«La modernidad es la sinceridad, hacer lo que hay dentro de uno»
Blanca Li, Rubén Olmo y Gabriel Matías debaten sobre la situación actual de la danza en España La pandemia, la creatividad y la diversidad de las propuestas, entre las cuestiones abordadas en la charla
Blanca Li, Rubén Olmo y Gabriel Matías comparten su pasión por la danza, pero la contemplan desde lugares muy diferentes. La primera, nacida en Granada en 1963, es una de las coreógrafas españolas más internacionales –de hecho, su compañía nació y se mantiene en París– y ahora dirige los Teatros del Canal, un espacio concebido como hogar de la danza en Madrid –de aquí a fin de año presentarán más de una veintena de espectáculos dancísticos y alberga un activo centro coreográfico–. Rubén Olmo (Sevilla, 1980), actual director del Ballet Nacional de España, tiene una larga y fecunda trayectoria como bailarín y coreógrafo. Y Gabriel Matías, un brasileño de 27 años, que fijó su residencia en 2015 en España para dedicarse a su gran pasión: el baile flamenco. Con ellos ha charlado ABC, precisamente en los Teatros del Canal, para conocer su opinión sobre diversos aspectos de la situación de la danza en España y tratar de esbozar una radiografía de este arte que, a pesar de los (muchos) vientos en contra navega en España con las velas desplegadas.
Ebullición
¿Está apagado el mundo de la danza en España? «No lo creo: ahora mismo hay mucha ebullición», dice Blanca Li. «No podemos obviar la pandemia –interviene Rubén Olmo–; para las compañías privadas y para los creadores ha sido un machaque mental y económico; les ha costado mucho volver a ponerse en marcha». «Se generó un atasco, porque durante dos años no hubo programación prácticamente en ninguna parte –aporta Blanca Li–. Es como si, de alguna manera, hubiéramos perdido ese tiempo. Pero yo he visto a los coreógrafos perpretran ensayando y luchando. A pesar de lo duro que ha sido, la danza ha estado muy activa».
«Hemos bailado en las terrazas, en las cocinas –sigue Rubén–. Ha sido una de las artes más activas». «Lo que fue muy duro –completa Blanca– fue la formación y el entrenamiento. Todos podíamos hacer una barra en casa, pero faltan las ocho horas que estás en el estudio, los saltos, la relación con los demás bailarines... Eso para el cuerpo y para la mente ha sido tremendo». Pero a pesar de eso se seguía ensayando y se seguía creando», concluye Blanca Li.
Llovía sobre mojado; la danza en España se vio especialmente afectada por la crisis económica –«la danza siempre está en crisis», sonríe irónica Blanca Li–; el número de compañías ha descendido. Rubén Olmo pone el dedo en la llaga: «Pero podría haberlas... Que todas las comunidades tengan un coro, una orquesta y no tengan un ballet me duele. Me duele que el Liceo de Barcelona no tenga un ballet; que Extremadura tenga dos orquestas sinfónicas y un coro y no tenga un ballet... Murcia, Zaragoza, el País Vasco, tenías compañías de danza que se perdieron... Pero las orquestas y los coros siguen, es algo que se deberían plantear». «Y el público ama la danza», apostilla Blanca Li.
Gabriel Matías ha permanecido hasta ahora callado y atento a cada palabra. Cuenta que nació en Porto Alegre, que su padre era futbolista y su madre gimnasta, y que llegó al flamenco por casualidad. «Mi madre se apuntó a una academia de baile flamenco y yo, que era muy chico, la acompañaba, pero me quedaba en un rincón mirando. Un día el profesor me invitó a tomar una clase y me apasionó completamente. Y aquí estoy». Es su turno para hablar: «Escuchando historias que me cuentan, veo que ahora hay menos oportunidades para trabajar, menos giras... Veo que el público acude y siente respeto y admiración por la danza, y por el flamenco en particular. Hice hace poco una gala al aire libre en Londres con Paco Peña, y nos previno de que tal vez el público estuviera disperso... Pero ¡qué va! Estuvo
atentísima durante la hora y media del espectáculo». Rubén Olmo interviene: «Y en España pasa igual; a veces nos tiramos piedras diciendo que no hay público. Pero lo hay».
Vuelve Gabriel Matías a la pandemia. «Fue un período muy duro para todos, pero a los bailarines nos cortó las alas. No podíamos hacer nada. Entrenar en casa no te sirve, no es lo mismo». «Y es muy duro –apoya Blanca– que cuando empiezan a verte, cuando empiezan a saber quién eres, a conocerte, cuando empiezas a despegar... y te tienes que parar dos años, es como si tuvieras que empezar de cero».
¿Y se nota ahora una explosión de creatividad tras ese parón? «De alguna manera sí –responde Rubén Olmo–; el hecho de abrirse las puertas de otros países, poder girar y tener los teatros al cien por cien de capacidad cambia mucho... Que enfrentarse a un patio de butacas al treinta por ciento daba mucha alegría viniendo de donde veníamos, pero también mucha tristeza porque notabas al público con miedo, con reservas...»
Blanca Li toma la palabra. «A mí me preocupaba que todo el mundo se pusiera a hacer espectáculos sobre la pandemia. Tenía miedo de que estuviéra
Directora de los Teatros del Canal «A pesar de los dos años perdidos por la pandemia, veo a los coreógrafos muy dinámicos y luchadores»
«La mayoría de los coreógrafos hacen solos porque no tienen medios ni para tener un dúo»
mos hablando de la muerte durante dos años. Y la verdad es que no; algunos creadores sí, necesitan hablar de ello, pero lo que veo es mucha fantasía, mucha creatividad, mucha variedad. Me encanta la diversidad que tenemos en España, cosa que no ocurre, por ejemplo, en Francia. Hay una gama de creación y de creadores increíble, que son algo único de aquí, porque nadie que no conoce el flamenco puede hacer ese tipo de creación. Ocurre igual en la danza española, con una gama de jóvenes creadores que le están dando una vuelta al folclore, a la tradición... Los creadores de danza contemporánea también se nutren de alguna manera de eso porque hay un intercambio, una mezcla, viajes del clásico al flamenco o del flamenco al contemporáneo. Todos los bailarines toman clase de ballet, por ejemplo, conocen ese lenguaje. Y estos intercambios están dando un fruto que solo lo tenemos aquí». «‘Generaciones’, el programa que acaba de presentar el Ballet Nacional aquí, en el Canal, tiene mucho de eso, de la evolución de nuestra danza».
Las palabras de Rubén Olmo abren la espita para otro tema, relacionado precisamente con la danza española: ¿hay coreógrafos para hacer grandes obras con este lenguaje, de este estilo? «Cuesta encontrarlos –se sincera el director del Ballet Nacional–. Estamos ahora en un cambio de generación, y a las grandes figuras les da miedo enfrentarse a cuarenta o cincuenta bailarines.
Están acostumbrados a cuatro, cinco, ocho como máximo, y me dicen que no saben si están preparados. Les tengo que quitar el miedo y decirles que tienen permiso para equivocarse. Pero les cuesta. Y por experiencia puedo decir que es lo mismo coreografiar para diez que para cuarenta». «No es lo mismo –ríe Blanca Li–, pero es verdad que llega un momento en que aprendes a manejar un grupo numeroso».
Desvela Rubén Olmo que existe un proyecto de crear una escuela de coreografía. «Estamos en ello... Pero cuesta mucho». Interviene Blanca Li: «Yo creo que no es tanto tener una escuela como tener la oportunidad y la posibilidad, desde el momento en que empiezas a coreografiar, de tener bailarines. ¿Cómo aprendes? Metiéndote en el estudio con los bailarines, y poco a poco vas madurando, te vas definiendo. El problema es que aquí, hoy, la mayoría de los coreógrafos hacen solos porque no tienen medios ni siquiera para tener un dúo. Coreografiar es también estar horas y horas en el estudio jugando, probando. Y para eso necesitas pinceles, lápices... Si un pintor solo dispone de un color... Hay que ayudar a que los bailarines tengan infraestructura para poder crear... Es tan difícil económicamente mantener un grupo, que al final muchos bailan solos aunque tengan potencial para ser grandes coreógrafos. El problema es el dinero».
Volvemos con Matías. A pesar de su edad, él practica un flamenco muy tradicional «Me fascinan Mario Maya, El Güito... Son mi referencia. No veo muchos compañeros que sigan este camino. El legado que han dejado estas figuras sigue presente, pero no en cuanto al baile, a la propia interpretación». «Se puede bailar de manera tradicional –subraya Rubén Olmo–, pero tener una puesta en escena o una forma de vestirse actual. No es algo que tenga polvo». «No es una reconstrucción histórica», apostilla Gabriel Matías.
Nostalgia
La nostalgia puede ser un arma de doble filo. «El peso de la historia y de la tradición son grandes –admite Rubén Olmo–. Nuestra generación le tiene un gran respeto a figuras como Antonio, Pilar López... pero necesitamos crecer, evolucionar, tener incluso la oportunidad de equivocarnos. No todo lo que hicieron esos artistas fueron un éxito». «Los jóvenes –concluye Blanca– necesitan conocer y disfrutar la tradición; no se puedes ser moderno si no se conoce el pasado a fondo. Por eso hay tan buenos artistas en la danza española; primero se impregnan de la tradición, aprenden la técnica y después intentan liberarse y ser ellos mismos».
«Cada uno toma su propio camino», tercia Rubén aunque Blanca advierte: «Pero hay que tener cuidado; si un joven decide bailar de la manera más tradicional, para mí es igual de moderno que alguien que decide ‘ser moderno’. Ese joven no debe tener complejo, pensar que su baile es polvoriento. Es importante que cada uno siga su camino y no se sienta ‘obligado’ a descomponer su baile para que no me califiquen de antiguo». «Hay que ser sincero con uno mismo –tercia Gabriel Matías–. En el escenario, no vas a poder transmitirle al público algo que no es tuyo, que no sientes; ni defenderlo. Y hoy en día hay una tendencia de que para venderse o para entrar en deteminadas programaciones hay que hacer un flamenco ‘contemporáneo’». Pone Blanca Li el punto final: «La modernidad no es eso. La modernidad es la sinceridad, hacer lo que hay dentro de uno».
Rubén Olmo Director del Ballet Nacional «A las grandes figuras de la danza española les da miedo enfrentarse a 40 o 50 bailarines»
«Me duele que todas las comunidades tengan un coro, una orquesta y no tengan un ballet»
Gabriel Matías Bailaor «En el escenario, no vas a poder transmitirle al público algo que no es tuyo, que no sientes»
«A los bailarines nos cortó las alas la pandemia. Entrenar en casa no te sirve, no es lo mismo»