Confianza y consumo
El ‘XL Semanal’de ABC de ayer recogía una interesante entrevista en la que tres muy reputados economistas opinaban sobre esta crisis. De entre las respuestas, por lo general bastante previsibles, me quedaría con las de Richard Thaler, que desmarcándose del catastrofismo generalizado llegaba a decir que no cree que vaya a pasar nada. La clave de esta visión es la fortaleza del mercado de trabajo. Señalaba el premio Nobel y profesor de la universidad de Chicago que «en todos los restaurantes ve carteles en los que se piden empleados».
Y esta es precisamente la gran diferencia con otras crisis con las que hoy queremos comparar la situación actual y por lo que las enormes caídas de confianza del consumidor no están trasladándose al consumo de la misma manera que lo han hecho en ciclos anteriores. Las peores lecturas de confianza de los consumidores, de hecho en muchos casos son los peores registros que nunca se han visto, no están provocando que se nos encoja el brazo. Estamos preocupados por lo que está pasando, mucho, pero no por nuestro trabajo, por lo que seguimos viviendo más o menos igual. Y esto es lo que realmente importa en la economía: lo que hacemos, no lo que decimos. Evidentemente, todo es susceptible de empeorar, pero también, como señalaba Thaler en otra de sus respuestas, apunta a la posibilidad de que los miedos inflacionistas terminen embridándose, lo que ponga punto final al alarmismo actual.
En un momento como el actual en el que tantos interrogantes continúan abiertos y el miedo campa a sus anchas, se agradecen voces como la del Nobel americano que sirven como contrapunto ilustrado al pesimismo y, sobre todo, a los pesimistas de salón que no dejan pasar un día sin anticipar el fin del mundo.
«La gente es tan racional como Homer Simpson», comparaba Thaler al arrancar la entrevista. Pasará lo que tenga que pasar, pero desde luego que nada está escrito lo diga Argamenón o su porquero –o en este caso muchos ilustres economistas y la pléyade de aprendices de voceras–. En cualquier caso no dejen de leer la entrevista porque los otros dos economistas –Stiglitz y Pissarides– también premios nobeles, les siguen regalando el oído a todos los discípulos del apocalipsis.