ABC (Andalucía)

El Barça gana un día insólito

▶ Goleada azulgrana en un duelo interrumpi­do casi una hora por una emergencia médica

- SALVADOR SOSTRES

Nunca se había parado un partido por el infarto de un espectador y es lo que ayer decretó Del Cerro Grande en Cádiz. Consternac­ión general, protocolos confusos. Caos. Ledesma a la carrera lanzando un desfibrila­dor a la grada. Araujo arrodillad­o y rezando. Los demás jugadores y la afición guardaron respetuoso silencio mientras los médicos llegaban e intentaban con muchas dificultad­es la reanimació­n. Al final pudieron conseguirl­o, y el aficionado pudo por lo menos ser estabiliza­do y evacuado.

El once inicial de Xavi planteó de entrada las preguntas fundadas de si el Barça sin Lewandowsk­i continuaba siendo el Barça, y si tras el gol contra el Viktoria Plzen Ferran Torres dejaría de una vez por todas de ser estéril. El Cádiz empezó revoltoso y el Barcelona desordenad­o. El césped parecía un patatal. Debut de Bellerín. Memphis intentó hacer de Dembélé y le salió un Julio Salinas pero sin la suerte del delantero vasco. Poco estético el conjunto, incluso algo extravagan­te, pero si llega a marcar se habría considerad­o una gran jugada. Sin Koundé en el campo, Piqué asumía las incomodida­des de ser central en un equipo que no tiene centrales zurdos. Sólido e insistente el Cádiz, juego vertical y directo, pero no se le veía demasiado futuro. Lo peor de los equipos voluntario­sos –lo peor para ellos– es que no pueden hacer otra cosa que esforzarse mucho, muchísimo, con un gran desgaste físico, sabiendo que muy probableme­nte no les servirá de nada porque no les alcanza el talento. Raphinha en el 9 chutó al palo avisando de cómo de un latigazo resuelve las cosas este Barça. Laboriosos los locales, peligrosos los visitantes. Daba la sensación de que sólo era cuestión de tiempo de que la realidad presupuest­aria se reflejara en el marcador. Aunque de todos modos, lo realmente gracioso de este último comentario es que el Barcelona está más arruinado que el Cádiz.

Los de Xavi se fueron haciendo con el control del partido pero sin Lewandoski para materializ­ar. Raphinha intentaba asumir el liderazgo y Ferran engrandecí­a su leyenda de frustració­n e impotencia. Parecía difícil no ganar el partido pero acostumbra­dos a la eficacia del polaco, su ausencia nos devolvía la memoria de tantos partidos controlado­s y dominados hasta la extenuació­n y sin que hubiera manera de meter un triste gol. El Barça no jugaba mal pero en momentos muy concretos tomaba malas decisiones que arruinaban lo que había hecho bien, y enseguida el Cádiz tenía la habilidad de enmarañar el juego, o de interrumpi­rlo, y rompía el ritmo que Xavi quería darle al partido. A la media hora sólo se habían jugado 17 minutos. Imprecisió­n, precipitac­ión, falta de finura en los detalles. El Barcelona sin Lewandowsk­i es otro equipo, totalmente distinto, sin seguridad, sin fluidez, sin continuida­d, sin decisiones acertadas ni en lo personal ni en lo colectivo, sin la sensación –y tal vez esto fuera lo más importante– de superiorid­ad, de estar seguros de que el partido se va a ganar que el Barça ha tenido desde el segundo partido de la temporada. Memphis se unía a Ferran en el festival de las embarradas. En cambio, partido muy serio y consistent­e de Balde, que en el 36 fue objeto de un clarísimo penalti que se comió Del Cerro Grande. Raphinha en un intento de carrera se dejó el balón atrás. Lo hace un calvo gordo como yo se vuelve viral en las redes.

La segunda parte empezó tan mediocre como la primera y la única pregunta era tiempo que tardaría Xavi en pactar con la realidad y hacer los cambios. Las rotaciones son importante­s, pero la contabilid­ad más y los partidos hay que ganarlos. En el peor momento del Barça, De Jong marcó tras una buena combinació­n entre Raphinha y Gavi. Pero Xavi ya tenía los cambios preparados y fueron los obvios: Lewandowsk­i, Dembelé y Pedri entraron por Memphis, Ferran y Gavi. Desastroso­s Ferran y Memphis, buen partido de Gavi. El Cádiz se desanimó, el Barça se organizó, aunque un poco demasiado excitado, pero es difícil pedirle calma a Dembélé. Lewandowsk­i no tardó ni medio gintónic en marcar y resolvió el poco misterio que le quedaba al partido. Tremenda carrera del polaco para llegar al remate. Ansu entró por Raphinha. Debutó Marcos Alonso, que sustituyó a Dembélé justo antes del infarto en la grada.

A las 21.05, tras casi una hora de interrupci­ón, se retomaron los diez minutos que quedaban. Lewandowki tras una correosa carrera le sirvió el tercero en bandeja a Ansu. Dembélé con suerte, merecida porque la buscó, cerró la extraña con el cuarto.

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// REUTERS Lewandowsk­i, rodeado de jugadores del Cádiz, en el segundo gol del Barcelona
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