La fe y el futuro
Francisco ha recordado que la Iglesia hereda siempre una historia
En estos días el Papa ha visitado a la Iglesia que vive en los países del Asia Central, una Iglesia muy pobre en números y en recursos, pero preciosa por la riqueza de su fe. Por ejemplo, en Kazajistán existe una pequeña comunidad católica, uno de cuyos pastores es el español José Luis Mumbiela. La mayor parte procede de polacos y alemanes que durante la época de Stalin fueron deportados hasta este país de Asia Central. Por eso, Juan Pablo II habló de «una tierra de mártires y creyentes, de deportados y héroes».
Francisco ha recordado que la Iglesia hereda siempre una historia, siempre es hija de otros evangelizadores que la establecieron en un lugar determinado. Por eso ha rendido homenaje a muchos misioneros que fundaron allí comunidades, santuarios y monasterios, y a tanta gente sencilla, abuelos y abuelas, padres y madres.
Es necesario hacer memoria de las maravillas que Dios ha realizado en nuestra historia. Pero esa memoria no tiene nada que ver con la nostalgia. La segunda palabra clave en el discurso del Papa es la palabra «futuro». La Iglesia camina en la historia entre memoria y futuro. A pesar de las debilidades de sus miembros, o de retos inmensos que a veces sentimos que nos aplastan, el Señor no se cansa de construir a nuestro lado el futuro de la Iglesia. El mensaje debería resonar también entre los católicos españoles: no seamos presa de los miedos y las quejas, confiemos en la gracia de Dios, de cuyas maravillas en la historia hacemos memoria; no nos preocupemos tanto de la contabilidad y edifiquemos una Iglesia llena de la alegría del Resucitado.