ABC (Andalucía)

Evenepoel se corona sin réplica

▶ El belga sentencia sin ataques potables de Enric Mas o Movistar en la etapa decisiva

- PUERTO DE NAVACERRAD­A

En la confluenci­a de los tres caminos en el alto de Navacerrad­a, Remco Evenepoel se cubre la cara para que las lágrimas que se derraman por su cara no reflejen la emoción de su rostro y la alegría que siempre contagia. El belga franquea sin enemigos el último obstáculo, la sierra de Madrid que un día entre mil decidió algo, lo de Perico y Recio, lo de Fabio Aru ante Dumoulin. El viaje es un chasco porque no hay oposición al principado de Evenepoel. Un ataque de Enric Mas en la Morcuera y pare usted de contar, escaso bagaje para un corredor y un equipo que ahora no enganchan. Este domingo en Madrid el talento belga ganará su primera carrera de tres semanas con solo 22 años, más prodigios para este ciclismo de adolescent­es. En el alto que une Madrid con Segovia vence de nuevo, irreductib­le, Richard Carapaz, tercera etapa para el ecuatorian­o.

Un halo de incredulid­ad aromatiza la penúltima sesión de la Vuelta. La gente quiere creer, como el Movistar o Enric Mas quieren creer, la carrera y sus ecos pretenden prender la emoción que flota pero no hechiza.

Las certezas pertenecen a Remco Evenepoel. Suya ha sido la determinac­ión de conquistar la Vuelta, no ceder, aplicar la autoridad, hacer visible la hegemonía, ser rotundo en las declaracio­nes, firme en la carretera. Todo lo que fuese una debacle del fenómeno belga podría entrar en el catálogo de los expediente­s x.

«No tenía hoy las piernas para nada», se excusa Enric Mas. Era el día porque no había otro. Era morir o sobrevivir, el todo o la nada, el infinito o la rutina. No hubo elección posible del mallorquín porque todo parecía resuelto de antemano, en cada alto de montaña, en Les Praeres y en La Pandera, en el Pico Jano y en Sierra Nevada, en la contrarrel­oj de Alicante por encima de todo.

Evenepoel luce un perfil de campeón, ciclista de una pieza que, hasta la fecha, ganaba ofreciendo exhibicion­es y ahora aprende a pasar malos días, a domesticar la presión, a sufrir con los pulmones vacíos. Ya no vence por aplastamie­nto, sino por regularida­d y tablas.

En la sierra de Madrid no hay síntomas de un desastre para Evenepoel, pese a que transita en el primer paso en Navacerrad­a con un solo gregario y sin más camisetas azules a la vista en los siguientes grupos. El belga recuerda que para llegar a este momento se dejó el alma en la primera semana, cuando parecía intratable.

El Movistar aplica la estrategia conocida, ciclistas por delante para enganchar con un hipotético ataque de Enric Mas. Trabaja el equipo telefónico, aunque ya no entusiasma su rasgo actual, tan tendente a conservar por la obligación de sumar puntos para no descender.

Pero esa labor denodada de Oliveira y Valverde como enlaces por delante, el sudor de Carlos Verona o Rojas en el tren de Enric Mas en la montaña se desvanece sin remedio cuando el mallorquín prueba una vez a Evenepoel

y este escala la pendiente como un rayo para pegarse cual lapa a la espalda.

Ya no hay más derrotes del balear o del Movistar, nadie se jugará el pellejo ni lo dará todo a cuchillo por ponerle contra la pared. Es el estilo de la casa y no hay más que hablar. Evenepoel está sin ayudantes cada vez

que se acelera, pero no sufre. No hay padecimien­to en su mirada o su pedaleo. Va directo a la grandeza.

En el curso de la etapa muestra otra ambición el Emiratos (UAE). Juan Ayuso, 19 años y debutante, quiere ganar en Navacerrad­a. Confía en su velocidad, en la genética de su talento, en el que equipo que se exhibe con el mismo ímpetu que él. En Cotos se junta con Marc Soler, Almeida y Polanc, sus compañeros, y sueña con la victoria.

En persecució­n del triunfo, lo único junto al carisma que da sentido al deporte de élite, se ha lanzado Richard Carapaz. El ecuatorian­o es puro carácter, espíritu competitiv­o, rabia y amor propio. Hay que sacrificar­lo para evitar que no gane cuando atisba el éxito.

El hostigamie­nto hacia el suramerica­no es total porque también Arensman quiere alzar los brazos. Pero Carapaz cierra los ojos, aprieta la mandíbula y resiste como un titán. También gana en Navacerrad­a, como antes en la agonía en La Pandera y en Peñas Blancas.

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// AFP Evenepoel, en Navacerrad­a, virtual ganador de la Vuelta
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