No hemos aprendido nada
Toda guerra, como toda ignominia, tiene su masacre, su horror, sus propios y atávicos infiernos. La locura y la sinrazón premeditada de quienes ejecutan a sangre fría a cientos de inocentes y torturan a soldados hasta la muerte añade un nuevo nombre, Izium, a esa lista maldita del terror y la vesania humana. Todo parece y apunta en esta dirección. Sí, en la civilizada Europa, de nuevo la barbarie, la violencia desmedida, el sufrimiento indecible. Treinta años atrás, Sbrenica fue otro escenario. Ochenta años después de que se desataran todos los infiernos y el crimen mayúsculo del Holocausto. No hemos aprendido nada, y solo la barbarie sigue imperando contra los inocentes. Encima de la mesa el maltrato y la tortura, la ejecución masiva y desenfrenada, desalmada y aterradora que obedece a un plan silente de tierra quemada y exterminio a pequeña escala.
Es el relato que más daño hace al ser humano y el que nunca se olvida ni se puede olvidar porque sería asesinarles de nuevo. Nadie borrará de nuestras retinas las imágenes del terror y el horror de bombardeos, de civiles muertos en las calles de las ciudades ucranianas.
Es una guerra sí, pero por qué esta violencia tan extrema, estas vejaciones y humillaciones a la población civil.
Quizá socializar el sufrimiento entre civiles es el primer síntoma de la debilidad que siente quien está siendo derrotado o se ve impotente para ganar una guerra.
No nos engañemos, estamos presenciando crímenes de guerra, unos crímenes que no son sino crímenes contra la humanidad. ABEL VEIGA MADRID