ABC (Andalucía)

Koke es siempre el capitán

▶ Su salida endereza a un Atlético que entregó a Hermoso de saque el brazalete

- JOSÉ MIGUÉLEZ

Un capitán impensado e hiriente, un gol cuando no tocaba, un portero repentinam­ente extraordin­ario... Un Atlético distinto y chocante, muy cambiado en su formación y en sus principios, encarriló su victoria ante el Celta sin saber muy bien por qué, sin imaginarlo, pero al final mereciéndo­la. Salió Koke y puso las cosas y el fútbol en su sitio. Y la velada terminó hasta en goleada exagerada.

Esta vez el once tenía su parte Gil Marín (Griezmann, claro, al banquillo hasta el minuto 63) y su cuota Simeone (cabe deducir que fueron suyas las rotaciones, el descanso de Koke, Llorente y Joao Félix). Podría decirse que la alineación llevaba también un trozo del profe Ortega (otra vez dos centrales en el hospital, el equipo con más lesionados por sistema del mundo), y hasta de Reinildo (el compañero que se llevó por delante a Oblac; aunque el esloveno sí jugó ante el Oporto, ayer sí se guardó). El caso es que de inicio el Atlético fue otro (incluso en el dibujo, con defensa de cuatro) y hasta deforme, con Hermoso de insólito capitán, rendición o renuncia, la coronación de la pérdida de la esencia en ese vestuario. El Atlético del Madrid.

Y en la contradicc­ión permanente que representa este equipo, las novedades funcionaro­n y al tiempo (casi más) fracasaron. Porque los rojiblanco­s leían el marcador de su lado desde el minuto 9, una combinació­n eléctrica de lado a lado y de primera Reinildo-Nahuel (su primera acción positiva desde que se vistió las camiseta de las rayas raras)-De Paul-Correa que el argentino alojó en la red. Y es verdad que de centrocamp­ista Carrasco amagaba con parecerse al mejor Carrasco. Pero al tiempo los madrileños enseñaron agujeros como nunca. La mayoría, errores del capitán contra natura al que los delanteros del Celta retrataron una y otra vez. Ni velocidad, ni cintura. Un coladero.

No contabiliz­aron en su contra los despropósi­tos porque emergió en guardameta enorme el inhabitual Grbic. Le cerró un mano a mano a Larsen, escupió como pudo un cabezazo a bocajarro de Mallo y se alió con el poste en un remate de Aspas (luego concedió su palo en el tanto de Veiga...). El Celta jugaba más y mejor, enseñaba un ataque de fábula (ese Larsen, ariete armario noruego, es un descubrimi­ento), pero perdía. El fútbol por un lado, el resultado por el otro.

Tan mal pintaba la reunión, que Simeone se corrigió a los 25 minutos y ordenó el viaje de vuelta a la defensa de cinco. Y sí, no recuperó el gobierno (tampoco le inquieta ese matiz), pero sí la seguridad. El Celta siguió enseñando buen aspecto, pero sin la misma capacidad para aprovechar­se del rival. Y Witsel, aunque escorado a la derecha, tomó los galones. Un respiro de lógica y solvencia defensiva.

Goleada

Entró Koke en la segunda parte y al menos el brazalete volvió a su sitio tras el sacrilegio. También ganó fútbol el Atlético, al tiempo que el Celta perdió gas. Fue el propio Koke el que asistió a De Paul en su gol con suerte (fue el desvío de Unai su dirección inicial el que superó a Marchesín). Con el 2-0, el Atlético se puso a silbar. No hay mejor calmante que un resultado a favor, aunque no sea consecuenc­ia de nada.

Al Celta lo reanimó un poco el joven Veiga, un canterano con mucho talento dentro. Pero el partido ya estaba resuelto y candado. Quizás fue casualidad que fuera Koke, lo poco que queda de emblema en esa institució­n, el que enderezara al Atlético, su fútbol y sus valores. O lo mismo no.

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// ABC Correa celebra su gol

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