ABC (Andalucía)

«LE DEBEMOS MUCHO, HABER VIVIDO TANTO Y HABERNOS CUIDADO A TODOS»

- A. CALERO/ I. SALAZAR LONDRES/ WINDSOR

El solemne funeral de Estado de Isabel II en la abadía de Westminste­r concluyó con dos minutos de silencio, que se extendiero­n por toda la ciudad de Londres y el Reino Unido. El himno, que durante 70 años fue ‘Dios salve a la Reina’, ahora rebautizad­o como ‘Dios salve al Rey’, y la música tocada por el Gaitero de la Reina, clausuraro­n una solemne ceremonia a la que le siguió un nuevo cortejo fúnebre hasta el arco de Wellington, desde donde el féretro de la soberana partió hacia el Castillo de Windsor.

A dos kilómetros de Westminste­r, en Hyde Park, tres pantallas gigantes concentrar­on a cientos de miles de personas. Las que estaban sentadas se pusieron de pie para rendir un último tributo a la Reina. Todas ellas permanecie­ron calladas y muchas se emocionaro­n. Al terminar, un conmovedor aplauso y el himno pusieron fin a la ceremonia.

Huérfanos

En la capital británica y en el resto del país se respiraba ayer una sensación de orfandad y agradecimi­ento hacia Isabel II, pero también de incertidum­bre ante lo que ocurrirá a partir de hoy, cuando el país amanecerá con un nuevo Rey una vez su madre ha sido inhumada: ayer se puso fin a casi 71 años de reinado de Isabel II y comenzó una nueva era con un escenario difícil por el Brexit, la guerra y el cambio de Gobierno en Inglaterra. «La Reina Isabel II era nuestra Reina, la Reina de todos», aseguró a ABC una joven británica. Y añadió: «Le debemos mucho, el haber vivido tantos años y el habernos cuidado».

Windsor

Las mismas palabras de afecto y admiración se escuchaban en Windsor, donde miles de personas siguieron bajo el sol la procesión del cortejo fúnebre que llevó los restos mortales de la soberana hasta la capilla de San Jorge. Una mujer embarazada de 32 semanas, con su hijo de 8 años, le pedía a la multitud que la dejara colocarse al frente. Nadie puso ninguna objeción y con cortesía la dejaron pasar hasta las vallas de metal. «Quiero que mi hijo recuerde este momento», dijo a ABC, «porque no habrá ninguna reina como ella, fue única y se ganó el amor de todo un pueblo».

Como esta mujer, niños y niñas de todas las edades, personas muy mayores cargando mantas de picnic, bocadillos, bebidas y sillas de playa, hombres y mujeres vestidos de forma muy elegante y de riguroso luto pero con una pinta de cerveza en una mano y la correa con el perro en la otra, llenaban los parques y las afueras de los pocos pubs abiertos. Pantallas gigantes hicieron la delicia de quienes quisieron seguir el servicio religioso que se celebrara dentro de la capilla de San Jorge como si se tratara de un cine al aire libre. Desde una de las estaciones de tren, muchas más personas caminaban cuesta arriba hacia el castillo de Windsor, cuyos muros estaban llenos de ramos de flores y tarjetas con mensajes cariñosos. Y a los lados de la calle, decorada con enormes banderas, las tiendas de souvenirs lucían en sus escaparate­s tazas y camisetas conmemorat­ivas, con las fechas 1926-2022 escritas junto al retrato de Isabel II.

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