Cordialidad lingüística
Feijóo tira de la cordialidad porque obedece a un drógulus
LOS constitucionalistas españoles se manifiestan en Barcelona para que los dejen hablar en español en España, y Feijóo responde a su demanda:
—Cuando estemos en el Gobierno vamos a aplicar todas las herramientas del Estado de derecho para conseguir la cordialidad lingüística.
Ser cordial, decía Santayana, es como alborotarle el pelo a alguien para alegrarle, o besar a un niño que no lo pide: «Se siente uno a gusto cuando eso acaba». Besada Cuca y despeinada Cayetana, ¿qué hay de la Constitución? ¿Y de las órdenes del Supremo para hacer cumplir la ley?
—La diferencia entre la norma constitucional y la ley: la ley garantiza el derecho de todos contra uno; la Constitución, el derecho de uno contra todos.
Mas la Constitución española, añade el autor de ‘El discurso de la República’, no garantiza los derechos individuales frente al poder de los gobiernos, y convierte en legisladores a unos grupos partidistas que legislan, por corrupción, en interés de unos pocos contra el de todos.
En septiembre del 57, Arkansas recibe la orden de la Corte Suprema de admitir a nueve estudiantes negros. El gobernador desobedece y el presidente Eisenhower responde: «La Constitución federal será sostenida por mí con todos los recursos legales bajo mi poder». Y envió a Little Rock… ¡a la 101 Aerotransportada!, que escoltó la entrada de los nueve estudiantes a la escuela.
Pero nuestros constitucionalistas son fetichistas de una palabra, Constitución, que es el drógulus de sir Alfred J. Ayer al padre Copleston en la BBC:
—Suponga, padre, que digo «Hay un drógulus allí», y usted dice «¿Qué?», y yo replico «Drógulus», y usted pregunta «¿Qué es un drógulus?». Bueno, digo yo, no puedo describir lo que es un drógulus porque no es la clase de cosa que usted pueda ver ni tocar; es un ser incorpóreo. Y usted dice «Bien, ¿cómo puedo decir si está allí o no?» y le contesto «No hay forma de decirlo. Todo sigue justo igual esté allí o no. Pero el caso es que está allí».
Eisenhower obedeció a una Constitución que le permitía tirar de la 101. Feijóo tira de la cordialidad porque obedece a un drógulus, el pacto del 78 (una parodia del Directorio francés) que consagra «la perpetuación de una misma clase política mediante el sistema proporcional y la imposibilidad de controlar a los gobiernos», que pueden confinar ilegalmente a la población y desobedecer a discreción al Supremo, reservándose para aquellos casos que se fueren de las manos la piadosa gatera del indulto, condenado por Francis Bacon: «La piedad es cruel cuando empuja a salvar criminales que deberían ser alcanzados por la espada de la justicia; es más cruel que la crueldad misma; porque la crueldad no se ejerce más que contra individuos; mientras que esta falsa piedad, al favor de la impunidad que procura, arma y empuja a toda la tropa de criminales contra la totalidad de las gentes honestas». Contra los desmanes cabe recurso de manifestación.