campaña, emitido por la cadena pública sueca SVT, «pero no debemos dejar que Putin nos divida». Esa apelación a la unidad, tan conveniente para su candidatura, es contestado por el líder de los conservadores moderados, Ulf Kristersson, que culpa a la primera ministra de una gestión caótica de la crisis energética. «El cierre de cuatro reactores
nucleares en los últimos cuatro años es lo que nos ha puesto en esta situación, nos ha hecho dependientes», acusa a la coalición de izquierdas. Tres partidos de la oposición, además de SD, rechazan ahora los acuerdos climáticos internacionales y piden un renacimiento de la energía nuclear, que hasta su desmantelamiento, representaba junto con la hidroeléctrica el suministro básico de electricidad del país nórdico.
«Se ha desplazado hacia la derecha», resume Bernd Henningsen, politólogo de la Universidad Humboldt de Berlín, «los votantes sienten que el mundo perfecto sueco se está desmoronando y la voluntad de llegar a consensos y compromisos ya no es tan fuerte». La palabra clave de la política sueca durante el último siglo, ‘Hogar del Pueblo Sueco’, concepto de vida pacífica, cómoda y solidaria del que se apropió la socialdemocracia, ya no mueve el voto, dice Henningsen, «ahora se ha vuelto un país bastante normal en el cosmos neoliberal».
La pandemia, el terrorismo y la invasión de Ucrania han hecho girar la opinión pública hacia problemas como el crimen, la defensa y el suministro de energía